XXII.Arquel

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Después de eso, Arquel volvió en un estado de shock, por un tiempo corto.

...

Solo había oscuridad y viento. No escuchaba nada, hasta que los gritos estallaron. No paraba de dar vueltas y de caer. Algo la golpeaba varias veces, y la rasguñaba. Sentía que el aire se iba de su estómago. Había manos que trataban de agarrarla, evitar que cayera. En sus oídos estallaron gritos desenfrenantes.

Se despertó con un grito. Trató de recuperar el aire. Estaba empapada de un sudor frío. No paraba de temblar.

Hank se acercó y la mantuvo entre sus brazos. Ambos se balanceaban de atrás a adelante.

-Tranquila- le consolaba. -Solo fue una pesadilla.

Ayer anoche había pasado el incidente en Roswell.

Estaban ocultos en una cueva, fuera del alcance de la civilización. Cuando huyeron de la ciudad, Arquel cargo a Hank a sus espaldas, y con su súper velocidad, recorrió medio camino para irse del Estado. Acamparon durante la noche, para que Arquel recuperara energía y Hank se curara con ambrosía y néctar.

Ahora, Hank tenía sus dudas sobre Arquel. ¿Y si le estaba mintiendo? ¿Le estaba engañando? Al principio, la vio como una chica extraviada, con pérdida de memoria, inocente, ingenua y débil, alguien necesitada. Pero ahora....tenía un punto de vista diferente de ella.  

Desde que Arquel había mostrado sus poderes, Hank ya no confiaba mucho en ella. Nunca había visto a alguien destruir a un monstruo de esa manera. Ni si quiera los héroes de la Profecía de los Siete eran tan poderosos como para derrotar así a un cíclope. Y más con su súper velocidad, ya no sabía quién era. Pero era mejor estar con ella hasta llegar al campamento mestizo, si es que lo lograban.

Esa misma mañana, ya listos, partieron a la siguiente ciudad. Tomaron un bus para la siguiente ciudad. Después de seis horas de viaje, hicieron una parada en la ciudad de Lincoln, Nebraska, cuando en un mini súper pasaron un reportaje noticiero, donde ellos dos aparecieron como criminales. Al parecer, los mortales los habían visto matando a un sujeto disfrazado como un alienígena. 

Apenas lo policías de la ciudad los vieron, Hank y Arquel huyeron, robando otra patrulla. Cruzaron la frontera con Iowa y abandonaron la patrulla para buscar un refugio.

En vez de tener problemas con los monstruos, ahora tenían problemas con los humanos.

Hank le sirvió una taza de café caliente.

-Gracias- dijo ella, pero sin muchos ánimos de tomar. Esa vez, la pesadilla la había afectado mucho.

Arquel se envolvió más en su manta, para coger calor. Hank se sentó al otro lado de la fogata, abrigándose con su manta. Se quedaron un largo tiempo en silencio. Ella apenas tomaba sorbos de su taza. Hank quería decir algo, pero no se le ocurría nada. Ambos se quedaron viendo las llamas del fuego. Al fin, se le ocurrió.

-¿No quisieras contarme de...tu pesadilla?

Ella lo miró con sus ojo ámbares, ahora medio grises. Expresaba tristeza. 

-Yo...-dijo ella con voz ronca. -...no poder...

Arquel odiaba esa pesadilla. Era lo único que estaba al cerrar los ojos. 

-Yo no servir- continuo. -Ya no querer seguir. Adiós.

Dejó la taza en el suelo y se quitó la manta. Salió en silencio de la cueva, ignorando a Hank.

Ya había tomado una decisión. Dejaría en paz a Hank y continuaría sola su viaje. No lucharía otra vez. Si es posible, se entregaría a la policía y se iría a la cárcel. O quizás encuentre un puente donde tirarse. Bajaba con cuidado la ladera rocosa. Caminaba firmemente, ignorando los gritos de Hank. La luna iluminaba muy poco los bosques y las laderas verdes. 

Hank la detuvo. La hizo girar como un muñeco de trapo, y la agarró por los brazos.

-No me escuchaste- le dijo. 

Quería mirarle los ojos, pero ella mantenía la cabeza baja. 

-¿Qué fue lo que dijiste?

