Cordialidad

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Escucho la voz de mi padre, diciendo mi nombre y menciona algo sobre la escuela; me acomodo más en la almohada y él vuelve a hablarme.

- Maud, despierta. – dice, de manera dulce. Tan dulce que pareciera que huele a chocolate. – Maud, debemos saltar ya, despierta.

Balbuceo algo y apenas abro mis ojos. Me incorporo y el sol pega frente a mí, con imágenes que no entiendo, van tan rápidas que no logro diferenciar, más que color verde. Me duele la espalda, el cuello y siento que me clavan cuchillos en el muslo. ¿Qué sucede? ¿Qué es eso, allá después de la puerta?

- Ya llegamos a Cordialidad. – me insiste.

No estoy con mi padre, ni en Verdad. Voy en el tren, me quedé dormida en el pecho de Peter. Viene a mi mente, los recuerdos bombardeados de esta mañana: las filas de osados internándose en Abnegación, el beso de Eric,  y todos los que estaban sumidos en la simulación, matando a los abnegados, Tori, Will... cuando estuve por matar a Ariana, por órdenes de Jeanine, el momento en Cuatro estaba en la Sala de Control, la pelea ahí y como resultado mi herida y el alivio al detener la simulación y por último nuestra salida milagrosa del complejo, hacia el tren con camino a Cordialidad, Peter me avisa que es hora de bajar. Siento una presión en el pecho por esa cadena de imágenes, casi como si quisiera llorar.

Ariana y Cuatro están parados frente a la otra puerta del vagón. Peter se pone de pie, estira sus músculos y me ofrece la mano. La acepto y me ayudo con la pared del tren. Me duele toda la pierna, no quiero imaginar el dolor que sentiré por el impacto contra el suelo. Frente a mí, pasan los árboles y el clima es cálido. 

- ¡Ahora! – grita Ariana.

Peter y yo, repetimos la escena de nuestra primera vez saltando del tren; nos hacemos para atrás y corremos hacia el exterior. Aunque siento que se me parte la pierna, solo lanzo un gruñido. Él me ayuda a levantarme y antes de ir hacia donde están los otros chicos, él me observa. 

- Creo que puedo cargarte un rato, ven a mi espalda. – me dice Peter.

- ¿Qué? ¿Estás seguro?

- Sí, ven. - Peter se inclina un poco y dando un brinco, me pongo sobre su espalda. Me sostengo de sus hombros y él me toma de las piernas, me recuerda a Al. Echamos a andar, siguiendo a Cuatro y Ariana.

Estamos cerca de la valla, a varios metros del camino que recorren los camiones de Cordialidad para repartir los alimentos a la ciudad. También puedo ver la puerta que los deja salir, la cual, está cerrada, impidiéndonos entrar a la sede. La valla está frente a nosotros, es casi tan alta como un edificio de siete o más plantas.

A diferencia de la primera vez que venimos con Cuatro, hoy no hay un solo guardia de Osadía. Todo está muy silencio, tal como estaba el Pozo. Detuvimos la simulación, pero no vimos qué sucedió con todos los osados. Me intriga saber qué pasó con Will.

- Esperemos que los eruditos no cambiaran la configuración. – dice Tobias, acercándose a una pequeña caja metálica. No entiendo a lo que se refiere, hasta que la abre y hay un teclado numérico. Teclea una serie de dígitos y en un "click", la puerta se abre, corriéndose hacia la izquierda.

Pasamos sin problema alguno. Creo que, a Peter y a mí, nos impulsa la curiosidad de saber lo que se esconde detrás de estos árboles. Poco a poco veo casas, como las de Abnegación, pero de una sola planta, son de color madera. Para llegar a ellas, debemos pasar por un huerto, primero. Miro hacia arriba, maravillada por el túnel de ramas que forman los árboles al unirse entre ellos. Hay algunos frutos colgando y huele a tierra mojada y frutas pasadas. Dulce y agrio a la vez, qué ironía.

Una historia InsurgenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora