VEINTISIETE.

2.1K 106 4
                                    

A la mañana siguiente el bebé a mi lado estaba balbuceándome tanto que terminó despertándome. Miré mi alrededor y di un respingo.

—¿Estamos solos bebé? ¿Hace cuánto despertaste? —Le pregunté. El pequeño reía. Lo acaricié.

Busqué la hora en mi celular y di un respingo.

—¿No puedes dormir un poquito más? —Inquirí, pero sus ojos enormes me decían que había despertado para no volver a dormir en un buen tiempo. —Déjame alistarme y te cargo, Mati. —Le pedí. Él me oía atento. Al levantarme lo acomodé con la ayuda de almohadas para que me viera y así lo hizo. Él me seguía con la mirada mientras jugaba con su pie.

Mientras me vestía continué hablando, procurando que no se aburriera ni se molestara ni comenzara a llorar.

—... entonces nos amamos... —Le expliqué. —Pero la sociedad. —Peleé con uno de mis tacones, poniéndomelos. —Es muy mala e injusta y sé que nos hará la vida imposible. —Continué. Una vez lista me metí al baño. —¡Incluso mi padre! —Le hablé alto para que me oyera. Lavé mi rostro con rapidez. —¡Si él se entera me matará! ¿Tú crees que eso sea justo? —Luego de preparar mi cepillo de dientes y metérmelo a mi boca salí del baño. Él estaba inclinado, buscándome en el baño. Al verme sonrió. —No es justo, Mati. —Le recordé. —Uno no elije de quien enamorarse. —Lavé mis dientes, observándolo. Luego de enjuagarme procuré peinarme un poco. Entonces me acerqué. —La verdad no sé si esto funcionará. —Confesé. —Pero mientras tanto me hace feliz y creo que es lo único que importa.

Sus ojos enormes y su sonrisa pícara me hacían sonreír. Lo miré de pies a cabeza y noté que necesitaba un cambio de pañal.

Mientras cambiaba su pañal continué con mis dramas, pero parecía interesante porque él me prestaba atención.

Busqué otro cambio de ropa, reemplazándole el pijama.

—Espero tú no sufras nunca por amor, bonito. —Le dije. —La vida puede ser injusta y algo dura. —Murmuré, terminando con su ropa y poniéndole sus zapatitos del día anterior. —Pero siempre hay algo que nos hace feliz y nos hace quedarnos. Además, recuerda, todos tenemos un propósito en esta vida. No tengo idea cual es el mío, pero supongo que lo descubriré pronto. ¡Qué hermoso Mati! —Exclamé alegre, soltando una risita. Había quedado adorable.

Busqué un cepillo para su cabello y lo peiné un poco, entonces tomé unas toallitas húmedas y le limpié cuidadosa la cara.

—El proceso de vernos hermosos lleva tiempo. —Le expliqué, cuando él tosió rehusándose al paño húmedo. Al terminar tomé lo sucio y lo que debía tirar y los dejé en sus respectivos canastos en el baño. —Ahora sí, bebé, vamos. —

Aunque sabía que tendría noticias pésimas procuré levantarme con mi mejor ánimo. Intentaría que nadie me los quitara por nada.

Con Mati en mis brazos balbuceando mientras yo le hablaba, bajamos a la sala.

—Espero no digas nada de lo que hablamos, Mati. —Le dije. Él rió a carcajadas. —Lo de los amores imposibles. Eso no. —Él me miró sonriente. —En la vida, si tú vas comentando lo que uno te dice no está bien visto. —Le expliqué.

Las voces se escuchaban desde la sala, cuando nos acercamos hasta ahí visualicé a mis padres, mis tíos y mis primos pequeños que parecían desayunar, al parecer siendo las ocho de la mañana todos estaban despiertos excepto yo. Pero pronto percibí un perfume que me encantaba, ese que me seguía enamorando cada día, su contextura de espaldas fue lo primero que vi y aceleró mi corazón. Me resistí a las inmensas ganas de abrazarlo y besarlo.

—Bueno, lo demás puedes contarlo. De paso que la gente también aplique todo eso en la vida. —Añadí. —Lo demás es secreto. —Le murmuré, debido a que ahora todos nos miraban. Mati soltó una risita.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora