Traidores

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Paso una mano por mi frente, y recuerdo que en casi todas las veces que estuve con él, no usamos protección. Me siento agitada, me salen las lágrimas, pero no es tristeza.

No puedo estar embarazada. Simplemente no. ¿Desde cuándo? Y, de Eric... un bebé, en plena guerra. Lo que me faltaba. ¿Qué haré ahora? ¿Qué pasará si empieza a crecer y tengo qué huir en algún momento? ¿Qué tal si la guerra aún no ha terminado, y él nace? ¿Qué mundo voy a ofrecerle? ¿Un mundo donde, seguramente él también está destinado a morir, porque será Divergente?

Debo mantener la fe, en que esta guerra termine pronto. Tengo qué salir viva. Tenemos qué salir vivos, me digo, tocando mi vientre.

Esbozo una sonrisa, y tapo mis labios. Un bebé. No me importa quién sea su padre, aunque... cuando crezca y me pregunte: "Mamá, ¿quién era mi padre?" ¿Qué le diré? "Era un idiota sádico que asesinó a toda una Facción, y también mató a mi primer y único amor, y como venganza, yo lo maté." Qué tragedia.

Prefiero no pensar en esas cosas, por ahora. Ni siquiera sé con certeza si tengo o no a ese pequeño, en mí. Tal vez solo sean síntomas de que estoy muriendo por la tensión de estos últimos días. Aunque... ¿cómo le pondría, si fuera niño? Tal vez el nombre de mi padre, o el de mi mejor amigo. Y, si es niña, definitivamente, quiero que se llame Cecile.

Salgo de la ducha y antes de vestirme, me pongo un poco de ungüento en la herida, que vuelve a dolerme. Quizás me he relajado más que otras veces que pretendía hacerlo. Y, es comprensible, al ver a mis padres y a Will, en perfecto estado.

Se siente tan bien usar mis cosas, de nuevo. No podré vestir algo blanco, pero es mejor que andar con ropa prestada. Pongo lo sucio en el cesto de lavandería. A excepción de esa camisa amarilla.

Me cepillo el cabello y lo dejo suelto. Observo mi reflejo, y adoro cada uno de mis tatuajes y las perforaciones. Me siento libre. Algo cambió en mí, en tan solo unos minutos, en unos días. No soy la misma que se reflejó aquí, antes del ataque a Abnegación. Luzco mayor, pero me gusta, incluso cuando no tengo una sonrisa sincera. Creo que junto con mi familia y Will, el saber que hay más osados de nuestro lado, que todo aquí en Verdad continúa con su normal escepticismo me hace sentir segura de que podré acabar con Jeanine y con Eric, en el momento justo.

- Lamento mucho que vaya a hacer eso. – digo, poniendo una mano en mi vientre. – Pero él, no merece conocerte y tú tampoco mereces tener un padre así.

Salgo de la habitación, caminando irregular por el dolor en mi pierna, al poner el pie en el piso me camina como una serpiente, el dolor por toda la pierna. Todos están en la cocina; mi padre ayuda a poner la mesa, Will hace malabares con una sartén en la estufa y mi madre ríe, ante sus ocurrencias. Pongo una mano en mi boca y sonrío, todo es tan tranquilo, normal y anhelado. Pienso en cómo hubiera sido, si Will fuera mi hermano de sangre, y si los dos nos hubiéramos quedado con mis padres. Estas serían nuestras noches de toda la vida.

- Hola, pansycake. – me dice Will.

- Hola, jerk. – contesto.

- ¿Jerk?

- Así es como les dicen a los veraces. – sonrío, inocente. Me acerco a la cocina y abrazo por la espalda a mi madre. – ¿No te ha dado muchos problemas, este tonto?

- Un poco, nada más. – contesta ella.

- Pero he aprendido a cocinar. – se defiende Will. – Te haré el desayuno mañana.

- Seguro que sabrá a veneno, acompañado de tostadas quemadas.

- Claro que no. Quedarás enamorada de mi comida.

Una historia InsurgenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora