Su pequeño amiguito había muerto en sus brazos. La tenue luz del sol dejaba un leve brillo sobre los ojos sin vida del ciervo. Sus últimas palabras fueron: "tengo frío". Metió su cabeza entre los cuernos del animal, llorando y abrazándolo con fuerza. Parte de sus ropas estaban machadas de sangre fresca. Estuvo toda la noche a su lado, esperando el momento. Hank la buscaba con desesperación en el bosque. Pero Arquel no estaba de humor para lidiar con él.
El sol estaba al tope. Hank estaba por largarse del bosque. Ya no le interesaba Arquel. La amargada se fugó, dejándolo solo. Recogió sus cosas y se marchó. Pero en medio de su caminata por el bosque, algo le llamó la atención.
Escuchó varias pisadas, de cientos de animales. Una sombra apareció sobre él: un venado. El animal no lo vio, y cruzó el bosque. Hank lo siguió, hasta terminar en un campo abierto, de césped verde y largo. Al fondo estaban unos cuantos árboles que bloqueaban la vista a la carretera. Y en medio de eso habían ciervos: grandes, de colores intensos y fuertes. Una manada, o una docena. Los machos tenían astas grandes, pero había uno que los tenía más grandes que otros.Las hembras estaban acompañadas de sus parejas y sus bebés. Y en medio de todos ellos, acariciando al jefe, estaba ella.
-Arquel- dijo.
Todos los ciervos voltearon la cabeza, incluso los bebés. Hubo un largo silencio, nadie movía un dedo. Después de un momento de incomodidad, Arquel pasó entre los animales hasta llegar en frente de Hank. Sus ropas estaban cubiertas de sangre y sus ojos lo miraban melancólicamente.
-¿Estás bien?- le preguntó Hank, señalando la sangre.
Ella no le dijo nada, solo el silencio frío. Su expresión no mostraba nada. Sus ojos se movieron hacia la mochila de Hank. Fue cuando habló:
-¿Te vas? ¿Me abandonas?
A Hank le vino un enorme reproche. Si hubiera tenido más paciencia, solo un poco... Se inventó una excusa en el momento.
-No, no. No quería dejarlas allí. No sea que luego las pierda.
-Ah- contestó ella fríamente.
Un par de ciervos se acercaron a ella. Arquel giró hacia uno de ellos, inclinando hacia un costado la cabeza. Le devolvió la vista hacia Hank, pero sus ojos brillaban como el fuego.
-Sí, fue él.
-Yo no dije nada- dijo Hank confundido.
-No tú- lo interrumpió. -Él me pregunta -señaló al venado a su costado- si tú lo mataste.
Le tomó un poco de tiempo comprender la situación. Al parecer, Arquel tenía la habilidad de hablar con los animales. Y cuando se refiere a "él", se refiere al venado de anoche. Por eso tanta sangre. Sintió una pesadumbre en su interior. Se acercó un poco hacia ella, con lentitud.
-Perdóname. Yo...
-¿Por qué?- le dijo Arquel, con lágrimas en los ojos. -¿Por qué?
-Yo... solo cazaba. -Ella lo miró confundido. -Significa- se explicó- que persigues a una presa para ma...conseguir algo de ella.
Eso no ayudó mucho. Sus ojos brillaron con mayor intensidad, y su cara empezó a ponerse roja de furia. Se acercó con velocidad a Hank y lo jaló desde su remera.
-Era inocente- le dijo. -Y lo metaste. ¿Por qué?
Hank no sabía que decir. Estaba confundido, y no sabía por qué. Siempre tenía una respuesta, una solución, como hijo de Atenea, pero no sabía cómo reaccionar ante ella.
Pero no tuvo nada que hacer. Arquel dejó su remera. Apoyó su cabeza sobre su pecho, y dejó que las lágrimas cayeran lentamente por sus mejillas. La manada de ciervos empezó a retirarse: no querían ser la presa de un cazador.
Hank, sin saberlo, había sido perdonado, porque ella lo amaba.
*****
El sol salía. Pasaron solo dos horas de caminata. La niebla cubría los cielos, pero había un hueco que permitió pasar la intensa luz. Los árboles cobraron más vida. La nieve brillaba. Una pequeña ráfaga de sol para un largo invierno. Ese amanecer le daba en cierta forma las fuerzas necesarias. Al fin encontraron un sendero. Lo siguieron hasta terminar casi en la autopista, y por un costado, vieron la silueta de una ciudad.
-Vamos- le dijo en griego antiguo a su prisionero. -Solo deja de quejarte durante el camino. Espero no ver a ningún otro compañero tuyo.
-¿Eh?- dijo el Chico Escorpión confundido. -¿Otro compañero?
-Ya sabes, tu amigo el lobo blanco. ¿No me digas que fue coincidencia que me atacaras después de él, o sí?
No dijo nada mientras la arrastraba por el bosque, paralela a la autopista. Aunque Arquel estaba completamente equivocada. Él vino solo. El Lobo era de alguien más.
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La chica de dos mundos.
FanfictionArquel. Una chica de lo poco común, y de lo muy poco. Una de sus sorpresas de la vida es que resulta ser una semidiosa (aparte del anafaltebismo, el poco manejo del habla y amnesia). Y va en busquedad de un refugio para personas como ella: un campam...