El conejillo de Indias

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*NARRA MAUD*

Despierto por el ruido de la puerta. Me he quedado dormida, a fin de cuentas. Reviso el reloj de Eric en mi muñeca y marca las seis de la mañana. ¿En qué momento pude recobrar el sueño, en esta situación? Me siento en el suelo y peino mi cabello con los dedos, luego arreglo la sudadera y bostezo, como si estuviera despertando en mi habitación de Osadía o en Verdad. ¿En serio, Maud?

Pronto, veo una melena rubia tras la puerta y entra, pero me quedo sentada en el piso. Estoy cara a cara con mi enemiga. Atrás de ella, hay tres osados; conozco a uno de ellos: Peter.

- Hola Maud. - me saluda Jeanine, con una sonrisa tensa. - ¿Dormiste bien?

- Mejor que nunca. - contesto, con su mismo juego. Sonrío y parezco indiferente a la situación, sosteniendo mi cuerpo, con mis manos hacia atrás.

- Me he sorprendido al enterarme que eras tú quien venía.

Entrecierro mis ojos por dos segundos, pero mantengo mi sonrisa. Jeanine porta unas gafas y una vanidad erudita que me provoca náuseas. Además, siento un poco de atracción en la manera que usa la falsedad en su sorpresa, sin recordarse que está frente a una ex veraz. Me es tan poco inteligente de su parte.

- Dejemos la hipocresía para más tarde. - respondo, casi divertida.

Mi maestro de actitud retadora está atrás de ella. Me enseñó a responder y mis padres a hablar cuando algo no me parece. Y, mi maestro de arrogancia, era el padre de mi bebé. Si mezclamos esas tres enseñanzas, el resultado es esta Maud que ha tenido fuertes encuentros con el líder de cada Facción. Mas no me arrepiento de tener esta fingida tranquilidad.

- Estoy segura de que mis compañeros osados están decepcionados, ya que no has intentado estrangularme. - dice.

- Bueno, me inyectaron suero de la paz y se convirtió en una especie de hábito, siempre cargo una pequeña botellita conmigo... esa es una de las explicaciones de por qué no te he estrangulado. - digo, con sarcasmo. - La otra, es porque sería estúpido, tal como tú y tu Facción.

- Es interesante que pienses eso de mí. Sin embargo, creo que la parte de "estúpida", te queda como anillo al dedo, no a mí. - levanta sus cejas. - Digo, con esta tendencia tuya de "actuar primero y pensar después".

- ¡Ay, por favor Jeanine! - le digo riendo. Riendo histérica. - Tú no tienes idea de mis "tendencias", quieres hacerte creer que lo sabes, para alimentar tu ego. Al contrario, tu comentario me hace pensar que estás dolida porque te hemos arrebatado a tus juguetitos osados favoritos. Perdón. - me interrumpo, como si he cometido una indiscreción. - A Max y a Eric.

- Sin duda, la pérdida de ambos líderes fue algo que me sorprendió. - contesta, con la frente en algo y haciendo su cabello rubio hacia atrás y luego inhala el ambiente de la habitación. Me dirige la mirada, entrecerrando sus ojos y queriendo parecer confundida. - Pero, creo que una de esas dos pérdidas la sentiste más tú, que yo.

- Claro. - respondo, tragando saliva suponiendo que no me ha dolido lo que ha dicho. - En especial porque ellos y tú, son unos asesinos seriales. Sí, estoy llorando por la pérdida de una persona tan valiosa. - hago como si me limpiara una lágrima.

- ¿Se te ha olvidado, acaso, que tú también fuiste parte de eso, Maud?

- Perdona, pero si no me equivoco... la que arruinó esos planes, fui yo... ¿cierto? ¿O es que tienes tanta información en la cabeza, que olvidas otras cosas elementales? No saliste triunfal, Jeanine. - le sonrío. - Y, podrás hacerme las pruebas que quieras, matarme, incluso. Pero, no me iré sola al infierno. El día que yo muera, tú te irás conmigo. Eso, tenlo por seguro.

Una historia InsurgenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora