*DIEZ*

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Kellin.

Afortunadamente era domingo por lo que no debía ir a trabajar, agradecí aquello ya que no vería a Andy, pero al día siguiente lastimosamente si.

Bufé molesto, realmente no tenía el valor suficiente para mirarlo a los ojos después de lo ocurrido pero no podía encerrarme en mi casa de por vida. Tendría que volver a verlo en algún momento y tenía que estar preparado para la ocasión.

La mayoría de los borrachos no recuerdan las tonterías que hicieron bajo los efectos del alcohol, ¿porqué justamente yo tenía que recordar a la perfección lo que había sucedido?

Casi todos los borrachos no recuerdan lo que hicieron bajo los efectos del alcohol...me repetí a mi mismo, ¡claro! Allí estaba la solución, ¿y si fingía no haber recordado nada? Eso era lo que iba a hacer, por supuesto que sí, sólo debía procurar actuar lo más normal posible frente a Andy, así no notaría nada y el problema estaría resuelto, supongo.

Me pregunté que estaría pensando Andy de mí en estos momentos. De pronto se oyeron leves golpecitos interrumpiendo mis pensamientos, me dirigí hacia la puerta y mi sorpresa fue grande al ver a la persona que estaba parado del otro lado.

¡Hablando del Rey de Roma! Me quedé en el umbral de la puerta helado, sin saber que hacer o decir.

-Hola -me saludó serio.

-Hola -respondí de igual manera.

-¿No me vas a invitar a pasar? -inquirió y una media sonrisa apareció en sus labios, aquellos labios que estaba ansiando besar desenfrenadamente y... ¡Kellin! me reprendió mi conciencia, sacudí la cabeza levemente alejando aquellos pensamientos que atacaban mi mente peligrosamente.

-Claro claro, pasa -le dije al tiempo que me hacía a un lado para que el pudiera pasar.

Nos encaminamos hacia el sillón y nos sentamos. Reuní el valor suficiente y lo miré directamente a la cara, su semblante era el un hombre preocupado, sabía que él quería aclarar las cosas pero quizá no sabía muy bien por dónde empezar.

-Kellin, yo vine a ver cómo estabas y a conversar...- habló en un tono serio, entonces supe que debía pararlo, tal vez lo mejor era aclarar las cosas de una vez pero yo era lo suficientemente cobarde como para no hacerlo.

-No estoy tan bien que digamos -le interrumpí rápidamente antes de que pudiera decir algo más-. Por lo visto anoche me emborraché terriblemente y no recuerdo absolutamente nada -me apresuré a decirle.

Su rostro había pasado de uno preocupado a uno sorprendido, tal vez no se esperaba aquello.

-Oh -fue lo único que logró pronunciar.

-Recuerdo que estábamos en el bar y que comencé a beber y después nada -continué mintiendo, entonces pude ver cómo su mirada azulina se posaba en mi cuello y no se apartaba de aquel lugar. Su fría mirada estaba empezando a incomodarme y se me hacía imposible adivinar lo que pasaba por su mente en aquel instante, su rostro se mantenía neutral.

Me llevé una mano en aquella zona casi como acto reflejo y entonces recordé las marcas amoratadas que él había dejado en mi cuello anoche, sentí mis mejillas arder ante el recuerdo ¡mierda! aquello se me había olvidado por completo.

-Y esto... -comencé no sabiendo muy bien lo que iba a decir- ¿había chicas en el bar? No me explico otra manera de que me hayan quedado estas marcas -hablé intentando disimular lo mejor posible mi nerviosismo.

-Sí, supongo -respondió el desviando la mirada.

Y nos quedamos en un incómodo silencio. No sabía que más decirle, mi mente se había quedado en blanco además se me hacía muy difícil mirarlo a los ojos pues cada vez que lo hacía recordaba, a la perfección, todos los sucesos de anoche. Por lo menos no habíamos tocado el tema, por el momento.

Se oyeron golpes en la puerta y fruncí el ceño algo extrañado pero de inmediato recordé que había quedado de verme con Simone, ¡menudo lío! ¿qué haría con los chupones? Definitivamente estaba en problemas.

Amigos. [Kandy Quiersack]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora