CAPÍTULO 30.

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Despierto sobresaltada, por un ruido creo, pero sigue estando todo oscuro y no sé si lo que oí fue en sueños.

Miro a mi alrededor confusa por despertar en mi habitación, hasta que recuerdo que mamá insistió en que nos quedáramos a dormir en casa cuando pasamos a recoger a Odie, dado que ya era muy tarde. Para ella, claro. Sólo eran las diez de la noche. Además, el apartamento de Eric no queda a más de diez minutos de aquí.

Otro ruido proveniente del pasillo llama mi atención, por lo que con cuidado de no despertarle aparto el brazo de Eric de mi cintura y abro la puerta con cuidado, dándome cuenta de que la luz de la habitación de mamá está encendida. Mi mirada viaja instintivamente al reloj de mi mesilla. Sólo son las cinco de la mañana, no sé que hace despierta, no creo que tenga que irse a trabajar a éstas horas.

Intento no hacer ruido mientras avanzo hasta su dormitorio, y abro la puerta, asustándola. Está sentada sobre la cama con una caja roja sobre las rodillas.

—¿Qué haces a éstas horas? —pregunto, mientras me acerco a ella.

—Nada, no podía dormir —responde —. Tú vuelve a la cama.

Sin hacer caso a lo que acaba de ordenarme me siento a su lado y observo el interior de la caja, encontrando una foto de mi infancia con el ser que se supone que es mi padre. Me tiene sujeta en sus brazos mientras reímos y miramos al cielo.

Recuerdo ese día perfectamente, es de los pocos recuerdos buenos que mantengo, aunque intento no pensar en ellos, ya que fue poco antes de que el infierno empezará.

El día que tomamos esa foto nos llevo a dar un paseo por el parque, en el cual vendían los típicos globos de dibujos animados. Mamá me dejo elegir el que quería, y de camino a casa el globo escapo de mi mano, motivo por el cual me puse triste y él empezó a contar historias haciéndome reír.

—¿Qué haces viendo eso? —escupo, con mayor frialdad de la que quiero.

—Me gusta recordar.

—A mí no —se encoge de hombros —. Mamá, no te puedo obligar a no hacerlo, pero es peor. Además ahora estás con Edward, con él eres feliz, ¿no?

—Sí, Edward es simplemente genial —una sonrisa surca sus labios —. Pero con él... —mira la foto de ese hombre —, no sé que fue lo que pasó. Nunca lo sabré.

—Él me echó la culpa a mí.

—No, no le hagas caso, no es así —me mira suplicante. Yo asiento.

—Mamá, te pegaba... nos pegaba. Eso fue lo que pasó. Yo... —cierro los ojos con fuerza antes de continuar —, yo le quería, muchísimo —un suspiro pesado escapa de mis labios. Duele admitirlo —. Pero que se marchará fue lo mejor. Hay días en los que se le iba de la mano, pudo haber acabado peor.

—Lo sé, tienes razón —su mano agarra con fuerza la mía —. Lo siento tanto cariño.

—¿El qué? —mis cejas se juntan.

—Todo eso, es decir, él hacía lo que hacía; te pegaba por defenderme y yo nunca hice algo por ti, te abandoné, te culpe de todo durante mucho tiempo, deje de ser tu madre, deje de lado a mi niña... Angy, fui lo peor durante mucho tiempo... —un suspiro escapa de mis labios y apartó la mirada. No puedo decirle que es mentira, porque no lo es. Y tampoco quiero hablar de esto, pero ella sigue —. Eres tan fuerte, valiente, honrada, estudiosa, eres la hija que todos quieren y yo te dejé de lado. No puedo decir que eres lo que eres gracias a mi, porque nunca estuve dándote ánimos, ni apoyo —me agarra la cara obligándome a mirarla y sigue con el discurso —. Lo siento en el alma, pero te estoy muy agradecida por haberme dado otra oportunidad para poder formar parte de tu familia.

Bad Vibes. #Wattys2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora