VEINTIOCHO.

2.4K 114 4
                                    

Cuando entré a su habitación con cautela la encontré llorando contra su almohada de espaldas a mí.

Me acerqué con cuidado y me senté a su lado.

No sabía que decirle, porque me sentía igual y no había palabras que consolaran ni una solución que reconfortaran. Mi único motivo ahora para continuar firme y segura era ella. Una vez más.

—Me siento tan triste. —Musitó sin mirarme.

—Lo sé Lou. —Acaricié su cabello con cariño. —Me siento igual. También me duele.

—No sé qué haría si no te tuviera. —Volteó para mirarme, sus ojos estaban rojos y derramaban lágrimas sin calma. Tomé aire para no llorar frente a ella.

—Tampoco sé que haría si no te tuviera, Lou. Eres una hermosa compañera, hermana y amiga. Te amo y pase lo que pase jamás voy a soltarte la mano. —Besé su mejilla. —No quiero que estés mal. Si estamos juntas todo será más fácil... todo es mejor. —Ella asintió y me abrazó con fuerza. —Eres lo más maravilloso y especial que tengo en mi vida.

—También lo eres Jessi. —Sonrió con angustia.

—Podemos hacer de estos cinco meses los más grandiosos de nuestras vidas. —Le propuse, intentando animarla, —Si lo piensas, tenemos la casa solo para nosotras. Ahora que somos más grandes podremos romper más jarrones comer más calorías, comer galletas en la cama, podríamos invitar amigos a casa, hacer fiestas, comprar una cascada de chocolate... —Ella animada soltó una risita, limpiándose las lágrimas, pero su sonrisa comenzó a desvanecerse y perder brillo.

—Mi cumpleaños es en treinta y nueve días Jessi y ellos no van a estar aquí conmigo. —

Odiaba eso, por alguna razón los cumpleaños para ella nunca eran especiales, siempre había algo que le impedía festejarlos.

Mi cumpleaños era en cuatro meses, y tampoco ellos estarían.

La puerta dio tres golpecitos y luego se entreabrió un poco, dejándonos ver a Harry.

—¿Puedo pasar un momento, Lou? —Lou asintió afligida limpiando sus lágrimas.

Él, con cuidado, se sentó junto a nosotras en la cama, atrás de mí, mirando a la pequeña recostada en la cama, triste.

—¿Vienes para defender a papá? —Lo atacó ella, estaba a la defensiva.

Él enarcó ambas cejas y luego negó.

—No, claro que no. —Negó, sorprendido. —Vengo porque... —Me miró un momento. —Quería estar con ustedes un momento. Sé cómo se sienten, mis padres eran iguales, ellos vivían trabajando y no había tiempo para nada más. —Besó mi hombro y luego recargó su barbilla en él. Solté un suspiro pequeño. Sentí mucha angustia dentro de mí, pero procuré no mostrarla.

—¿A ti tampoco te querían lo suficiente? —Le preguntó.

—No digas eso, Lou. Ellos te aman. Las aman a pesar de todo. —Nos miró a ambas. —Creo que hoy lo puedo entender, trabajo es trabajo y debes estar agradecido por tenerlo. Si sus padres están ahí todas esas horas dentro de cuatro paredes trabajando, es por ustedes. Aunque no lo crean son muy afortunadas en muchos aspectos. —

Lo sabía, lo sabía bien, no ignoraba el mundo exterior, no pasaba por alto los problemas de mucha gente que yo no tenía. Pero pesaba cargar con tanto sola, me dolía tanta falta de cuidado, atención...

—Aun así, duele. —Susurré. —La falta de... amor.

Pierce exhaló.

—Lo sé, bonita. —Me miró un segundo. Lou nos miró espantada, y pronto nos hizo romper en risas. Ella se cubrió el rostro. —¿Qué te sorprende? Son hermosas, ustedes dos. —Le hizo pequeñas cosquillas en el estómago. Ella sonrió, alegre. —No será tan malo estar conmigo durante estos meses ¿o sí? —Nos regaló una sonrisa preciosa.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora