DIECISIETE.

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Cuidadosamente me deslicé hacia el asiento trasero con el auto en marcha.

Tomé mi bolso y rebusqué algo que ponerme, mientras tomaba mis botas de tacón. Dejé estas en el suelo, quitándome los tacones que ya vestía.

Al encontrar un pantalón negro de jean y un suéter bonito de lana blanca de le di una miradita a Harry.

—No mires. —Advertí. Bajé los tirantes de mi vestido hasta dejarlos fuera de cuerpo y respiré, procurando ser cuidadosa y precisa, entonces me puse el suéter encima. Volví a respirar de nuevo, miré por la ventana, entonces comencé a deslizar el vestido hacia abajo de a poco. Por dios, resultaba más difícil de lo que creí. Tuve que inclinarme hacia adelante e intentar pararme, pero no podía. Harry soltó una carcajada de pronto, delatándose que estaba mirándome.

—¡Vista al frente señor! —Grité. Él me sonrió con diversión mirándome brevemente por el retrovisor y luego fijó sus ojos al frente. Tomé el pantalón y lo alisté, dejándolo a un lado. Tomé los lados del vestido y me incliné hacia adelante para bajar al vestido, solté un gritito por el frío que invadió mi cuerpo y por el asiento frío al tener contacto con mi trasero. —Por favor no mires esto porque será un desastre. —Le dije entre carcajadas, haciéndolo reír, sin saber realmente si lo estaba haciendo o no.

Cuando por fin el vestido llegó a mis caderas lo deslicé más fácil hacia abajo y por fin fuera de mis pies arrojándolo hacia algún lado del vehículo mientras me ponía rápidamente el jean, pero por supuesto fue imposible porque no podía ponérmelo como quería. Llorisqueé.

—Oh, mierda. —Oí a Harry emitir por lo bajo.

—¿Qué sucede? —Me quejé.

—Los inspectores de tránsito. —Se quejó, bajando la velocidad. —No pueden verte cambiándote atrás, apresúrate, me detendré antes de llegar a ellos y por supuesto vendrán para aquí. —

Harry aparcó a un lado de la calle a una distancia considerada de ellos. Completamente nerviosa seguí luchando con el jean que no parecía querer subir.

—¡Esto no sube! ¿Acaso ya no me entra? —Exclamé desesperada. Di un vistazo hacia la ventana y como predijo Harry, observé a esas personas vestidas de naranja a menos de una cuadra caminando hacia nosotros.

—Dime que, aunque sea tienes las caderas vestidas. —Me dijo él, tomando su celular y llevándola a su oreja, solté una risa cínica y nerviosa. Liberé un insulto y me incliné hacia mi lado, importándome entonces poco que me viera, de esa forma el pantalón subió y rápidamente lo abroché. Agitada volví a mi lugar y me puse las botas, sin calcetines.

Cuando estas personas llegaron a la ventana del lado de Harry que se encontraba baja, él comenzó a interactuar con una persona inexistente del otro lado del celular.

Traía una excelente plática armada, ahogué una risa. Él fingió una despedida y luego miró a los inspectores con calma, dándole una sonrisa incluso compradora.

Fingí desde mi lugar están tonteando con el celular.

—Señor, buenas tardes. ¿Por qué motivo detuvo el vehículo de esa manera? —Le preguntó el hombre acompañado de una mujer. La mujer deslizó la mirada hacia mí y la retiró enseguida sin problemas.

—Me surgió una llamada urgente, y por supuesto no atendería mientras conducía. —Respondió con calma.

—Muy bien... —Asintió de acuerdo el hombre —Entrégueme la licencia de conducir y los papeles al día del vehículo, por favor. —Harry obedeció y buscó en la gaveta un sobre negro de plástico, terminó mostrándole papeles y un carnet.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora