XXXV. Arquel

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Lograron llegar a la ciudad siguiendo la autopista. Se hallaban en una ciudad Europea, cubierta por una delgadísima capa de nieve. Era difícil decir si el invierno estaba comenzando o terminando. La gente caminaba por la calle sin preocupasiones, ignorando a la chica que llevaba atado a un hombre escorpión. Cuando pasaron frente a un vidrio largo, Arquel pudo ver el reflejo del chico. Gracias a la niebla que lo cubría, aparentaba un chico común y corriente, con ropas normales y sin sogas mágicas.

Ya era casi medio día, y Arquel quería descansar un poco. Aparte, era buen momento de interogarle a su prisionero. Ambos se sentaron en la mesa de un café. La chica solo tenía el dinero suficiente para pagar una botella de agua. No le iba a dar nada al otro.

-Así que...-empezó a decirle en griego antiguo a su prisionero. -Dime todo lo que sabes.

-Ach. ¡Ya te he dicho que no puedo! Lo he jurado por la laguna Estigia. Si rompo el juramento, me muero al instante.

-Entonces dime algo que puedas decir sin morir, Chico Escorpión.

-Chico Escorpión...-y empezó a reírse. -¿De dónde sacas esas cosas?

Ella levantó la ceja, esperando una respuesta seria. Entonces él decidió de una vez cooperar.

-Mi nombre es Escites. Quizás escuchaste de mí.

-Em, no.

-Ah...-dijo apenado.

-¿Para quién trabajas?-continuó con la interogación.

-Eso no te lo puedo decir.

-¿Entonces con quién trabajas?

Esa pregunta dejó a Escites sin palabras.

-Con muchos monstruos. Aparte de mis dos hermanos y la jefa. No te puedo decir exactamente quienes son mis contactos.

-Entonces dime qué son tus contactos.

-Tsk, eres buena en esto. Monstruos feroces: cíclopes, arpías, grifos, monstruos acuáticos, y otros menores. Aunque lo que realmente me preocuparía sería por los más grandes: titanes, y gigantes.

-¿G-gigantes?

-Así es. Y también, si fuera tú, huiría del continente lo más rápido posible. Esta es la nación de monstruos.

-¿Na... Nación de monstruos?

Justo llegó la camarera con su pedido. Pero Arquel estaba un poco atónita. Miraba con temor su botella.

-Ja. Te haz puesto pálida.

Arquel se recompuso tan rápido como pudo y continuó preguntandole.

-Supongo que no me diras tu base secreta.

-Nop.

-Entonces dime una ciudad o lugar cerca de ella.

-... ¿Puedo saltearme esa pregunta?

Ella le tocó la mano, prediéndola. Escites apartó su mano, quejándose de la quemadura.

-¡Ya, te lo digo! Una de esas... se encuentra en el estado de Nueva York, otra en California, otra... no exactamente en Atenas pero por allí cerca y... Mhm, ¿cómo te lo digo? Si sigues varios de cientos kilómetros hacia abajo, hay otra.

-¿Una bajo tierra? ¿Desde aquí?

-Tecnicamente podrías ir desde cualquier punto del mundo, pero hay entradas especiales para pasar.

-Debes estar bromeándo.

-¿Y por qué te mentiría?

-Para despistarme. Engañarme. Traicionarme.

-¿Traicionarte? ¡Tú me llevaste arastras hasta aquí! ¿Cómo podría traicionarte si ni si quiera somos de la misma especie? Sabes, mátame si quieres. Ya no importa nada.

Escites se había amargado. Era evidente que no diría nada más. Arquel tenía que pensar en algo, o esta oportunidad se le hiría. Una idea se le pasó por la mente.

-¿Y si te doy algo para comer?

-... ¿Qué?- dijo incrédulo el chico.

-Si sé que no he sido tan buena contigo, y lo siento. Tengo algo de dinero extra. Si quieres te puedo comprar una torta o un bolluelo. Y después, te haré un par de preguntas más. Solo unas simples, nada de presión o manos brillantes. ¿Qué dices?

Escites trataba de mantener su postura, pero su estómago empezó a rugir. Luego empezó a pensar en la propuesta.

-Supongo que está bien. Pero pediré todo lo que quiera.

-Ah, em... ya que. Sí, claro.

Llamaron a la camarera y Escites pidió toda la comida que deseaba. Arquel solo le preguntó cosas simples: qué hacía en ese bosque cuando se conocieron y por qué la ataco.

-Esto... Me enviaron a un lugar en específico, cuya infomración no te puedo revelar. En fin, me topé contigo en el camino. La Jefa te había dado de caza, así que quise aprovechar para matarte.

-¿Y la cola se te metió entre las patas?

-Sí...-se sonrojó un poco.

Ella empezó a reírse. Era la primera vez que Arquel veía a un monstruo sonrojarse. Y era la primera vez que Escites la veía reír. Tenía una hermosa sonrisa, y reía con gracia y ternura. Apartó de inmediato esos pensmientos antes que se manifestaran y trató de enfocarse en las preguntas que le hacía la chica.

La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora