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Los minutos pasan y no puedo quitarme esa voz de la cabeza; llena de odio, resentimiento, con ganas de causar daño, fría pero con cierta picardía que la vuelve tétrica. A quien sea que le pertenezca esa particular voz, ni siquiera ha hecho contacto físico conmigo pero ha logrado su cometido: quería hacerme sufrir y estoy sufriendo tanto que la herida de mi pie no es más que un pinchazo de un alfiler comparada con la angustia de no saber si Jimin está bien o no.

Pero de esto si estoy segura: si le llega a pasar algo, nunca me lo perdonaré.

— ¿Estás bien? — me pregunta Jungkook viendo mi pie. La renguera es más prominente ahora después de haber estado recorriendo todo el predio de la universidad. No me doy cuenta del dolor pulsante que siento hasta que dejo de caminar. Mis piernas se aflojan y debo apoyarme en los hombros de Jungkook para evitar caerme.

— Debes descansar un poco, no te ves bien — me dice serio.

Seguramente debo lucir deplorable; solamente dormí unas 2 o 3 horas como máximo, no he comido nada y no tengo fuerzas para seguir caminando. No he corrido en ningún momento, sin embargo mi respiración es entrecortada debido a las puntadas que se originan en la planta de mi pie y recorren todo el camino hasta mi estómago, como descargas eléctricas leves.

Cuando estoy dispuesta a continuar, a pesar de los regaños de Jungkook, ya no puedo apoyar mi peso en mi pie, no sin hacer una mueca de dolor y lanzar un pequeño gemido. Gracias a mi intento estúpido de querer ponerme en pie, termino en los brazos de Jungkook y casi caemos los dos al suelo.

 — Te llevaré a tu departamento — me dice. Me paro sobre mi pie sano y aunque no le pongo nada de peso encima al otro, el dolor pulsante se vuelve cada vez más intenso y rápido. Quisiera caminar y caminar, recorrer todo lugar que mis ojos alcancen a ver para encontrar a Jimin pero en este estado no puedo. No discuto con Jungkook y volvemos al departamento.

En el camino insiste en ir al hospital pero le digo que no es nada grave. Viajamos en silencio. Trato de agotar toda y cada posibilidad: dónde puede estar Jimin, quién puede llegar a ser la persona dueña de esa voz; me imagino a alguien de aspecto duro, con la mirada gris y penetrante, un rostro sin expresiones complejas, una sonrisa malévola, esas que se hacen presentes en los peores momentos.

Sin quererlo, estoy describiendo a Jung, el padre de Hoseok, pero no, es imposible; él está muerto. Recuerdo perfectamente a Hoseok llorando sobre su cadáver tieso mientras lo sostenía con fuerza.

Antes de llegar a la puerta del departamento, nos topamos con Boa, que sale a sacar la basura.

— Ki...eh, ¡Miso! — se corrige rápidamente. A último segundo se arrepiente y se nota por la mueca incómoda que hace al decir mi verdadero nombre. Ahora que recordé todo, también recuerdo la promesa que le había hecho a una Boa de 10 años, de que nunca me iría de su lado y siento una opresión en el pecho. Ahora entiendo mejor su reacción cuando volvió a verme de nuevo en su casa luego de 7 años. Si quiere odiarme, no la culparé.

Tengo un brazo rodeando la nuca de Jungkook para ayudarme a caminar y ya casi no lo siento de lo entumecido que está. Éste gira bruscamente para ponerse de frente a Boa, pierde el equilibrio y casi nos caemos los dos.  Boa suelta la bolsa y se apresura a ponerse debajo de mi otro brazo. 

Entre los dos, me ayudan a llegar al sillón de la sala y Boa venda mi pie con extremo cuidado. Es muy obvio que es hija de una enfermera. Después de haber desinfectado la herida, el dolor pulsante va disminuyendo y eso me permite centrarme más en mi prioridad actual de encontrar a Jimin, sano y salvo.

No puede ser Jung, está muerto. Murió.

La idea me da vueltas en la cabeza; con cada detalle que recuerdo de él, más similitudes encuentro con la voz de las llamadas. Esa sensación de que estar en un lugar gris y abandonado, escalofríos que recorren mi espalda, un temor que paraliza todas mis extremidades y que parece congelarlas en un segundo.

|| Do You Remember Me? || Suga ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora