VIII. Arquel

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Arquel seguía sin creérselo. Se encontraba en el Campamento Mestizo. 

El sátiro médico le dio néctar, una sustancia esencial de sanación para los semidioses. Al probarlo, estalló en su boca miles de sabores: un delicioso lomo saltado peruano bañado de cebollas; el delicioso sabor de los caracoles franceses; el queso crema y el chocolate de tiramisú; huevos cocidos, con un toque de sal. El sátiro le advirtió que no tomara mucho. Sin darse cuenta, Arquel estaba a punto de terminarse su vaso. 

Reposó un rato en la enfermería. Su médico trató de curarle sus moretones, pero se sorprendió al verla intacta. Arquel no quería presumir su factor de curación. Es más, pensaba que era mala idea contarle a alguien su secreto. Recordaba bien la primera vez la vieron usándolos. Sin importar sus razones, la multitud enloqueció al ver sus manos prendiéndose. 

Odiaba a la Niebla, sino la gente hubiera estado agradecida por salvarlos de ese cíclope. Lo único que estaba haciendo era rescatar a Hank antes de fuese aplastado. El mundo los veía como criminales, pero a Arquel como a un fenómeno. Había expuesto su poder en frente de tantos mortales. 

Apartó el recuerdo, concentrándose en la realidad. El médico sátiro le dijo que si no tenía ningún molestar, podía irse. La acompañó hasta la salida, donde esperaba un joven sátiro.

-Ho-hola-dijo nervioso. Se dirigió al médico:- Gulyfoid, Quirón me pidió que le mostrara el campamento a la chica nueva.

Arquel se quedó fascinada con el campamento. Grover, su guía, le explicó un poco como era el lugar.

-Tenemos muchos torneos al año. Entre ellos, peleas en la arena, escaladas en el muro de lava, carreras a muerte. Y esas cosas por el estilo.

A Arquel le encantó la playa, de una orilla tan limpia y aguas cristalinas. Saludó a un par de campistas que remaban en una canoa. Un par de ninfas se acercaron para darle la bienvenida con unas dianas hechas de flores azules. Eran muy simpáticas. A pesar de hablar mal, a ellas no les importaba mucho. Antes de retirarse ya se había convertido en amiga de un par de ninfas.

-Em... ¿tú tienes algún problema al hablar? 

Arquel hizo una seña con la mano, indicando más o menos.

Le gustó mucho el bosque. Le pareció muy interesante que vivieran criaturas fantásticas allí. En el camino, vio una sombra moverse entre los árboles. Cerca de una copa, se asomó una cabeza felina de ojos caninos, pero juguetones. Parecía que quería jugar a la pelota. 

La arena de batalla era grande. Pero la sorprendió ver a un gigantesco perro rascándose el cuello. Cuando se apoyó sobre la cerca, el perro reparó en su presencia. Se abalanzó sobre ella, llenándola de baba.

-Ya es suficiente Señorita O'Leary.

-¿Séñorita O'Leary?-preguntó Arquel mientras le rascaba las orejas.

-Es la mascota del campamento, se podría decir. Y se dice Señorita.

Se quedaron un rato jugando con la perra, lanzándole escudos como frizbis o rascándole la panza. La Señorita O'Leary lo disfrutaba como nunca. 

Después, pasaron por las cabañas. Eran veinte cabañas grandes y bellas en un círculo. Varias tenían un diseño diferente: una era blanca con un búho en la entrada, otra negra con calaveras decorando la entrada, una cubierta de flores en el tejado, y muchos así.

-¿Y las cabañas?-le preguntó con un poco de dificultades a Grover.

-Ah, son las cabañas de los hijos de los dioses, o sea, de los semidioses. Cada una representa a un dios, desde Zeus hasta Iris. En cada una viven sus hijos, aunque claro, hay una cuantas deshabitadas.

-¿Y cómo... saben...si son hijos o no?

A Grover le costó un poco entender la pregunta. Arquel volvió a preguntar, pero agregando una palabra.

-¿Cómo saben si son sus hijos o no?

-Ah, bueno, su padre o madre divina lo reconocen con algún tipo de señal, como una llama reluciente sobre tu cabeza o con algo más extremo. Escuché que una vez a una hija de Afrodita le hicieron un cambio de imagen radical.

A Arquel le dio un poco de esperanza escuchar eso. Quizás su padre divino la reconozca. No le importaba si fuera algo soso como una notita, o exagerado. Solo quería saber un poco quién era. Aparte, tal vez le pueda contar algo sobre su familia o de ella. 

-Aunque, siendo sincero, parece un poco obvio que eres hija de Afrodita.

-¿Por?

-Em... como lo digo... ¡Hey!-llamó a un chico de una cabaña. 

Se acercó uno de cabello castaño, musculoso, pero manchado. 

-¿Tu qué piensas de ella?-Grover señaló a Arquel se pies a cabeza.

El chico asintió lentamente la cabeza, como si le hubiesen preguntado si quería una deliciosa rebanada de pastel.

-Esta ardiente...-pero su expresión cambio al darse cuenta de que lo dijo en voz alta.

Antes de corregirse, Grover le agradeció por dar su opinión y le pidió que se largara. Después, se dirigió a Arquel.

-¿Ves?

Le desanimó un poco ver eso. Arquel sabía que era linda. Incluso se sonrojo mucho cuando Hank le comentó eso, pero tampoco pensaba que era tanto al extremo como para que alguien le piropeara "Estas ardiente". 

Una vocecilla de decía que tal vez era probable que fuera de Afrodita, la diosa de la belleza y del amor. Sus hijos también eran bellos. Pero la desanimaba un poco que esa era su madre. Su vocecilla le decía que era alguien más. Alguien mucho más importante. Alguien...inesperado.

-No te preocupes por eso- trató de animarla Grover-, ya te reconocerán. Aparte, los dioses sí o sí tienen que hacerlo. Es parte del acuerdo. Pero por el momento te quedaras en la cabaña de Hermes.

Grover la dirigía hacia su nueva residencia, pero algo llamó la atención de Arquel. Se sintió atraída hacia una cabaña en especial. Una cabaña dorada decorada con ciervos en la pared y un arco cruzado con flechas sobre la puerta. Era hermosa, sin duda alguna. Debe ser de alguna diosa del bosque, supuso Arquel. Los decorativos lo demuestran. Pero algo la atraía, como si ella fuera un imán y la cabaña un inmenso metal. Artemisa... le vino de repente a la mente. ¿Cómo llegó a esa conclusión? ¿Era posible... 

No. Conocía un poco de su historia, y era imposible que ella fuera...

Caminaba con Grover acelerando el paso, temiendo aquella cabaña. Recién se había dado cuenta de que aquella voz en su cabeza era de alguien más.


La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora