SETENTA Y TRES.

1.5K 94 6
                                    

Desperté furiosa por quinta vez debido a que mi precioso hermano tenía la música de su habitación a todo volumen, intenté seguir durmiendo con la esperanza de conseguirlo, pero luego de algunos minutos más me levanté. Fui directo a tomar un baño, me vestí y me dirigí a su habitación. Golpeé su puerta, pero como era de esperar, no me oyó, así que pasé.

—¿Puedes bajarle? —Le grité cuando su mirada recayó en mí.

—Lo siento. —Se disculpó, tomando su control remoto para hacerlo. —Trato de limpiar esto. —Se refería a su habitación, miré mi alrededor y solté una risa.

—¿De verdad quieres limpiarla o te es más cómodo descomponerla más? —Le pregunté arqueando una ceja.

—Eres mi hermanita mayor preferida. Dime que quieres ayudarme y nos ahorraremos estas cosas. —Me abrazó.

—¿Pero por qué no solo acomodas cada cosa en su lugar en vez de cada lugar desacomodarlo? 

—Intento cambiar de lugar las cosas, Jess, por ejemplo, ya no quiero que mi cama esté de ese lado, mucho menos el escritorio, porque solo estorba en esa posición. —

—Entiendo. —Susurré, analizando cada rincón. Luego de unos segundos opté para ayudarlo a dejar todo como al señorito se le había ocurrido.

—Aléjate de ahí. —Me ordenó a metros de mí cuando me vio acomodar sus cosas que tenía sobre el escritorio. Arqueé una ceja dándome la vuelta para mirarlo. Recordé al instante lo que él le asustaba que encontrara. —No te preocupes, yo me encargo de ese lugar. —Intentó arreglarlo, peinando su cabello hacia atrás mostrando de pronto nervios.

—No me molesta limpiar ESTE lugar. —

—Bien, si ves una libreta de tamaño pequeño casi mediano, solapa dura color roja con negro solo bótala a la basura.

—¿Por qué? ¿Qué te hizo la inocente? —Me hice la desentendida recargándome en el mueble.

—Solo tírala. —Me sonrió dándose la vuelta para levantar una camiseta del suelo.

—¡Oh! Ya sé de cual hablas. —Exclamé.

—Lo dudo. —Volvió a mirarme doblando la prenda.

—¿Por qué? ¿No es una que tiene muchos nombres de mujeres con una fecha a su lado? —Me crucé de brazos, el palideció al instante. Intensifiqué mi mirada en él. —¿Para que la necesitas? 

—¿Qué hiciste con ella? —

—Dime Bruno, ¿Qué harías si llegaras a encontrar alguna igual, pero con nombres masculinos, en mi habitación? —Mantuve mi mirada firme en él. Su postura se tensó, desagradándole en segundos mi comparación. Entonces se acercó a mí.

—¿La tienes? —Me preguntó, furioso.

—¿Me crees estúpida?

—No juegues. —

—No juego. —

—¿La rompiste? —

—¿importa? —

—¡Claro que sí! La quiero hacer desaparecer. —Exclamó.

—Perfecto entonces. —Le respondí dándome la vuelta para terminar de limpiar el sector. —Está rota probablemente pudriéndose en la basura de tu cesto. —Le dije finalmente. Él me hizo a un lado bruscamente y tomó el objeto blanco del suelo para así rebuscar entre las asquerosidades allí adentro. Luego de unos segundos sujetó algo color rojo en sus manos, cruelmente destrozado. Me miró, y yo a él esperando a que dijera algo más, pero simplemente sustrajo un encendedor de su bolsillo y prendió fuego sus restos.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora