XII. Piper

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Sintió unos dedos acariciando su cara. Cuando abrió los ojos, por poco se mata del susto. 

Era un sujeto con un pico de cuervo, pero del tamaño de un tucán, con unos ojos de reptil verdes. Su cuerpo era normal, excepto por las gigantescas alas a su espalda. Llevaba unos jeans negros, con una camisa y una chaqueta de cazador que combinaba, y tenía un permanente negro. 

Volvió a acariciarle el cachete de Piper, pero ella trató de apartarse.

-Hay, perdón- dijo el hombre pájaro con voz dulce. -No te quería despertar.

Piper trató de moverse, pero le era imposible. Unas telarañas gruesas la mantenían sujetada a la pared de la caverna. El lugar olía a humedad y a perro muerto. Vio en el otro lado varios huesos entre pieles de serpiente y telaraña. Había toneladas de telaraña cubriendo la guarida. Enseguida, supuso lo peor. 

El pajarraco no paraba de acariciarle la cara y arreglar su cabello cuando una voz furiosa lo llamó desde el fondo de la caverna:

-¡Gelono! ¡Ven!

-Si me disculpa, mi amada, tengo unos asuntos que atender.

-¿Tú qué?- replicó Piper.

Antes de marcharse, Gelono le acarició con su pico y agregó:

-Tu cabello huele rico.

Y se fue volando hacia la oscuridad.

Piper trató otra vez de liberarse. Entonces, algo la arañó.

-¡Ay!- gimió.

En su muñeca había unos rasguños, parecidos a los que hacen los gatos en las cortinas. Una pequeña gota de sangre brotaba de ellos. Encima vio a un hada negra terrorífica. Su piel parecía estar hecha de brea seca; era tan delgado que se le podía ver los huesos, y sus ojos eran blancos con una pupila vertical; estaban acompañados de una sonrisa demoniaca, de dientes filudos. 

Se fue volando en frente de las narices de Piper, aterrizando en el hombro de su compañero de celda y mordiéndole el cuello. Piper no se había dado cuenta de su presencia.

Estaba inconsciente, y más bañado en telarañas que ella. Supuso que su piel era del color del chocolate, pero era difícil saberlo con esa palidez. No paraba de temblar su labio, murmurando bajo. Su ropa estaba hecha jirones y tenía varios rasguños y mordidas de esas criaturas. Un líquido verde salía de los mordiscos. Miles de bichitos no paraban de morderle, incluso le quitaban un poco de carne.

-¡Oigan-les grito Piper-, déjenlo en paz!

Solo un par se limitaron a rugirle furiosos en respuesta. Después prosiguieron con su trabajo.

De repente, se escuchó una risa malvada. Parecía que provenía de todas partes. De la oscuridad, emergió una figura monstruosa. Una mujer bella, de piel morena y una sonrisa maliciosa, avanzó zigzagueando con su enorme cola de serpiente. Cualquier mortal confundiría su piel con un vestido estampado de escamas de reptil, pero Piper sabía que era real, desde la punta de la cola hasta encima del torso. Su cabello era de un liso perfecto, negro como sus pupilas de reptil y el iris verde. Sus uñas eran unas garras largas pintadas de esmalte verde, y llevaba unas muñequeras de metal. 

Avanzó lentamente hacia Piper, que le empezaba a entrar el miedo. Acercó su cara más que suficiente, tanto que estuvieron a centímetros. 

-¿Tu sabes quién soy, querida?- preguntó de forma juguetona.

Piper tartamudeo al contestar, buscando alguna respuesta. Temía que le hiciera daño, como a ese chico. La mujer volvió a reír.

-Hay, querida, ustedes los semidioses son tan simpáticos.

-¿S-sabes quién soy?-dijo espantada Piper.

Con su garra, le hizo un corte en el cachete a Piper. Ella gemía mientras que esta se chupaba el dedo, saboreando la gota de sangre, como si fuera vino.

-Tu sangre es muy especial, querida. Provienes de una tribu antigua, a la cual ya casi nadie conoce. Cherokee, diría. Pero no solo eso. Tu sangre proviene de los tiempos más antiguos, incluso antes del olimpo. Sangre de una diosa, la más vieja de todas. Afrodita, ¿no?

Se rió a gusto. Le hizo también un corte al chico, desde el interior del labio. A él le sangró más que a Piper. Pero ella se sorprendió al ver la sangre: Tenía un poco de dorado. Icor, sangre de inmortales. 

Los bichitos empezaron a tomar del hilo de sangre, deseosos de probarla, pero la mujer los apartó. Con un frasquito lo llenó de su sangre.

-Pero esta variedad es mucho más especial. Es lo más cercano que he conseguido de los dioses. Aunque no sea un griego, bastara.

-¿A qué te refieres?

La mujer se apartó. Silbó, llamando a alguien. Dos figuras se vieron en las sombras. Solo una salió, la otra se quedó en la oscuridad. Era un humanoide con las patas traseras a un tigre, y cabeza también. Llevaba unos pantalones militares pero con el estampado de tigre, y un polo negro. A pesar de ser un felino, sus ojos eran de reptil, iguales a los de la mujer. Se detuvo a su costado y recibió el frasco con sangre.

-Hijito, por favor llevaló a la bodega.

El hombre tigre obedeció y volvió a la oscuridad. La mujer serpiente se estaba retirando, pero se detuvo y le dirigió la palabra a Piper por última vez.

-Por cierto querida, mi nombre es Equidna.

Después, se dirigió a la otra figura en la sombras y le asintió con la cabeza. Cuando Equidna se fue, la otra salió a la luz: una gigantesca viuda negra con cabeza de mujer.


La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora