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El guardia tiró dos camisetas sobre la mesa, y los miró fríamente. Callie tomo la más pequeña y la pasó por sus hombros, hasta ahora había estado escondida tras el cuerpo de Ashton, demasiado nerviosa como para decir algo.
—¿Y qué hará con nosotros? – pregunto Ashton mientras deslizaba la camiseta por sus brazos.
—¿Qué estaban haciendo en esa bodega?
—Nos perdimos.
—¿Sin polera?
—No es lo que parecía – murmuró Callie.
—¿En serio?
—En serio, él ni si quiera es mi novio.
—Solo porque tú no quieres – reclamó Ashton.
—Como sea – se sonrojó – No llame a nuestros padres, de verdad, si quiere ni siquiera regresamos.
—Bueno – masculló incomodo el hombre de edad – De verdad que no sé qué hacer con ustedes.
—¿Dejarnos ir? Mire – Ashton se levantó de la silla – Mi hermano está en el acuario ahora, y pronto su visita se acabará y debo llevarlo a casa. Tengo que salir de aquí.
—¿Y mientras su hermano está en el acuario usted se esconde en salas de la limpieza?
Ashton se sentó derrotado, pero Callie se levantó. No estaba dispuesta a quedarse en esa sala toda la tarde, mucho menos con la mirada acusadora del guardia.
—¿Qué tenemos que hacer para irnos?
—¿No vas a dejar de insistir?
—No.
—Bien – suspiró – Pero, ¿podrían mantener su ropa puesta la próxima vez que vengan al acuario?
—Eso no lo puedo prometer – sonrió Ashton.
—Ignórelo, de verdad. Probablemente esta sea la última vez que salgo con él. Déjenos ir.
—Está bien, está bien. Pero deben pagarme.
—¿La fianza?
—No chico, las poleras. ¿Crees que estar detenido es tan agradable como estar en una sala con aire acondicionado?
—Probablemente no – contestó Callie, antes de que Ashton dijera otra estupidez— ¿Cuánto es?
Callie dejó el par de billetes de la mesa, y salió rápido con Ashton pisando sus talones y reclamando porque no lo había dejado pagar a él. Callie solo quería irse a casa, así que lo ignoró y se dirigió a la entrada.
En el momento que llego a la taquilla, Harry salió con una polera idéntica a la de ellos.
—¿Ya nos vamos? – preguntó sin siquiera interesarse en sus poleras nuevas.
—Si – Callie caminó hasta el auto, y subió al asiento trasero para evitar hablar con Ashton.
Harry se sentó junto a ella, incluso si había más espacio en el asiento, Callie solo lo miró durante un par de segundos.
—¿Y viste las tortugas?
—Lamentablemente no.
—Si quieres puedo regalarte una – dijo encogiéndose de hombros – En casa tenemos como tres.
—Creo que no estoy lista para una responsabilidad así – le sonrió.
—Comen poco, no tienes que sacarlas a pasear, las dejas en el patio y se pasean solas –Harry enumero con su mano.