XLI. Percy

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Él y sus amigos enloquecuieron. Nico había desaparecido. No lo encontraban por ninguna parte. Se habrá perdido durante el viaje por las sombras.

Annabeth estaba con la nariz roja y estornudaba. Percy le ofreció su chaqueta, pero ella se negaba. Todos estaban igual. Decidieron ir a un lugar para refugiarse del frío, antes de pensar cómo encontrarían a Nico y Arquel.

Por suerte no estaban lejos de un gran centro comercial. Al entrar ingresaron a la primera tienda de ropa que había y compraron casacas gruesas. De a poco iban entrando en calor. Se sentaron en una mesa para descansar las piernas, sin ordenar nada para comer.

Percy se moría internamente. Se sentía culpable por la desaparición de Nico. Ya había perdido a Bianca, no podía perder al otro Di Angelo.

-Nada de esto me gusta-dijo al fin Annabeth después de una larga pausa. -Los grifos en Nueva York, estas hadas demoníacas, Arquel en medio de todo ese caos... ¿Ustedes qué creen que signifique?

-No lo sé-dijo Sadie desanimada.

Cerca del restaurante donde estaban pasaban unas noticias respecto a una ciudad cercana que estaba bajo ataque. Nadie sabía cómo fue que pasó. Era imposible ir a buscar sobrevivientes o cuerpos.

-Ojala hubiéramos hecho algo más que correr-se lamentó Jason.

-No te preocupes- lo animó Carter. -Allí había un Domo de magos. Seguramente ellos lograron salvar a muchas personas.

-Pero aún así algo malo está pasando aquí-dijo Annabeth. -Es sumamente extraño que los mortales sean capaces de ver a los monstruos.

-Yo estoy más preocupado por Nico-dijo Percy. -¿Ustedes creen que esté bien?

-Eso espero.

-¿Alguien más noto a ese hombre escorpión que cargaba a Arquel?-comentó Jason.

-¿Por qué la estaba salvando? Pensé que los monstruos y semidioses eran enemigos mortales.

-Al menos que la esté secuestrando.

-Eso no nos iría nada bien.

Siguieron discutiendo por un largo rato, tratando de averiguar qué fue lo que pasó. De pronto, las luces del lugar parpadearon de una manera extraña. Las televisiones de los locales se apagaron de improvisto. La gente estaba nerviosa. Alguien estaba produciendo esto.

-Esto me trae mala espina-dijo Annabeth.

Los cinco se levantaron de un golpe de sus asientos y salieron a recorrer el centro comercial. Buscaban entre las tiendas y los puestos de comida algún monstruo o enemigo. Estaban en el patio de comida cuando una alarma sonó. De la cocina de un restaurante estaba saliendo humo. Era un incendio. Los mortales enseguida se levantaron con toda la calma del mundo y se dirigieron fuera del patio. Nuestros héroes siguieron a la multitud, un poco inquietos por el fuego de la cocina. Pero su nerviosismo aumentó cuando la gente empezó a correr y a gritar por el miedo.

Al fondo del patio, destruyendo varias mesas, aparecieron monstruos. La gente huía de ellos, sin poder creer lo que veían. Entre los monstruos Percy y Annabeth pudieron reconocer a uno: era el Minotauro, con dos grandes hachas a la espalda.

-Debes estar bromeando-maldijo Percy.

Sacaron sus armas y se dirigieron hacia sus enemigos sin pensarlo dos veces. Iban en sentido contrario de la muchedumbre aterromorizada. Inmediatamente Percy apuñaló a un monstruo con cabeza de sacacorcho, sacándole un grito del dolor. Los Kane usaban sus hechizos para pelear y su amigo y novia armas griegas. Ya absolutamente todos los mortales habían abandonando el patio de comida.

Trataban de matar a los monstruos, pero estos no estallaban en una bola de polvo dorado. Sus heridas se iban regenerando demasiado rápido, y se recomponían con una furia duplicada.

En Minotauro entonces decidió atacar. Directamente fue contra Percy, tratabdo de vengarse las veces que lo mandó al Tártaro. El héroe apenas pudo esquivarlo. Daba grandes brincos, evitando la furia del monstruo. Jason, al ver que su compañero estaba en riesgo, usó una ventisca para saltar sobre el lomo del Minotauro. Trató de clavarle su lanza, pero no pudo. Su piel era tan dura como el metal. Este, al darse cuenta lo que estaba haciendo, lo cogió. Lo estampó contra el piso, y levantó su hacha para cortarle la cabeza.

Si no fuera por el incendio que se producía en la cocina del restaurante, los extintores para incendios no se hubieran prendido. Una lluvia dentro del edificio cubrió a todo el mundo. Aprovechando esto Percy usó sus poderes para crear minipúas de agua contra el pecho del Minotauro. Este retrocedió dando un grito tremendo. Lanzo una de sus hachas un par de extintores, y algunos monstruos con cabeza de tuba lo imitaron con sus flechas.

Percy ayudó a Jason a levantarse y con el resto de fueron hacia la salida del patio de comidas. No podían pelear en un lugar tan cerrado.

Estaban por cruzar la salida cuando una gigantesca araña se interpuso. Annabeth dio un grito de película de terror, y se aferró al brazo de Percy. Más compañeros de la araña aparecieron. No parecían para nada contentas. Retrocedieron varios metro de ellas. Percy las amenazaba con su espada, pero eran muchas. Por detrás suyo estaban los otros monstruos. Estaban rodeados.

-Un momento...-dijo Carter. -Demonios egipcios, monstruos griegos... ¿Es idea mía o ambos bandos formaron una alianza?

-Espero que no sea eso-dijo Percy.

El rugido del Minotauro calló su conversación. Un demonio con ojos de cristal y orejas de duende los señaló.

-Entregad al faraón-ordenó.

Los Kane intercambiaron miradas.

-¿Faraón?- preguntó Jason.

-Ah, es que Carter es un rey faraón-le explicó Percy.

-... ¿Qué?

-Silencio-prosiguió el demonio duende. -Si no queréis ser destruidos hacedlo de inmediato.

-¡Ja!- dijo Sadie. -Estás loco si crees que seremos obedientes. Podemos vencerlos fácilmente- pero su mirada no parecía muy segura.

-¿Ni si quiera por vuestros amigos?-señaló el techo.

A veinte metros sobre sus cabezas, pegado al techo, había una gigantesca telaraña. En ella habían tres figuras. Dos de ellas estaban atadas, y la otra era la tejedora. Era una gigantesca araña con la cabeza de una mujer. Entre los dos prisioneros, Percy reconoció a uno. Vio que Jason palideció al ver a Piper.

La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora