VI. Annabeth

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-¡Percy!- lo llamó Annabeth al verlo.

Estaba tratando de levantarse. Su ropa echaba humo y parecía tener un corte en la frente. Annabeth lo ayudó a pararse. Gimió un poco, pero estaba feliz de volver a verla.

-¿En qué pensabas cuando te enfrentabas solo a la Quimera?-le regañó.

-No fui solo yo. Clarisse también estaba- Percy la señaló. 

Su novio la sujetaba, revisando sus heridas mientras se quejaba.

-Igual. Percy, por favor no vuelvas a hacerlo. ¿Me lo prometes?

-Annabeth, es imposible que un semidiós como yo cumpla esa promesa...- su sonrisa desapareció. -¿Dónde está?

-¿Qué? ¿Qué cosa?

-La chica. Había una chica aquí. Traté de salvarla, pero la Quimera... ¡Maldición! ¿Dónde se habrá metido esa cosa? No importa. El punto es que había alguien más, otra semidiosa.

A Annabeth no le importaba mucho a aquella chica, es más, le ponía un poco celosa que Percy haya conocido a otra. Le preocupaba más la Quimera. ¿Cómo algo tan grande podría haber desaparecido? Recorrió el lugar con la vista. El fuego empezaba a consumirse en los árboles, dejando solo estelas delgadas de humo. Varios chicos se internaron en el bosque a perseguir a la Quimera. Fue cuando la vio.

-¿No es ella?-le preguntó a Percy.

Delante de un tronco, rodeado de polvo dorado, había una chica arrodillada. Fueron hacia ella. 

Y entonces le entraron los celos. Su cabello castaño le caía sobre los hombros. Sus ojos eran preciosos: de color ámbar, aunque estaban algo grises, como si la hubiese cubierto una niebla. A pesar de estar sucia y pálida, era bellísima. 

El resto de chicos que se acercaron también se quedaron pasmados con su belleza. Percy no parecía tan afectado, suerte para Annabeth. Le hicieron miles de preguntas, como "¿quién eres?", "¿te encuentras bien?", "¿cómo llegaste aquí?", "¿viste al gigantesco monstruo?". Pero claro, Annabeth era la única que le hacía preguntas inteligentes; el resto de los chicos le preguntaba "¿tienes novio?", "¿estás ocupada este fin de semana?" y esas estupideces. Pero la chica no respondió a ninguna de sus preguntas. Se quedó temblando todo el tiempo.

-Parece estar en shock- dijo Annabeth. -Hay que llevarla al campamento.

Ella y Percy la levantaron con dificultades: no paraba de irse de un lado a otro. Parecía una de esas muñecas de trapos. Respiraba de manera irregular. No estaba ni muerta ni viva. Muchos chicos se ofrecieron voluntarios para llevarla, incluso el novio de Clarisse (que luego recibió un golpe en la cabeza). Al final, casi todos los muchachos la llevaron sobre sus hombros, como a una reina.

Llegando al campamento, más chicos y sátiros se ofrecieron voluntarios para llevarla a la enfermería.

-Ya, ni se pasen- se quejó Clarisse. -Creo que con seis personas podemos llevárnosla.

Annabeth coincidía con Clarisse. Ya era el colmo que esa extraña recibiera más atención que cualquiera con tan solo dar un paso. Ni las hijas de Afrodita obtienen eso. Pero se alegraba que Percy no estuviera así de hipnotizado.

En la enfermería, se encontraron con Grover. Hace un buen tiempo que no veían a su buen amigo sátiro.

-Chicos- Grover les dio un fuerte abrazo a los dos. -Oh, por cierto Percy, Quirón quiere...- se detuvo al ver a la nueva chica. 

No paró de verla, incluso ya adentro, mantuvo la vista en la puerta. Annabeth tuvo que chasquear los dedos para sacarlo de trance. 

-¿Ah? ¿Qué? ¿Cuándo?

La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora