CAPÍTULO 3.

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Después del encuentro que tuvimos decidí irme a casa. No dije nada a nadie, cogí la mochila y salí lo mas rápido que pude de ahí.

Llevo una caja de tabaco en las tres horas que han pasado desde entonces, y ni siquiera puedo dormir. No puedo, y eso que estoy reventada.

Llevo una semana durmiendo poquísimo, y sé que es por su culpa. Él trajo de vuelta mi horrible pesadilla. La que hace que pase más de media noche en vela y envuelta en lágrimas.

Mi móvil suena por quinta vez, sacándome de mis pensamientos, y me obligo a levantarme para contestar de una vez, pero antes de contestar la llamada a mi amiga, mi mirada se posa en el espejo frente a mí.

Estoy horrible. Mis ojeras son más profundas que de costumbre y llevo el cabello despeinado después de haber dado mil vueltas en el sofá buscando algún motivo por el cual la cercanía de ese chico no me ha hecho alejarlo como de costumbre, ya que al único que le permito acercarse tanto es a Luis, y porque es mi mejor amigo.

Camila me invita a su casa, después de haberme gritado diez veces que tengo que coger el móvil enseguida. En cuanto toco el timbre abre e inmediatamente tira de mi hacía el interior de su piso y me envuelve en un abrazo.

-No te puedes ir sin decir nada y luego no cogerme las llamadas -me regaña. Asiento en respuesta y me aparto para poder mirarla a la cara.

-Ya, ya lo sé -susurro.

Me encojo de hombros y la sonrió, pero ni se inmuta, se dedica a mirarme curiosa, intentado descubrir que es lo que me pasa.

Suspiro frustada y decido contarle lo nerviosa que me pone que la cercanía de Eric no me incomode, y para cuando términlar tiene pintada una sonrisa de oreja a oreja.

-Oh, reina, ¡por fin!

Grita, aplaude emocionada, y me da un pequeño abrazado antes de volver a dar un grito alegre.

La miro confundida, ya que no consigo entender a qué se refiere.

-¿Por fin?, ¿por fin, qué? -pregunto, haciendo que su sonrisa se borre en el momento, cambiándola por una mueca de frustración mientras me mira como si fuera lo más obvio del mundo. Pero no dice nada, por lo que elevo una ceja en señal de que no tengo idea de a que mierda se refiere.

-¡Por fin te gusta alguien! -grita -. Aunque sea igual de borde y bruto que tú, pero es guapísimo, no lo puedes negar -su sonrisa vuelve a sus labios -. Y también es majo, si le hubieras hablado un poco lo sabrías.

Una carcajada brota de mi garganta sin poder evitarlo haciendo que Camila me mire curiosa.

-¿Qué te hace gracia? -niego con la cabeza, mientras intento controlar la risa.

-No me gusta -Afirmo.

Intento sonar normal, pero suena como si quisiera convencerme a mí misma. Aunque sería una buena explicación a mi conducta de esta mañana.

Pero me niego a creerlo, son tonterías. Además, ella también pensó que me gustaba Luis cuando empezó a ser mi mejor amigo. Y no entiendo por qué insiste en cosas como estas. Sabe lo que pienso acerca de las relaciones: es algo en lo que siempre acabas sufriendo. Y yo hace muchos años juré que ningún hombre me iba a volver hacer daño.

Y lo sabe mejor que nadie ya que ella fue quien sufrió mis llantos y mi depresión. Mi insomnio, cuando insistía en dormir en mi casa si me veía mal, y mis llamadas a cualquier hora diciendo que la necesitaba.

Nunca se quejó, y por eso aguanto sus maratones de cine romántico acompañado de helado cuando algo le sale mal o la hacen algo. Aunque si la hacen daño primero solemos ir a ver al afortunado de enfrentarse con nosotros.

Bad Vibes. #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora