El ataque comenzará al atardecer, cuando esté demasiado oscuro para no ver los brazaletes azules que identifican a los osados traidores, de los leales. Antes de salir, me quedo en la puerta de la habitación. Observo cómo una buena multitud se sube a las camionetas, y otro grupo se queda en el mismo estado mío. ¿Qué tanto resultado dará esto? ¿Por qué no solo nos aventuramos a ir más allá de Cordialidad e investigar qué sucede? ¿Tiene caso regresar? Al menos cien personas van en esta caravana, y si las cosas no salen bien, será mi culpa. ¿Qué tal si nos atrapan de nuevo, en Erudición? Jeanine nos matará sin pensárselo dos veces y entonces, nada de esto habrá valido la pena. Esto es estúpido, lo dije desde que los animé para venir con Marcus. Hice que Ariana traicionara a Cuatro...
- ¡Maud! – dice Peter, viniendo hacia mí y yo bajo mi mirada. – Maud, ¿qué sucede? Sólo faltas tú. ¿Estás bien?
- No lo sé, Peter. ¿Qué tal si fallamos? No creo que valga la pena arriesgar la vida de todas estas personas sólo por un capricho mío.
- No es un capricho tuyo. – dice serio.
- Peter, seamos sinceros...
- No, Maud. ¿Es que ni siquiera tú lo entiendes? Quieres hacer esto, porque es lo correcto. Toda esta gente, quiere hacer lo correcto, quiere ayudar a detener toda esa destrucción.
- ¿Qué tal si nos atrapa Jeanine? Moriremos, y nada habrá valido la pena. Los abandonados atacarán, y morirá mucha gente.
- ¿Por qué piensas así? ¿Dónde está esa Maud que me enamoró? - me dice, poniendo una mano en mi mejilla. - La optimista, la valiente que se enfrenta a cualquier líder sin importar las consecuencias, la Maud fuerte, la que siempre tiene un as bajo la manga... ¿qué te hizo cambiar de opinión?
- No lo sé. – contesto, con un hilo de voz y las lágrimas se desbordan de mis ojos.
- Está bien tener miedo. – me dice, levantando mi rostro, repitiendo las palabras de mi madre, en aquella simulación. – ¿Me oyes? Todos estamos familiarizados con ese sentimiento. Es natural. Que seas osada, no significa que no debas tenerlo. – seca mis lágrimas con sus pulgares y me sonríe. – Te quiero, y verás que todo saldrá bien. Todos saldremos vivos de ahí, porque estamos haciendo lo correcto. No voy a abandonarte, te lo prometo.
- Gracias. – le digo, y lo abrazo de manera fuerte, como queriendo aferrarlo a mi cuerpo. Daría lo que fuera por escapar con él, en este momento. Él me repite en mi oído, "te quiero, te quiero, te quiero", y yo no hago más que sollozar.
- Tus padres estarán orgullosos de ti, al igual que yo.
- Te quiero. – lo beso en sus labios.
- ¡Oigan, tórtolos! – dice Ariana, y me recuerda al primer día que la conocí. Cuando Peter y yo, estábamos abrazados y ella nos avisó que debíamos saltar, para caer a la azotea del Pozo. – ¡No tenemos todo el día! ¡Apresúrense!
- Ya vamos. – contesta Peter, y se vuelve hacia mí. – ¿Mejor?
- Sí, gracias.
- Es inevitable reconocer tus mentiras. – sonríe, acariciando mi mejilla y me hace esbozar un gesto parecido a una sonrisa. – No te separes de mí.
- Bien. – cierro la puerta y emprendo el camino.
Ambos vamos tomados de la mano, y con la que me queda libre limpio mi rostro. Caminamos a través del huerto hacia el claro, donde se guardan las camionetas. Johanna Reyes está sentada en el capó de una de éstas, con las llaves colgando de los dedos. Tras ella, espera un convoy con personas dentro de los autos, ya todos están listos y me miran expectante, Johanna tiene una sonrisa en su rostro, como si estuviera en completa paz conmigo. Salta del capó y viene hacia mí.
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Una historia Insurgente
FanfictionVamos en el tren, camino a Cordialidad. Supongo que ahora no importa si soy “Maud la veraz”, o “Maud la osada”… soy Divergente, y no pertenezco a ninguna Facción. Soy libre y perseguida a la vez, con dieciséis años, soy toda una fugitiva. Dejo una g...