-Soy inútil- dijo ella entre sollozos. -Ya no querer vivir así. Yo... yo...

Más lágrimas estaban saliendo.

-Oye- le levantó el mentón-, no pienses así. No te puedes dejar por vencida. Tienes que seguir luchando. Si la gente fuera así, nada de esto estaría aquí. Nada de nuestra civilización sería posible. El ser humano suele ser muy peculiar. Está lleno de asombro, repleto de sueños, y siempre alberga esperanzas. Por eso suele ser muy peligroso tanto para los monstruos y los dioses: siempre porta un arma peligrosa. Nunca lo olvides, Arquel, eres más valiosa de lo que piensas. No eres inútil ni una carga, eres algo más preciado.

-Tú no entender...

-No-la interrumpió. -Lo entiendo perfectamente. Así fue como me sentía en el Campamento Júpiter: fuera de lugar, como una pieza sobrante en un reloj. Por eso me fui. No quería sentirme así- soltó a Arquel y se enderezo. -Creo que por primera vez, si llego al Campamento, me sentiré completo, y tal vez tú también.

Le limpió una lágrima. Arquel ahora se sentía medio torpe.

-¿Me prometes que seguirás? ¿Qué no te rendirás?

Arquel se quedó un rato en silencio, tratando de volver en sí, hasta que contestó:

-Sí, prometo.

Hank sonrió. La rodeó con un brazo y ambos volvieron a la cueva. Él ahora estaba más tranquilo. Su arma contra los monstruos estaba asegurada.

...

Al abrir los ojos, a Arquel le cayó una gota de sangre. Carter levantó la vista, y les dijo al resto que estaba despierta. Sadie estaba sorprendida: sus manos estaban manchadas con la sangre de Arquel. Seguramente habrá querido sanarla. Amos y la otra chica de ojos ámbar estaban igual de sorprendidos.

-¡Imposible!- se escuchó un grito.

No muy lejos, estaba parado el Gigante arquero. Arquel pudo ver mejor sus ojos: dos esferas mecánicas de bronce. El Gigante cargó su arco, pero Amos, apuntando con su báculo, gritó un conjuro, haciendo estallar el arma del gigante. El Gigante sacó otro arco de repuesto, también de poleas, y apuntó a Amos.

-¡Nooo!- sin pensarlo, Arquel se interpuso.

La flecha negra le dio en el brazo. Los demás fueron a socorrerla, pero varios lobos la rodearon. El Gigante avanzó lentamente hacia ella, sacando un gran cuchillo.

-Tú no deberías vivir- le dijo, con una mirada furiosa.

Arquel se arrancó la flecha el brazo. Enseguida más sangre se derramó. Varios lobos retrocedieron, asustados.

-Lástima que no haya un semidiós que te pueda ayudar a vencerme- lo dijo con una sonrisa. -Pero tú sola, eres inútil.

Arquel no quería escuchar su charla. Recordó esas palabras que Hank le dijo una vez. <Muy peligroso tanto para los monstruos y los dioses>. 

Una energía brava recorrió su brazo. Calvó la flecha al suelo. Nada pasó por un momento. Pero pronto, las gritas se volvieron doradas, y se fueron extendiendo por toda el área. Los lobos retrocedieron asustados, incluyendo al Gigante, y los hechizeros.

-Pero qué demonios haz hecho...- empezó a maldecirle el Gigante cuando el piso se quebró.

Todo el mundo cayó en la oscuridad: los lobos, los babuinos y sus amigos. Una fuerza inexplicable los arrastraba a todos. La luz empezó a desaparecer, dejándolos a oscuras. 

Arquel tenía un horrible presentimiento. Algo le decía que terminaría en otro lugar. Uso un poco sus poderes para estar a la altura de los Kane. Odiaba hacerlo, pero se deshizo de sus babuinos con un chasquido. Ahora, estaban acompañados de escombros cayendo. Algunos grandes y pesados caían encima de algunos lobos. 

Arquel usó toda su energía para hacerlo. Nunca lo había hecho antes, ni si quiera sabía cómo lo sabía hacer, pero a unos veinte metros debajo de ellos se abrió un espiral celeste brillante: un portal.


La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora