Soy Divergente y no puedes controlarme

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Alguien sacude mi hombro. Me despierto de golpe y me topo con el rostro de Will, asustado, sudoroso y ensangrentado en su frente. Me siento en mi cama, aprisa y le tomo por la mejilla, con mi ceño fruncido, lo suficientemente sorprendida como para preguntar, ¿en dónde estoy?

- ¿Qué sucede? ¿Qué haces aquí?

- ¡No hay tiempo! ¡Debes correr!

- Pero... no han pasado las dos semanas, ¿qué sucede?

- No tengo tiempo para explicar. – me dice, molesto. – ¡Vamos!

- ¿Y, Peter?

- Está con los demás, allá afuera.

Me pongo de pie, con ayuda de su mano y cuando estoy en suelo firme, lo atraigo hacia mí, envolviéndolo en mis brazos. Él hace lo mismo, sus brazos se tensan alrededor de mi cintura y nuestras respiraciones intentan calmarse. Si él está aquí, significa que estoy a salvo.

- ¿Quién te ayudó?

- John, me dio la clave para tu celda.

- ¿John? – pregunto, confundida. El tipo me estaba odiando hace unos días, ¿cómo puede colaborar ahora?

- Debemos darnos prisa. – me insiste.

Tira de mí, y dejo que me saque de la habitación. Pasamos el primer pasillo sin dificultad, pero en el segundo nos topamos con un par de osados traidores. Will dispara dos veces, y ambos caen. Me siento con la fuerza necesaria para correr, quizás sea la adrenalina que me ha causado esto, aún cuando ese día que Will me llevó en su espalda, no me sentía bien en absoluto. Además, ayer no tuve que enfrentarme a simulaciones o molestas pruebas, mis energías van recuperándose. Todos los pasillos tienen el mismo aspecto para mí, pero sé que Will conoce este lugar como la palma de su mano, así que lo sigo. Hay varios cuerpos tendidos en el piso, probablemente los hayan matado entre Peter y él. Finalmente, llegamos a una salida de emergencia.

Will me suelta la mano para abrir la puerta, suena una alarma pero no nos importa, solo seguimos corriendo. El aire comienza a faltarme y la visión se me oscurece por los bordes, pero tengo que seguir, estoy escapando por fin, no puedo dejar que nos encierren de nuevo. Sólo será para nuestra muerte. Hay dos opciones: ascensores y escaleras. Will escoge el ascensor, presionando el botón con un puño.

Siento los caminos de sudor resbalándome por las sienes, por el cuello y el pecho. Me recargo en mis rodillas, poniendo mis manos sobre éstas y exhalo. Observo a Will, agitada y temblorosa. Y, me surge el deseo de besarlo, sé por qué... necesito sentir sus labios. Sentir lo que sucedió aquella noche en Osadía. Me enderezo y tomo su barbilla, su gesto se suaviza, y aun así, cuando está agitado, viéndome con el intento de ternura en sus ojos, él es casi frenético y sus labios se pegan a los míos. Me dedico a besarlo todo lo que puedo, incluso, suspiro mientras lo hago. Cuelgo mis brazos de su cuello, él toma mi cintura contorneándola con sus dedos y el ascensor se queda con las puertas abiertas.

El verdadero Will, sabría que le temo al encierro, por lo tanto nos habríamos ido por las escaleras, en segundo lugar él no me habría besado con mi simple pensamiento. Mucho menos, luego de saber que estoy embarazada y sobre todo cuando sabe que Peter está aquí y la culpa que me corroe por dentro por Eric. Además, lo que pasó entre nosotros, quedó en pura cuestión de amistad. Y por último, Will no conoce a John. Cuando nos separamos, lo observo sonriente, contenta, triunfadora e incluso río.

- Muy graciosa, ¿no? – me contesta. – Besarnos a media huida.

- No podemos salir de aquí, Will. – le digo, limpiando con mis dedos la sangre que tiene en su herida.

Una historia InsurgenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora