Despertó con un horrible dolor de cabeza.
-Ah, ya despertaste- le dijo Annabeth.
Los dos y Percy estaban atados, espalda contra espalda, en un pequeño círculo sentados en el piso. Encima de sus cabezas había un foco prendido.
Percy también estaba despierto.
-¿Cuánto tiempo estuvimos inconscientes?-le preguntó Nico a Annabeth.
-Ni idea-le contestó ella, forcejeando un poco las cuerdas. -No puedo creer que hayamos caído así de fácil.
-Ni si quiera nos dieron la oportunidad de pelear- comentó Percy.
-Ya eso no importa-dijo Nico.
Ahora estaba enfocado en escapar.
-¿Y tú espada, Percy?
-Allí mismo-señaló hacia adelante.
A unos siete metros, clavada en una sandía cortada, estaba Contracorriente.
-Bueno-continuó él-, supongo que podemos esperar...
De repente, se escuchó algo caerse.
-¿Quién anda allí?-Percy trató de ver a su carcelero.
De la oscuridad, unos ojos blancos brillaron. La criatura se acercó a la luz del foco. Era un niño. Su cabello era como de una paja rojiza, toda parada como un abanico. Tenía una mirada pícara, y de su sonrisa, salía unos dos dientes cuadrados grandes. Sostenía en sus manos un pedazo de sandía a medio comer, y su camiseta amarilla del zoológico de Nueva York estaba manchada.
-Em...-dijo Annabeth, sorprendida. -Hola chico. ¿Hay alguien más aquí?
El niño le escupió una semilla directo en la cara de Annabeth. Ella se quedó con cara de asco. En cambio, el chibolo no paraba de reírse.
-¡Qué maleducado eres!-le gritó ella.
-Tranquila, Annabeth- le dijo Percy. -Es solo un niño...
-¡Aaaah!-gritaron los tres a la vez cuando el balde de agua fría les cayó encima. Percy usó sus poderes para secarse, pero el resto estaba empapado.
Había un niño adelante de Percy, casi igualito al primero, pero con el cabello castaño y una playera estampada con un hipopótamo feo con lentes en un río. El chibolo llevaba un balde y se mataba de risa.
-¡Apenas me libere los haré papilla!-les amenazó Annabeth.
-Okey-dijo Percy-, ya se me acaba la paciencia.
-Oye- le replicó Nico-, tú no te quejes. Mira que estas sequito.
Y de la nada, apareció otro niño, pero se le implantó muy cerca de la cara de Nico. Le gritó "BUUU", con unos ojos morados saltones y abriendo un montón la boca, mostrando unos asquerosos dientes negros.
-¡Aaaa!-gritó Nico, tirándose encima de Annabeth.
El trío de mocosos maleducados empezó a reírse. Entre ellos hablaban un idioma extraño.
Nico estaba hecho una ira. Le habían pasado cosas embarazosas y horribles, pero nunca pensó en ser secuestrado por tres críos asquerosos que los molestaba por diversión.
Las cuerdas empezaron a humear un poco; si seguía así, podría librearse y darle un bueno golpe a esos mocosos. En medio de su furia les gritó:
-¡Ya verán, pedazos de porque-
-¡Hey!-lo interrumpió una voz adulta.
Los pequeños pararon de reírse. Bajo la luz del foco se pudieron ver unos pies peludos. El señor no quiso mostrarse más. Les dijo algo a los niños, y estos se fueron. Uno de ellos le dio un golpe en la nuca de Nico. Cuando protestó, una mano lo señaló.
-Cuidad mejor esa lengua-el señor lo regañó. -No se les dice a los niños palabrotas.
-¿Y usted es su padre?-le preguntó Annabeth.
-Es un poco obvio-le contestó.
-¿Acaso está usted llevando a sus hijos al trabajo? ¿Secuestrar personas?
-No, no a personas. Sino a griegos.
A Nico le vino un mal presentimiento.
-¿Usted no es parte de la Legión Romana, o sí?
El señor de la oscuridad se mató a carcajadas. Eso era un no.
Pero la risa fue interrumpida por una explosión. El secuestrador se largó, diciendo algo en el idioma extraño.
-Tenemos que irnos-dijo Nico.
Los tres se retorcieron en las cuerdas. Por suerte, Contracorriente volvió al bolsillo de Percy. Después de cortar las sogas, buscaron sus cosas y salieron.
Demoraron un buen tiempo en salir del edificio abandonado. El cielo estaba teñido de morado. Estaba amaneciendo.
-¿Ahora qué?-dijo Percy.
Había algo que a Nico le molestaba. Ese hombre no era griego ni romano, ¿entonces qué era? ¿Por qué los habrá secuestrado? Aparte, esos niños eran bastantes anormales. Ningún semidiós o persona viva podría hacer eso con la boca. Ese idioma era muy extraña. Le hubiera gustado averiguar más si no fuera por esa...
-Hay que ver qué provocó esa explosión.
Justo otra se escuchó.
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La chica de dos mundos.
أدب الهواةArquel. Una chica de lo poco común, y de lo muy poco. Una de sus sorpresas de la vida es que resulta ser una semidiosa (aparte del anafaltebismo, el poco manejo del habla y amnesia). Y va en busquedad de un refugio para personas como ella: un campam...