CAPÍTULO 32.

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Me detengo abruptamente en medio pasillo al encontrarme a un hombre alto, moreno, de unos cuarenta años, con los hombros cuadrados, en la puerta en la que me dijeron que Eric estaba.

Sé que iba a estar ahí. Sé que va a vigilar las visitas y nos va a hacer la ficha a cada uno cuando entremos por primera vez. Pero verle ahí parado hace que mi angustia y el miedo crezcan porque, quizás, alguien ahí fuera quiere ir por él.

Quizás y sea Damien...

Hace media hora, antes de decirme que podía pasar a verle, un policía me interrogó sobre de dónde venía Eric y por qué iba con Connor, de quién ya sabían a qué se dedicaba, pero no para quién.

Me planteé por un momento hablarles de Damien, sin embargo, guarde silencio y juré no saber nada, únicamente porque Eric me dijo que él le había dicho que todo entre ellos había terminado, que ese capítulo estaba cerrado.

Todo estaba bien, cada uno había conseguido lo que quería.

No tiene sentido que luego mandará a matarlos. No lo tiene.

Y no puedo arriesgarme a vender a Damien, metiendo en un posible lío a Eric con él.

Sólo hay que esperar a que despierte...

-Hola... -susurro al pasar por delante del policía que se encuentra parado en la puerta.

-Buenas tardes -responde, de manera mecánica y fría.

Mi mano sujeta el manillar con fuerza antes de abrir la puerta. Quiero verle, sin embargo, me da miedo cómo voy a reaccionar al encontrarle ahí dentro.

Tomo una profunda respiración, cierro los ojos con fuerza y entonces tiro del manillar, abriendo la puerta de la habitación.

Mi pecho se contrae con violencia al entrar a la habitación y observarle tumbado en aquella camilla. Hay partes de su rostro cubierto de moratones y rasguños. Luce débil e indefenso, y eso me rompe de mil maneras. Aún cuándo sigue manteniendo su aire intimidatorio, ese que intimida a todos... menos a mí.

-¿Estás bien?

La voz de Alfred me saca de mis pensamientos, y es en ese momento cuándo me doy cuenta de que me he quedado parada en la puerta, observándole.

-S-Sí -susurro, algo aturdida.

No tardo en acercarme a él y, tras arrastrar una silla de la habitación, me siento a su lado.

El corazón se me parte en mil pedazos en el momento en el que entrelazo su mano con la mía.

-Se pondrá bien -susurra el hombre del bar, a mi lado.

Intento mostrar una sonrisa, pero creo que lo mejor que me sale en estos momentos es una mueca. Cinco segundos después apoyo mi cabeza sobre nuestras manos unidas y me dejo ir. Mil lágrimas furiosas recorren mis mejillas.

-Sabía que no debías irte... -Pero no me hiciste caso -. Esto no puede ser verdad... -sollozo, apretando con más fuerza su mano.

Siento la mano de Alfred posarse sobre mi hombro, en un gesto consolador.

-El chico es fuerte, saldrá de esta -asegura. Yo asiento en respuesta, aferrándome a esas palabras.

-Oh, dios mío... -dice Luis, llamando nuestra atención. Toda la sangre se ha drenado de su rostro.

En cuanto su vista viaja de Eric a mí se acerca y me envuelve con fuerza en un abrazo, gesto al que yo respondo del mismo modo, liberando otro montón de lágrimas.

Me da coraje llorar como una niña pequeña. Es cómo si no supiera hacer nada más en esta vida, pero no puedo evitarlo, siento que si no lo hago me ahogaré en cualquier momento, y lo peor es que no llevo ni un día.

Bad Vibes. #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora