Solo tenía un pensamiento. Calipso. Corría a través del campo de batalla. Igual que el resto de semidioses, trataba de huir de los monstruos.
Nadie sabe bien cómo pasó esto. En un solo parpadeo ya los monstruos habían traspasado los límites e invadido el campamento. Ni si quiera Quirón supo cómo fue posible.
Era casi igual que el Tártaro. Todo el lugar fue destruido, incluso el muro de lava estaba en llamas. Las bestias del bosque gritaban asustadas por los invasores. Las ninfas se asfixiaban por el humo y las llamas que devoraban sus árboles. Las arpías caían muertas como palomas cazadas. Todas las cabañas estaban en llamas, y los campos de fresas eran pisoteados. Los monstruos les tiraban redes a los campistas y se los llevaban lejos, para que nadie más los volviera a ver. Lo último que se escuchaba eran sus gritos de pánico.
Era inútil levantar una línea defensiva. Era muy tarde. Los guerreros del campamento hacían lo posible por matarlos, pero no podían hacerles ni un solo rasguño con esas pieles tan duras como el metal. Ni si quiera podían lanzarles algún hechizo. No quedaba otra que abandonar el campamento.
Pero Leo no podía irse, no sin su Calipso. La buscaba por todas partes, ignorando los gritos de sus compañeros y hermanos, tratando de aguantarse las lágrimas al ver su hogar destrozado. Cada vez que un monstruo se cruzaba, Leo prendía sus manos y le lanzaba una bola de fuego para ahuyentarlo. No valía la pena cubrirlo de fuego gasta carbonizarlo, ya lo había intentado. Era un desperdicio de fuerzas
Justo frente a sus narices un par de monstruos con cabeza de silbato corrieron hacia él, dispuestos a matarlo. Pero una gigantesca peluda mancha oscura los derribó. Era la Señorita O'Leary, peleando a zarpazos y mordidas contra el enemigo, defendiendo a Leo.
Se le acercó Rachel cocorriendo, junto a Grover, Travis, Connor y Clarisse. Ninguno parecía tener las mejores pintas.
-¿Te encuentras bien?-le preguntó Rachel.
-Sí, nada malo me pasó-dijo distraídamente. -¿Han visto a Calipso?
-No-dijo Grover, sorbándose la nariz.
-¿Qué te pasó?-le preguntó al sátiro. Tenía los ojos y la nariz roja.
Justo el chico rompió en llanto, apoyándose sobre Connor (¿o Travis?).
-¡Mira lo que haces!-le regañó el semidiós. -¡Me tomó mucho tiempo calmarlo para sacarlo de esa pila de rocas, y ahora tú lo vuelves a hacer llorar!
-¿Qué ocurrió?-esta vez les preguntó a las chicas.
-Fue...-dijo apenada Clarisse, temiendo lo que iba a decir. -Enebro.
Fue más que suficiente para que Leo lo entendiera. Nunca se le pasó por la cabeza que en medio de todo ese caos la novia que Grover quedara involucrada a la masacre de ninfas.
Sobre sus cabezas escucharon un rugido. Al levantar sus cabezas, vieron a Festo descender del cielo. Su jinete era Calipso.
-¡¡Suban!!-las llamó la muchacha.
Leo ayudó a todos a subirse a la espalda del robot. Iban a estar un poco apiñados, pero con cientos de cuerdas y correas no se iban a caer. Nadie más estaba con ellos. El resto de campistas había logrado escapar o ser capturado. Leo tomó las riendas, y Festo empezó a batir un poco las alas, para coger vuelo. Antes de despegar se dirigió a la Señorita O'Leary para recogerla con sus garras, pero una gigantesca red atrapó a la perra del infierno.
-¡¡¡NOOO!!!-gritaron los campistas.
Dos docenas de monstruos aparecieron. Varios se dirigieron hacia el dragón dorado. Un par con trasero de león y alas de alcón tiraban con fuerza de la Señorita O'Leary, mientras que esta peleaba. No tuvieron otra opción.
Festo salió disparado hacia el cielo, dejando atrás los restos del Campamento Mestizo. El dolor que los muchachos sentían era como si corazón se partiera. Hasta a Festo le dolía cada metro que se alejaban de su hogar. Todo lo que conocían fue pulverizado: el Gran Comedor, el Búnker 9, La Gran Casa, incluso el árbol de Thalia y la estatua de Athenea fueron destruidos.
Los muchachos no pudieron evitar llorar. Incluso la hija del Dios de la Guerra lloraba por haber perdido su hogar. Calipso abrazaba a Leo con fuerzas, tratando de consolarlo. Pero las palabras de Travis los interrumpió:
-Oigan, tenemos compañía.
Justo, detrás de ellos, los seguía un grupo de grifos oscuros malvados.
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La chica de dos mundos.
FanfictionArquel. Una chica de lo poco común, y de lo muy poco. Una de sus sorpresas de la vida es que resulta ser una semidiosa (aparte del anafaltebismo, el poco manejo del habla y amnesia). Y va en busquedad de un refugio para personas como ella: un campam...