CAPÍTULO 25.

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—¿Te vas? —pregunta mamá en el momento en que se percata de mi presencia.

—Sí, vuelvo pronto.

Antes de que pueda interrogarme sobre a dónde voy abro la puerta y salgo sin rumbo fijo, empezando a vagar por las calles. Pongo mis audífonos al máximo de volumen y me pierdo en mis pensamientos. En cuanto suenan los primeros acordes de las canciones románticas las paso lo más rápido posible, porque únicamente consiguen traerme recuerdos suyos.

Me niego a derramar una sola lágrima, pero me es imposible evitar que mis ojos se llenen de ellas al recordar todo lo que ha pasado hasta ahora, aún cuando intento no pensar en él, en eso, en nada.

Media hora después recorriendo calles me doy por vencida en intentar despejar mi mente y decido meterme en el primer bar que veo.

~

Un pequeño mareo me aborda en este instante, haciendo que me agarre a la barra para no perder el equilibrio. No sé cuanto llevo en este bar, pero cuando llegue estaba casi vacío y ahora no hay manera de que te atiendan con todas las personas que hay apretujadas en la barra.

—Gilipollas —gruño, dado que el camarero pasa de mí de manera bestial.

—¿Quieres una copa, nena?

Mi vista se posa en un hombre de unos treinta años, con barba y que luce bastante más ebrio que yo. Su mirada me recorre de pies a cabeza, deteniéndose en mis pechos de manera descarada, con una sonrisa estúpida pintada en sus labios.

—Lárgate de mi vista —escupo.

—No seas amarguras... —susurra acercándose.

Despacio, me hago hacía un lado, intentado poner distancia, cuando choco con el cuerpo voluptuoso de un hombre algo más mayor que el otro y que apesta a alcohol.

—Ve con cuidado, cariño —dice sonriente, pero luego posa su mirada en una chica con un mini-vestido a su lado.

De pronto siento una mano en la parte baja de mi espalda, haciendo que me gire hacía el dueño de ella: el hombre de antes. Y antes de que siquiera pueda intentar apartarla, ésta baja a mi trasero y pega un apretón. Una oleada de rabia llega a mí en el momento, haciendo que lo aparte con brusquedad e imprima todas mis fuerzas en el puñetazo que propino en su rostro.

La gente de alrededor se acerca para ayudarle a levantar del suelo, y para cuando lo consiguen él me echa una mirada furiosa y se marcha. La idea de soportar estúpidos borrachos no me entusiasma, por lo que decido marcharme. Y para mi suerte la palabra "cobrate" parece captar la atención del camarero, y por fin se acerca a dónde me encuentro.

Para cuando consigo salir de aquel bar el aire frío me da de pleno en la cara, haciendo que suba la cremallera de mi chaqueta negra de cuero hasta arriba y emprenda mi camino sin rumbo fijo.

El tipo ese y el camarero que no quería atenderme no me han quitado las ganas de beber y olvidarme de todo por un rato, por lo que entro en la primera tienda que veo, con la intención de comprar algunas botellas de licor.

—¿Tienes dieciocho? —pregunta el hombre detrás del mostrador.

—Claro —escupo.

Eleva las cejas y me mira evaluándome de arriba a abajo. Un suplido frustrado brota de mis labios antes de buscar en mi cartera el DNI y mostrárselo.

—Perdón, no parecías...

—Dámelo y ya —mascullo estirando la mano para recibir las botellas.

Decido irme a casa y beber tranquila, puesto que no me entusiasma la idea de beber en cualquier lugar por la calle, y sola, pero en el momento en el que llego a mi calle su coche es lo primero que veo. Está en la puerta de mi casa, la cual tiene las luces encendidas. Un nudo se forma en mi estómago con la idea de que él esté dentro, y después de unos minutos meditando decido darme la vuelta y buscar un lugar tranquilo.

Bad Vibes. #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora