Él tira de una puerta y me hace entrar. Es una nueva habitación. Grande, con pantallas a lo largo de la pared posterior, luces azules brillando justo por encima del suelo y filas de bancos acolchados en el centro. Peter me indica que me siente en uno de esos bancos y él se queda a mi lado izquierdo. Recuesto la cabeza en la pared, aunque en realidad, quisiera recostarla sobre su abdomen y que me hiciera caricias en el cabello. Espero por la nueva tortura que Jeanine Matthews, tiene preparada para Maud Austin.
De pronto, entra un erudito, quien menos esperaba ver. Es joven, lo bastante como para ser de nuestra edad. Tiene su cabello hacia atrás, pegado al cuero cabelludo, viste con saco y pantalón de tela, usa gafas y cuando se acerca lo reconozco, gracias a la luz. John. El chico que era mi compañero de grupo, en la escuela. Memorizábamos las lecciones y a él, le vino como anillo al dedo esta Facción, cosa que para ese entonces, yo no sabía que para mi talla, no había ninguna Facción adecuada.
- Ahora resulta que todos son traidores. – suelto, molesta.
- También me agrada verte de nuevo, Maud. Al menos, consciente. – me contesta, sonriendo con altanería.
- Eres parte de este juego sucio, ¿no es cierto? Tú también colaboras para que Jeanine mate a media ciudad. A los Abnegados y a los Divergentes... y ahora, a los abandonados.
- Debes comprender el por qué de esta situación, sé que lo haces. – dice, apacible.
- Quítate esa máscara de devoción, John. No te va. Sabes mejor que nadie, que ni tú te crees este nuevo teatro que traes. Mira ese disfraz, esas gafas... te desconozco totalmente. – le digo, con gesto de asco. – Y, si yo fuera ajena a esta situación, es decir... si no me estuvieran torturando, y tampoco yendo tras de mí, como fugitiva, supondría que todo esto es envidia por parte de ustedes, "los normales", hacia los divergentes.
- No, Maud. Los Divergentes son el verdadero peligro para la poca civilización que queda.
- Qué rápido te ha lavado el cerebro Jeanine. Me das asco. Todos los eruditos... siempre los odié.
- No se trata sólo sobre Erudición, sino sobre todo el mundo. Todas las Facciones. – me dice, con suma tranquilidad, sosteniendo un panel con sus manos hacia adelante. – La ciudad entera... y, lo que hay fuera de la valla.
- ¿Fuera de la...? – comienzo, pero sólo de decirlo, me sigue pareciendo sin sentido.
¿Cómo es que todas esas pruebas sobre mí, la muerte de los abnegados, y esta guerra tienen que ver con lo que hay fuera de la valla? Mis pensamientos se ven interrumpidos porque Jeanine y su séquito de cerebritos entran a la habitación. John se les une, y charlan sobre algo que no logro comprender.
- ¿Sabías algo de la valla? – le pregunto a Peter, entre dientes, para que Jeanine no note que hablamos.
- Nada. – me dice, con el ceño fruncido.
- Esto es más confuso, cada vez.
- Veamos los resultados. – anuncia Jeanine.
John se dirige a las pantallas, presiona algo en la parte delantera de la sala y entonces se ilumina el ambiente con las luces de las pantallas. Palabras y números las llenan.
- Hemos descubierto algo muy interesante, señorita Austin. – me dice ella, con súbita alegría. – Tienes abundancia de un tipo en particular de neuronas, llamado: neuronas espejo. – se voltea hacia su público erudito. – ¿Alguien quisiera explicarle a la señorita Austin, exactamente, qué hacen las neuronas espejo?
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Una historia Insurgente
FanfictionVamos en el tren, camino a Cordialidad. Supongo que ahora no importa si soy “Maud la veraz”, o “Maud la osada”… soy Divergente, y no pertenezco a ninguna Facción. Soy libre y perseguida a la vez, con dieciséis años, soy toda una fugitiva. Dejo una g...