CATORCE.

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—Son pésimas para la puntualidad. —Nos gritó Nick entre risas apresurándonos mientras llegábamos a ellos, ya todos estaban dentro de su auto fuera de la casa de Sami.

—Lo sabemos. —Reímos intentando entrar, pero no cabíamos.

—Hagan lugar. —Exclamó Nick hacia los demás, ellos resoplaron, haciéndonos reír.

Nick conducía, Sami estaba de acompañante, Vivi estaba en las piernas de Mati, y yo de Dylan para que Tati pudiera caber a nuestro lado. Mis amigos recibieron a Tati con alegría, ella de la misma forma saludó a cada uno, derrochando alegría y frescura.

—¡Hace tiempo no los veía! —

—La última vez terminaste muy mal. —Le recordó Nick e inevitablemente todos reímos, incluso ella.

—Sí, estar mal de amores y desquitarte con el alcohol no es bueno. —Sonrió ella cruzándose de piernas.

Cuando llegamos, había una larga fila de personas esperando entrar. Bufé, frustrada al seguirla con la mirada. Era lo único que detestaba de los clubes.

Intentando no golpear mi cabeza al bajar del auto Dylan en el preciso instante se movió, y entonces mi cabeza chocó con el techo. Me quejé golpeando su brazo mientras él se disculpaba entre risas.

Un aire muy frio tuvo contacto con mis piernas tan solo al bajar y mi piel se erizó al instante.

La música fuera del lugar retumbaba y me impacientaba no estar ya adentro disfrutando la buena música, la fila no avanzaba y el frío no estaba siendo amable para nosotras. Frustrada escondí mi rostro entre el abrigo de Nick mientras esperábamos en la fila, él me abrazaba consiente del frío que tenía. De pronto divisé a todos los chicos del equipo de futbol del instituto bajar de sus autos costosos y ruidosos por el exceso del volumen que traían dentro de ellos, instantáneamente miré a mis amigos, completamente furiosa. Ellos sonrieron inocentes.

—Si... puede ser que casi no te trajimos porque ellos también vendrían. —Esbozó una mueca Nick con lamento incluido. No eran una amenaza, no les temía, pero los detestaba.

—¿No pudieron decírmelo al menos? —Me quejé alejándome de él.

—Haremos hasta lo imposible para que se mantengan alejados. —Me aseguró Dylan.

Eso era absurdo, ellos iban a querer estar con mis amigos y mis amigos estarían conmigo.

—Veremos cómo resulta la noche. —Nos interrumpió Mati por la llegada del equipo hacia nosotros, colándose en la fila. Los de atrás se quejaron espetando insultos hacia nosotros.

—¿Señorita? —Preguntó por fin el de seguridad, persona a quien le tenía que entregar mi documento y el pase.

—Es menor de edad, pero nosotros la cuidamos. —Nick se ubicó frente a mí dedicándole una sonrisa coqueta como si el hombre fuera a acceder con eso. Tati soltó una carcajada.

—A menos que él sea gay no funcionará tu método. —Le dijo ella, en un murmuro que obviamente el hombre escuchó porque al instante frunció el ceño notablemente.

—No puede pasar, son reglas del establecimiento. —Le dijo él a los demás. —Es un club privado, saben las normas, el derecho de admisión menciona no hacerse cargo de lo que pueda pasar con menores.

—Claro que pasará. ¡¿No sabe usted que ella está deprimida y necesita de esto?! —Dylan tomó mi mano y rápidamente no hizo rodearlo y entrar, pero como Vivi también estaría en el mismo problema alcancé a tomar su mano y la llevé con nosotros. Comenzamos a reír escabulléndonos entre la gente hasta llegar a una mesa desocupada.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora