*DIECIOCHO*

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Kellin.

No se me cruzó por la cabeza, ni por casualidad, que la persona que estaba parado del otro lado de la puerta era mi padre, ¿Cómo era posible que hubiera venido desde Madrid hasta Londres sin avisarme siquiera?

-¿Porqué no me avisaste que vendrías? -le pregunté aún sorprendido.

-Quería que fuera una sorpresa -repuso con una gran sonrisa-, ¿Acaso no te alegra verme después de tanto tiempo?

-¡Por supuesto que me alegra, papá! Es solo que esto me tomó por sorpresa, ¿mamá no vino? -inquirí esperanzado, hace ya un par de años que no la veo, desde que se mudaron a España, y he de decir que la extraño un montón.

-No, ella no ha venido. Le hubiese encantado venir a verte pero sabes que el trabajo le consume la mayor parte del tiempo, además de que debe cuidar de tus hermanos menores.

-Entiendo, en otra ocasión será - le dije entristecido.

-Pero cuéntame como te esta yendo, ¿sigues trabajando en aquella emisora?

-Así es, sigo trabajando allí. Es el único empleo que tengo, pero me es suficiente para mantenerme -me limité a responder.

-Me imagino, ¿y tu novia no vive contigo?

-Oh no no. Yo considero que aún no estamos preparados como para dar un paso tan importante como ese, además ella es del tipo de chica que piensa que solo una pareja casada puede vivir juntos bajo el mismo techo.

-Perfecto, entonces cásate con ella.

Casi me atraganto con mi propia saliva tras oír aquellas palabras, ¿casarme con Simone? Eso es algo que jamás me había planteado siquiera. Llevamos mucho tiempo de novios y ella es una buena chica, pero lo único que siento por ella es cariño y eso no es suficiente para atarme a ella en "sagrado" matrimonio.

-No creo que esa sea una buena decisión -respondí con una risita nerviosa.

-¿Porqué? -preguntó confuso- ¿No estás enamorado de ella? Porque si lo estas, el matrimonio es la mejor manera de demostrarle cuánto la amas.

Afortunadamente unos ligeros golpecitos en la puerta me salvaron de tener que responder aquella incómoda pregunta. A decir verdad, no tenía ni la más mínima ganas de seguir con aquella conversación.

-Iré a ver quién es -le dije a mi padre, él solo asintió.

No sé porqué me sorprendí al ver a la persona que estaba parado del otro lado del umbral; Andrew.

-Hola -saludó con una media sonrisa.

-Hola -respondí de igual manera.

Ni siquiera me dí cuenta de que nos quedamos allí parados, uno frente al otro, contemplandonos como dos jodidos idiotas, hasta que la voz de mi padre me sacó de aquel transe en el que me había llevado aquellos hermosos ojos azules.

-¿Todo bien? -le oí preguntar bastante cerca, pero me era imposible desviar la mirada de la de Andrew- ¿Nos vas a invitar a pasar a tu amigo? No pensarán quedarse parados allí todo el día, ¿o si? -se echó a reír mi padre.

-Pasa, Andrew -le dije apartándome para que él pudiera entrar.

-Y este muchacho es... -dijo mi padre observando a Andy con detenimiento, sabía que no lograría reconocerlo ni aunque lo mirara mil siglos más.

-Él es Andrew Biersack, un compañero de trabajo y muy buen amigo - «del cuál estoy profundamente enamorado y el que anoche me ha follado salvajemente.»

-Andrew Biersack, ese nombre se me hace familiar -comentó mi padre sin dejar de observarlo.

-Era nuestro vecino hace quince años, el que se mudó junto con su madre enferma a América -le refresqué la memoria y su rostro se iluminó súbitamente.

-¿Tú amigo? -inquirió sorprendido, yo solo asentí-. Todavía recuerdo cuan inseparables eran ustedes dos, siempre haciendo todo juntos. También recuerdo lo mucho que lloró Kellin cuando te fuiste -y ese era mi padre dejándome en evidencia frente al amor de mi vida, fantástico.

Carrespeé levemente desviando la mirada en cualquier otro sitio.

-Porque no pasas a sentarte con nosotros, Andrew -habló mi padre nuevamente-. Estoy seguro de que tienes muchas cosas que contarnos, además debemos planificar la boda de Kellin, ¿te gustaría ser el padrino?

Papá, no es por nada, pero creo que lo mejor hubiera sido que te hayas quedado en Madrid.

Amigos. [Kandy Quiersack]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora