La última simulación

116 10 0
                                    

Jeanine no me inyecta con el líquido que traía Peter. Es otro, uno color naranja. Estoy aterrada, Jeanine sabe que no pasaré esta simulación, por lo cual será más fácil morir por la fuerza que ésta va a ejercer en mí, y quedará con las manos limpias. Respiro hondo, y el líquido se introduce en mis venas haciendo que me sumerja en un paisaje lleno de calma. La azotea del Pozo. Estoy sentada en la cornisa de edificio, viendo el atardecer y las siluetas de los demás edificios.

- ¿Mamá? – dice una vocecilla infantil, a mis espaldas. No sé si voltear, no sé si refiere a mí. – ¿Mamá? – repite. No hay nadie más, en este lugar, por lo tanto volteo. Me topo con un niño vestido de negro, de diez años aproximadamente, tiene ojos celestes, cabello negro, piel pálida y es parecido a Eric. Es tan guapo como él lo era, a pesar de su corta edad. Voy a abrazarlo, sin dudarlo. – ¿Por qué estás llorando, mamá?

- Mamá tiene muchas cosas por las que debe pedirte perdón. – le digo, tomando su mejilla.

- ¿Qué cosas, mamá?

- No fui tan fuerte como quise serlo para ti. Cada día que ha pasado desde la muerte de tu padre... me mata por dentro la culpa.

- Sé que las condiciones en las que conociste a papá no fueron las mejores. – dice, limpiándome una lágrima. – Entiendo también que nunca lo quisiste hacer... sé que te quería, y con lo que tú me has contado... probablemente habríamos sido muy felices los tres. Pero, debes perdonarte, mamá. De lo contrario, la culpa seguirá ahí y no podrás seguir adelante.

- Es que, siento que te quité el derecho de conocer a tu padre.

- Lo conozco, mamá. He visto fotografías, he leído sobre él en su diario. Y , tú me hablas de él, como si fuera una de las mejores cosas que te han pasado. Me lo habrías quitado, si hubieras dejado que alguien más lo matara. ¿Lo entiendes? Quítate la culpa de encima.

- No puedo. – le digo en silencio. – No es tan fácil como parece.

- Sí lo es, mamá. Hazlo por mí... por nuestra felicidad. Piensa en mí, mamá... tenemos que salir adelante. Tenemos que salir de ésta. De lo contrario, ambos moriremos. Sé valiente, Maud. – 

Las palabras me hacen estremecer, porque eso es exactamente lo que yo le dije a Eric antes de matarlo. Sus ojos se internan en los míos, y por un momento me parece estar viendo a Eric, ese Eric del hospital.Siento que mi corazón se acelera. Todos los músculos de mi cuerpo comienzan a relajarse a la vez. Una sensación de pesadez... es algo que me asusta, pero ya no hay tiempo de sentir nada. Lo veo a sus ojos celestes, que son tan fríos como el agua del Abismo, pero su rostro es dulce y me recuerda a mi madre, me recuerda a la manera en que Eric me describía. Lo único que puedo hacer, es abrazar a ese pequeño y pensar en que todo puede estar mejor en un futuro. Siento tranquilidad cuando lo tengo entre mis brazos.

Pero todo comienza a derrumbarse, literalmente. El edificio se agrieta y ambos nos miramos extrañados. Él, se aferra más a mí, y le digo que no se suelte. Pronto, todo cae y los escombros nos quedan encima. Escucho su voz a lo lejos, diciéndome "mamá", pero no puedo abrir mis ojos. Todo es oscuro.

****

- ¡NO! – grita una mujer.

***

Escucho una serie de pitidos, un ruido... una puerta abriéndose y la sensación de que alguien me lleva en brazos.

- ¿Qué...? – dice, pero no termina la frase. Reconozco esa voz, es Will. – Oh, Dios... oh, no... ¿está...?

- No, no lo está. – corrige el que me lleva cargada. Peter. – Sólo está paralizada. Durará poco. Ahora, prepárate para correr.

Una historia InsurgenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora