No paraba de dar vueltas en el aire. Agitaba los brazos, tratando de agarrarse de las nubes. El viento le golpeaba la cara y revoloteaba su cabello. No paraba de gritar.
Dos semanas era toda su vida desde que tenía memoria, siendo perseguida por monstruos y mendigando. Por dos semanas, se había enamorado de alguien y lo arrebataron, justo cuando creía tener esperanza.
Hank, ¿por qué te fuiste? pensaba. Si hubieras estado aquí, conmigo, nada de esto hubiera pasado.
<No te puedes dejar por vencida. > resonaban las palabras de Hank en su cabeza. <Tienes que seguir luchando. Si la gente fuera así, nada de esto estaría aquí. Nada de nuestra civilización sería posible. El ser humano suele ser muy peculiar. Esta lleno de asombro, repleto de sueños, y siempre alberga esperanzas. Por eso suele ser muy peligroso tanto para los monstruos y los dioses: siempre porta un arma peligrosa. Nunca lo olvides, Arquel, eres más valiosa de lo que piensas>.
Una enorme energía empezó a correr por sus venas. Estiró sus brazos delante de ella, resistiendo la fuerza de gravedad y rompiendo las leyes de la física. Apretó fuerte los dientes, mientras liberaba su poder. Pensó que iba a estallar, pero esa energía se transformó en algo más: en una clase de materia invisible que solo Arquel sentía en todo su cuerpo. Abrió los ojos lentamente y se sorprendió al ver que estaba suspendida en el aire. Las nubes pasaban tranquilamente debajo de ella.
Se limpió las lágrimas de los ojos. Se quedó quieta un rato, analizando todo lo que ha pasado, cuando resonó por los aires un rugido.
Tenía que irse volando, literalmente. Trató de moverse. Dio la vuelta, pero terminó girando en el sitio una y otra vez. Estiró las manos, deteniéndose. ¿Cómo funciona esto? En lo fondo de su conciencia, había una sensación, una vocecilla que le decía qué tiene que hacer. ¿Era posible que estuviese recordando algo? ¿Clases de vuelo tal vez? No le llegaba bien el mensaje, tanto que parecía estar esfumándose.
Justo, un monstruo salió de las oscuras nubes. Era una criatura alada, pero sin tener el cuerpo de una ave. Su pelaje era dorado, de forma felina. La criatura tenía tres cabezas: la de un león, una cabra y un dragón. Y su cola era una serpiente verde, que no paraba de agitarse y gritar, como si odiara volar. Como siempre, Arquel pudo reconocer al monstruo sin ni siquiera haber escuchado de él: sabía que era la Quimera.
Arquel trató de moverse, pero le era inútil. La Quimera se lanzó hacia ella, dispuesta a comérsela. Antes de que sus garras la alcanzaran, se tiró para atrás. Empezó a descender. Pensó que había perdido la concentración y empezaba a caerse, pero cuando se enderezó, volvió a quedarse quieta. La Quimera se quedó impresionada, pero no por mucho tiempo. Volvió a ir tras ella. Esta vez, en la boca del dragón brillaba fuego. Arquel extendió los brazos hacia adelante, pero en forma de superhéroe, y se impulsó con las piernas usando su energía invisible. Salió disparada como una bala, superando la velocidad de la Quimera, que no paraba de lanzarle bolas de fuego.
Arquel supo que él había hecho cenizas la barcaza de esos chicos. Esquivaba el fuego y trataba de quitarse al monstruo haciendo maniobras evasivas. Se sorprendió a si misma sabiendo de esas cosas. ¿Habré practicado eso en mi anterior vida? ¿Quién me habrá enseñado?
Una bola de fuego la alcanzó. Por suerte, el fuego no le hizo casi nada. Perdió el equilibrio y cayó al suelo, como un meteorito. Enormes trozos de tierra y césped volaba. Arquel se dio cuenta que había formado un cráter en medio del bosque. Otra particularidad suya: una resistencia sobrenatural a cualquier cosa.
El fuego de su ropa empezó a apagarse cuando la Quimera descendió. Se posó tranquilamente al borde del cráter. Se acercó lentamente hacia ella, mostrando los colmillos. Hasta la cabra se veía amenazante. La serpiente pasaba sobre sus cabezas, observándola atentamente. Avanzaba medio indesiso, como si le tuviera miedo. Fue cuando la serpiente le habló a Arquel.
-No sssabemos como nuessstra madre no lo sssupo, pero le complassscerá tu muerte. Un essspécime como tú esss único, algo jamásss vissto.
Arquel aprovechó su habladera para distraerlo. Usó sus poderes de luz para cegarla . Aunque el ataqué fue dirigido solo a la serpiente, las otras cabezas gimieron. Salió del cráter y corrió hacia el bosque. Pudo escuchar los gritos de la serpiente.
