XXIX. Piper

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Piper había logrado abrir la telaraña. La luz inundó su pequeña prisión. Pelusas de polvo flotaba en el aire, y solo se podía ver el techo de la caverna.

Odiaba a Aracne con toda su alma. No podía creer que esa cosa estuviera viva. ¿Qué no Annabeth se había encargado de ella? Como sea, desde que la encerró en un capullo de telaraña humano ha perdido la conciencia. Y no solo era telaraña, también estaba bañada de un líquido verde y viscoso que apestaba a coles de brúcelas podridas. Solo hace un par de horas ha intentado escapar, pero era un tanto imposible con las manos atadas.

Pudo asomar la nariz un poco. Aire fresco y puro, lo que necesitaba sus pulmones. Había un túnel donde salía la luz. Se aseguró de que nadie estuviera, como el hombre pájaro o esas arañas, o las hadas demoniacas.

Le vino a la mente la imagen espeluznante del chico, atrapado entre todas esas telarañas, casi muerto. Pero la sorprendía más el hecho que su sangre fuera una clase de combinación entre la sangre de los dioses y la de un mortal. ¿Acaso su sangre era igual? ¿O la del chico era otra cosa? ¿Acaso es un dios disfrazado? No le veía sentido. Sea lo que esté pasando, tenía que salir de allí, y si era posible, rescatarlo a él también.

Empezó a girar, como si estuviera bajando una colina. Sus caderas de dolían al pasar sobre los huesos, y las enormes pieles de serpiente complicaban el escape. Se detenía cuando empezaba a dar vueltas en círculos y aprovechaba para recuperar el aliento. Estaba ya cerca del túnel cuando las sombras aparecieron: arañas. Piper se quedó inmóvil, tratando de ocultar la abertura en su capullo para que no la vieran. Incluso aguantó la respiración, temiendo que la escucharan.

Las escuchó y las sintió pasar detrás de ella. Pensó que eran cientos de ellas por el sonido que hacen las miles de patitas caminando. También bahía algo arrastrándose por el suelo. Creyó que era Equidna, cuando escuchó a alguien tratando de gritar, pero su boca estaba tapada. Se atrevió a voltear para mirar: cientos de personas, amarados y bañados en kilos de telaraña, tratando de liberarse y gritando sin éxito. Piper se quedó horrorizada. ¿Qué le estaban haciendo? ¿Por qué los trajeron aquí? Por un momento pensó que eran sus amigos del Campamento Mestizo. Recordó al Chico de la Sangre de Inmortales, y creyó que él no venía de ninguna parte. ¿Qué había dicho Equidna? ¿"Quizás no sea griego ¿Qué era? ¿Romano?

Entonces, apareció la cara de Aracne. Sus ojos brillaban de rojo, y extendió su boca tanto que pudo comerse la cara de Piper de un solo mordisco. Piper le hizo compañía a su rugido.

-¡¿Dónde crees que vas!?

La arrastró de vuelta hacia las paredes de la caverna. Piper peleaba, tratando de librarse. Aracne la estampó contra la pared, asegurándose con más telaraña que estuviera pegada e inmóvil.

Aparecieron arañas más grandes que las otras, como del tamaño de un perro. Hicieron lo mismo que su madre: pegaron a los prisioneros en diferentes puntos de la pared de la caverna. Pronto, la perspectiva cambio a una enorme telaraña, con cientos de capullitos de diferentes tamaños, iguales que moscas atrapadas. Esta vez, Aracne no se esforzó mucho por cubrir completamente el capullo de Piper, así que ella pudo verlo todo. Era horrible.

Por el túnel se vieron otras sombras, y resonó por las paredes cientos de veces una conversación entre un hombre y una mujer. Pronto ingresó Equidna, acompañado de un hombre de un celeste chillón con estampados de peces dorados, tan encorvado como Cuasimodo, y con su forma de andar parecía un cangrejo. El hombre paró de reír al ver la telaraña de prisioneros. Estaba asombrado.

-Wow- dijo sonriendo. -Debo admitir que a sobre pasado nuestras expectativas, señora Equidna. Nunca creí que alguien podría hacer esto... ¿Pero, en serio funciona?

La serpiente dio una leve risa.

-Claro que funciona. ¿Si no cómo explica lo que les pasa a los monstruos? Ahora son indestructibles. Las poderosas armas de los dioses no les pueden hacer nada de daño, y todo gracias a mis experimentos.

El anciano avanzó hacia la telaraña, acercándose a Piper. Movió la cabeza en dirección de todos los capullos. Parecía impresionado, no parada de asentir, y su boca estaba bien abierta. Aunque Piper pudo ver temor en sus ojos.

-Por favor...- susurro despacito al señor. Al escucharla, el anciano la miro asombrado.-Ayúdeme...

Una de las hadas demoniacas aterrizó encima de su cara y le gruñó al anciano. Este retrocedió, asustado, tanto que por poco se cae de espaldas. Respiro agitadamente, tratando de recomponerse. Volteó la mirada hacia Equidna, quien sonreía a gusto.

-¿Dónde...-dijo agitado,-...dónde las has sacado?

-Oh, ese es un pequeño secretito. Se podría decir que las obtuve en una apuesta.

El señor sacó un pañuelo del bolsillo de su traje, limpiándose el sudor en la frente.

-Vaya, tienes un buen maso de cartas. Los semidioses, la sangre, los monstruos... y lo de Tifón...

Equidna apretó la mandíbula con fuerza al escuchar el nombre del Titán. Piper recordó que en la mitología ella era la amada de Tifón, Titán que fue vencido por Zeus en la primera guerra, pero luego por Poseidón en la segunda guerra.

-Así es. Todo está de acuerdo al plan. Solo faltan un par de pasos para que el mundo sea mío...- le echó una mirada asesina al anciano. -Será mejor no contártelos.

-Oh, vamos, ¿cómo no confías en mí? Si en la última guerra estuve del lado de Gea, ¿cómo no podría estar de tu lado?

-Cierto, por eso te he traído aquí por una razón. Necesito de tu ayuda...- Equidna dio una media vuelta, mientras que el anciano la seguía con paso apresurado. Piper solo pudo escuchar los últimos fragmentos de su conversación:

-Hay una diosecilla en medio de mi camino. Me parece que usted la conoce.

-Espere, ¿usted se refiere al incidente de...

-Sí- lo interrumpió-, esa mocosa. Nunca vi un poder igual a ese. Ni si quiera el poder de Serapis se le compara. Tampoco sé quiénes son sus padres, lo cual la hace muy peligrosa. La necesito muerta.

-¿Y usted quiere que me haga cargo?

-No. Solo quiero saber todo lo que sabe de ella. Ya tengo monstruos a cargo de ello, pero me temo que no soy la única que la busca...

Unas arañitas aparecieron en los bordes de la grieta y empezaron a sellarla.

¿A quién se refería esa mujer? ¿Hay alguien capaz de vencerla? ¿Y por qué su esposo estaba involucrado en esto? ¿Cuál era su plan?

Una aguja perforo el capullo, dándole justo en su antebrazo, y de a poco, le fue absorbiendo sangre. 

¿Qué le estaban haciendo?

La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora