XIII.Arquel

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Ya no podía aguantar estar allí. A pesar de lo genial que es y por todo lo que ha luchado...no estaba cómoda. No quería que todos los chicos la observaran de una manera rara y que pelearan por ella como un trofeo. Era escalofriante.

 A parte, estaban pasando cosas demasiado extrañas de lo inusual. Primero, escuchaba de vez en cuando esas voces extrañas en su cabeza: la de una mujer y la de un hombre mayor. Parecía que fuera un micrófono. Las voces resonaban en su cabeza sin decir nada más que su nombre. 

Y segundo: la falla de la barrera mágica. Se supone que debería impedir que los monstruos entren al campamento. Arquel no pudo descansar ni cinco minutos sin que la espiaran ni que un perro del infierno tratara de matarla. 

Sabía que la vida de un mestizo era complicada, pero esto ya era el colmo. 

Aparte de toda esta falta de seguridad y de privacidad, tenía un mal presentimiento. Le pareció extraño que, en medio de un campamento de semidioses, con miles de campistas desorientados por la mañana, persiguiera a una sola chica, teniendo mejores víctimas. Quizás ese perro estaba para ir tras el campista más poderoso. Seguramente había miles de chicos poderosos en ese lugar, incluyendo al hijo del Dios del mar, con ese poder de controlar el agua. ¿Quién dice?, quizás pueda respirar bajo el agua y hablar con los peces. O más. Pero el perro no le hizo ningún daño. Fue detrás de Arquel. 

Eso significaba que ella podría ser alguien muy poderosa, y ni si quiera lo sabe. Y no solo ese perro, sino que también vino esa gigantesca serpiente. Creo que se llama tjesu heru, pensó Arquel. Como siempre, no tenía ni idea de dónde sacó esa información.

Muchos estaban en peligro por su culpa. Y no solo los mortales, sino que también los del campamento: ya hirieron a varios y se llevaron a esa chica. También con esos chicos del teatro. 

Por eso, para el bien de todos, debía irse. No podía quedarse más tiempo sin que alguien saliera lastimado. 

Huyó de la enfermería, sin importar las quejas del sátiro doctor. Trataron de curarle sus heridas, pero Arquel no quería que vieran su factor de curación. Ya tenía más que problemas cuando todo el mundo vio su poder. 

Aún podía ver sus caras: sus ojos tan abiertos como sus bocas, tanto que parecía que se les iba a caer la mandíbula. Por esa misma razón, iban a hacer una asamblea para conversar del ataque, incluyéndola a ella. Pero no iba a quedarse.

Se fue a la cabaña de Afrodita. Quizás alguien pueda ayudarla con lo que necesitaba, y bien, no como sus compañeros de la cabaña de Hermes. La atendió una chica rubia, un poco bajita pero muy bonita, en especial con sus frenos.

-Hola- dijo la chica, sorprendida por la visita.

-¿Poder ayudar?- preguntó Arquel, un poco avergonzada por el modo en que conjugaba.

-¿Poder ayudar?- repitió la otra. -¿No sabes hablar español?

Arquel asintió, mintiendo. 

-Ah, en todo caso, un gusto conocerte- se estrechó la mano. -Soy Lacy. Si quieres, puedes pasar.

Ambas entraron a la cabaña. Olía a un rico perfume de rosas. Las camas estaban perfectamente arregladas, excepto la de más afondo. Las sábanas hacían juego con las cortinas de encaje, que eran de color azul y verde pastel. En las paredes rosadas, había miles de fotos de estrellas de cine y estrellas de pop. 

Ellas dos eran las únicas. En el aire se sentía soledad y tristeza. Arquel se dio cuenta de Lacy estaba mirando con tristeza la cama desordenada.

-¿Disculpa?- Arquel la levantó de su trance. 

Lacy sacudió un poco la cabeza, y se acordó de Arquel.

La chica de dos mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora