Arquel tuvo problemas para respirar. Pensó que estaba muerta cuando sintió el olor a tierra entrar por sus fosas nasales. Sacó la cara de la tierra, recuperando el aire y recapacitando. Pronto recordó todo lo que ocurrió: los brujos egipcios, el ataque de Cerbero y de la Hidra, incluyendo su plan para meter al monstruo en su portal. Sí, eso no había funcionado muy bien. Lo último que había pasado fue que Arquel terminó dando miles de vueltas dentro de su portal. Después se desmayó.
Se levantó del suelo, quejándose de su cuerpo hecho papilla. Tenía varios cortes por la cara, pero casi todos estaban cicatrizando con rapidez. Eso sí, aún no se recuperó de las heridas por los flechazos. Su blusa estaba empapada de sangre seca y su herida del brazo estaba negra. Su poder para curarse no estaba surtiendo efecto.
Su mochila la había olvidado. En ese momento, aparte de no tener medicamentos o comida, tenía mucho frío. Trató de frotarse los brazos para entrar en calor, pero en ese momento hacía más de cuatro grados bajo cero.
Se encontraba en medio de un bosque, cubierto de nieve. Entre las ramas apenas la luz de la luna lograba penetrar. Aparte de la semidiosa magullada, hambrienta, cansada y congelada, nadie más estaba en el bosque. Al menos no otro humano.
Arquel se apoyó en el tronco de un árbol. Estaba demasiado cansada, pero usó un poco de su energía para prender sus manos. Ya tenía luz y calor. Se las froto sobre brazos y cara para calentarse un poco. No tenía nada para vendar sus heridas, y será una mala idea hacer tiras a apartir su blusa. Consideró en buscar ayuda. Si iba a alguna casa cercana... No, mejor no. Para empezar, ¿cómo explicaría toda esa sangre y heridas de su cuerpo? Y aparte, ¿cómo se los explicaría con su problema del habla? ¿Y si la reconocía la policía y la llevaban a la cárcel?
Entonces reparó en la nieve. Nunca antes había visto una gran cantidad. Solo con ese pequeño iglú en el Domo de Brooklyn. ¿Qué no se supone que deberían estar en verano, con un solazo?
Lo primero que le vino a la mente fue que había quedado atrapado por mucho tiempo en el portal, tanto que ya era invierno, pero concluyó que había viajado a un lugar lejano. ¿Pero qué tan lejos era? Teniendo en cuenta que en Estados Unidos era en verano y ella se encontraba con la estación opuesta, o sea el invierno, entonces debería estar al lado opuesto del país, es decir al otro lado del mundo. ¿Pero dónde? Solo había una forma de averiguarlo.
Emprendió la marcha, aunque le hubiera costado días salir del bosque. Se apoyaba de un árbol a otro. Sus rodillas le temblaban, y cada vez tenía más náuseas. Se demoró media hora en avanzar cien metros.
Fue cuando el perro la atacó. Arquel apenas pudo reaccionar a su ataque. Surgió de la nieve, saltando encima de ella. A pesar de ser un can de más de tres metros, se semejaba mucho a un lobo blanco, con colmillos blancos y ojos rojos. La criatura extendía sus garras sobre la chica. Arquel apenas pudo tirarse al suelo para evitarlo.
El Lobo Blanco la rebasó por mucho, pero logró rasguñarle en la. Después se revolcó en la nieve. Arquel trataba de levantarse, luchando para que sus piernas respondieran, y la sangre de su cachete caía en la nieve.
Arquel apenas logró apoyarse en un árbol cuando el Lobo Blanco estaba recompuesto y se lanzó al ataque. Esta vez no pudo hacer nada. La bestia estampó a la semidiosa contra el tronco, que se partió en dos. Ambos rodaron en la nieve hacia abajo. A Arquel le era imposible respirar con el peso del can sobre ella, las astillas del árbol clavadas en su espalda y con su costilla rota. Al fin se detuvieron, pero con una garra del monstruo sobre su cuello mientras que una gota de saliva bajaba por uno de sus colmillos. El Lobo parecía estar sonriendo, diciendo "fue muy fácil vencerte".
Aprovechando que su hocico estaba cerca, Arquel prendió su mano de luz y de propinó una bofetada, pero una muy fuerte. El can gimió del dolor, dejando de apoyarse sobre ella. Arquel le dio una patada en la mandíbula. Este se tiró al suelo. Del orificio de su boca había sangre roja derramándose, tiñendo la nieve de rosado. Y cuando se volvió hacia Arquel, el lado izquierdo de su cara estaba hinchado y rojo, con una mano estampada en medio, donde salía un poco de humo. Le gruñó a la chica, que pudo entenderlo perfectamente: "estás muerta".
Arquel quería lanzarle una flecha de luz, pero no tenía energía suficiente para hacer una. No pudo hacer otra cosa que un arco de luz. El Lobo estaba lo suficientemente cerca para que el arco le cortara encima del hocico, justo sobre los ojos.
Ya ignorando el dolor de sus piernas se echó a correr, tratando de evitar los gemidos y gritos del lobo. No quería ver toda esa sangre. Ese tipo de cosas le recordaba a su amiguito el ciervo... Apartó ese recuerdo y volvió a concentrarse.
Después de unos minutos creyó estar a salvo, pero igual continuó corriendo. Pronto escuchó el aullido del lobo. "Te encontré". Al fondo de los árboles, apenas visible por los troncos, había una mancha blanca. Cada vez se iba acercando hacia Arquel, aplastando las ramas ruidosamente y golpeándose de vez en cuando su cuerpo con un árbol.
Sí, el perro estaba ciego, pero su olfato lo ayudaba a cumplir su cometido.
La súper velocidad de Arquel no funcionaba bien con las piernas destrozadas, y la falta del aire hacía que viera todo oscuro. Su velocidad disminuyó, y el dolor explotaba sus articulaciones. El Lobo Blanco estaba ya muy cerca de ella.
Quizás este sería su fin, pero aún tenía un poco de magia para ganarle. Cuando el Lobo embistió contra ella, Arquel dio un gran salto, aterrizando sobre su lomo. El perro se sorprendió y empezó a sacudirla, igual que un toro en un rodeo. Arquel trató de agarrarse, pero los pelos se le resbalaban. Buscó entre su pelaje blanco algo con qué aferrase, y encontró una pita. Tiró con fuerza de ella. El lobo giro sobre sí mismo, tratando de morderla mientras le gritaba "¡hey! No hagas eso. Me asfixias". Varias gotas de su sangre roja cayeron a la cara de Arquel. Ella tiraba con fuerza de la pita, tratando de domar a la bestia salvaje. El rodeo y las vueltas, aparte de marearla, le dio tiempo para recuperar un poco de fuerzas. Su mano libre brillaba, hasta que una daga hecha de luz apareció y con ella la clavó en la cabeza del can.
No hubo grito ni suplica ni gemido. Todo terminó en un pequeño estallido.
Arquel aterrizó en la nieve sucia de barro, y los restos del perro-lobo se esparcían por toda la zona. Su mano estaba echando humo, su cuerpo le temblaba y sus tripas estaban mescladas. No pudo aguantarlo más. Se retorció en el suelo y echo el contenido de su estómago a la nieve. Nunca antes había vomitado: era asqueroso y repulsivo. Cuando terminó de...hacer eso, se recostó lejos de su...(ustedes entienden).
Respiraba profundamente, recuperando el aliento. Sus gotas de sudor se mesclaban con las de sangre. Parte de los rasguños en la cara estaban cerrándose, y escuchaba el crujir de sus costillas al regenerarse.
Recién se dio cuenta del collar en su mano. Era dorado, y bastante grande. Su dige era una pelotita del mismo color con un símbolo: dos arcos con una flecha cargada. Le pareció reconocerla...pero no pudo.
¿Qué significaba esto? ¿Acaso alguien le estaba enviando estos monstruos?
Sus pensamientos fueron interrumpidos. Escuchó una rama partirse. Había alguien más.
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La chica de dos mundos.
FanfictionArquel. Una chica de lo poco común, y de lo muy poco. Una de sus sorpresas de la vida es que resulta ser una semidiosa (aparte del anafaltebismo, el poco manejo del habla y amnesia). Y va en busquedad de un refugio para personas como ella: un campam...