-¡Misss ojossss! ¡Maldita sssseas criatura divina! ¡Pagarásss esta ossssadia!
Arquel no paraba de correr. Apartaba las ramas y saltaba las raíces, aunque era algo difícil usando zapatos de tap. Por todo el bosque se escuchaba el rugido de la Quimera. Esperaba que no hubiese ningún mortal, así nadie saldría dañado, y no lo usarían como cebos, como la última vez.
Había doblado en un árbol y se detuvo. Reposó sobre el tronco y trató de recuperar el aliento. Estaba considerando irse volando cuando la asustó el chico. Aparte de gritar, le había dado un puñetazo en el cachete. El tipo de tiró al suelo, gritando del dolor. Llevaba una camiseta anaranjada y unos shorts azules. Se levantó frotándose la mandíbula y mirándola con ojos verdes marinos, llenos de odio, y un poco de sorpresa.
-¿Cuál es tu problema?
Arquel trató de articular las palabras cuando se percató de la espada: era de bronce, y emitía un brillo. Supuso que era una de esas espadas mágicas. El chico se dio cuenta que observaba su arma.
-Un momento, ¿la puedes ver?
Arquel asintió lentamente. Y apareció una revelación. ¿Qué hacia él en medio del bosque con una espada de bronce celestial? Recordó lo que le había dicho Hank respecto a los muchachos del campamento: suelen llevar una camiseta naranja, y casi siempre andan en misiones o pelean contra monstruos.
-¿Campamento Mestizo?-preguntó Arquel, señalando su camiseta.
Asintió, con la cara llena de confusión. Entonces, una bola de fuego convirtió el árbol en astillas. Los dos se tiraron al suelo cubriéndose. Arquel pudo ver a la Quimera muy enojada, pero no parecía ir hacia ellos. No paraba de dar vueltas, agitándose como un toro de rodeo, tratando de votar a la chica de su lomo. Tenía el cabello rojizo, parecía mucho mayor, y llevaba puesta una camiseta del campamento debajo de su chaqueta de cazadora. Se sostenía de la serpiente como una rienda.
El otro campista se paró con torpeza. Se inclinó a Arquel y le dijo:
-Quédate aquí.
Ella asintió, impresionada de que hubiese encontrado a otros semidioses. Se fue corriendo hacia la Quimera, mientras que llamaba a la chica "Clarisse". El chico iba a la panza del monstruo, clavándole la espada sin resultados. Clarisse hacía lo mismo con su lanza. Nada daba resultado, excepto de que la Quimera esté provocando un incendio forestal. Arquel supo que no serviría ni una bala de cañón hecha de bronce celestial.
-¡No servir!-trató de advertirles, pero con su mala conjugación hizo que el chico se volteara confuso.
-¿Qué?
Justo la cabeza de cabra lo envistió y lo mandó fuera. También logró quitarse de encima a Clarisse. Los ojos de las tres cabezas se dirigieron hacia Arquel.
-¡Matadla!-ordenó la serpiente.
Arquel corrió a toda velocidad. La Quimera con un solo aleteo estaba a mitad de alcance. El otro mestizo se interpuso en su camino y le gritó:
-¡Aquí estoy! ¡Enfréntame!
Pero el monstruo lo derivó de un golpe y continuó persiguiendo a Arquel.
Piensa, piensa. Pensaba en irse hacia los árboles cuanto la Quimera escupió una hilera de fuego a su lado. Hizo lo mismo hacia el otro lado. Creó un sendero bordeado por enormes llamas de fuego. Solo tenía un gigantesco árbol en medio de su camino. Y a Arquel se le ocurrió una idea. Si el bronce celestial no lo pueda matar, quizás...
Continuó corriendo. Le faltaba mucho oxígeno en su cuerpo y estaba muerta de cansancio, pero igual se atrevió a usar sus poderes al máximo. Uso su poder de luz. La energía fue tan poderosa que provocó un rayo que partió el árbol del camino en dos. Su mitad se estaba cayendo de lado, justo en el momento ideal. Arquel se tiro al piso, al momento que disparaba a la Quimera. Le provocó una enorme quemadura en su pecho, e hizo que girara miles de vueltas, desviándose hacia el árbol. Se estampó contra la parte rota del árbol. Le sobresalía del lomo estacas gigantescas de madera. Pero no pasó ni minuto antes de que el monstruo estallara y se convirtiera en polvo dorado.
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La chica de dos mundos.
FanfictionArquel. Una chica de lo poco común, y de lo muy poco. Una de sus sorpresas de la vida es que resulta ser una semidiosa (aparte del anafaltebismo, el poco manejo del habla y amnesia). Y va en busquedad de un refugio para personas como ella: un campam...