Vica:
"Ellos tienen razón. Soy gorda. Soy fea e inútil y no sé siquiera porqué sigo viva. No entiendo por qué ellos me odian. No les he hecho nada para que me odien. Solo quiero ser una chica normal, con una vida normal. Simplemente normal... y no puedo. ¡Ellos no me dejan en paz! ¡Siempre están detrás de mí!"
La mano del profesor de Historia Universal voló hasta mi butaca haciendo que pegara un salto. Cerré de golpe mi "Libreta de Pensamientos Suicidas" y agaché la mirada. Mi corazón alentaba sus latidos... y yo deseaba que se parara por completo.
-Señorita Victoria, ¿Por qué no nos comparte un poco de lo mucho que ha escrito en su libreta? -preguntó con su muy chirriante voz.
Odiaba a ese hombre. Un poco menos de lo que me odiaba mí misma.
-No escribí nada -murmuré.
-Sí, yo vi que usted escribió algo, señorita.
No es de su maldita incumbencia.
-Es personal -le dije.
Todo mi grupo estalló en risas y burlas. Me encogí en mi asiento escondiendo mi rostro entre mi cabello.
-Ahí pone lo que va a comer hoy -dijo Ailine-. Ya sabe: hamburguesas, tacos, quesadillas, nachos.
De nuevo estallaron en vítores de burla, cada uno de ellos se burlaba de mí por mi peso, por todos los kilos que intentaba quitar de mi maldito cuerpo y que no podía.
-Bueno, señorita Hudson, más le vale que guarde esa libreta... y todo lo que escribió dentro de ella -dijo el profesor con media sonrisa en su estúpida cara de sapo.
¿Ya te dije que lo odiaba? ¡Pues es que lo odiaba! No creas que odiaba a todos los profesores. Pero él era otra historia. Mi más grande sueño era arrancarle la garganta, sacarle las vísceras y dárselas a los perros. Y también a Ailine, a Erica, a Diana, a Peter, a Charlie, a Bruno... y hasta al hermano de Bruno, Mauro. Quería que se los tragara la tierra y me dejaran sola.
-Oye, Victoria, ¿Qué harás esta noche? -me preguntó Diana al terminar la clase.
Negué con la cabeza por dos razones: era viernes y sabía que no haría nada... porque no tenía amigos. Y la segunda razón era que, si le respondía, ella iba a atacar con un comentario hiriente de cualquier manera.
Me lancé la mochila al hombro y comencé a caminar a la puerta del salón, pero la mano de Bruno me empujó tan fuertemente hacia enfrente que terminé estampada contra el suelo. Levanté la mirada mientras todos, dentro y fuera del salón, se reían de mi "accidente". Las lágrimas picaban detrás de mis ojos amenazando con salir y mostrar lo débil que podía ser.
-Aprende a caminar, Vica -dijo Ailine agachándose hasta llegar a donde yo me encontraba en el suelo. Mi tobillo dolía demasiado.
¿Por qué no te vas al carajo?
-Eres un imbécil, Bruno -escuché a Mauro decir. Pero conociéndolo no sabía si se trataba de un juego o un reclamo hacia su hermano.
-Cierra la boca, fue divertido -dijo Bruno saliendo del salón con Erica agarrada de la mano.
Me levanté con cuidado sintiendo mi tobillo punzar fuertemente, temía que algo estuviera roto así que me apoyé contra la pared para observarlo con cuidado. Quería llorar de dolor. Pero no podía darme el lujo de quebrarme frente a ellos. Así es, aun me quedaba un poco de orgullo.
Comencé a cojear a la salida, cada vez que pisaba con la pierna derecha el dolor me atravesaba desde la tobillo hasta la cadera. Una mano se posó sobre mi hombro y respingué de repente.
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Cerca de la Luna
ActionPara ella, él huele a peligro, a riesgo, a locura. Es el chico al que no quisiera acercarse. El chico que le ha hecho la vida imposible desde hacia años. Y ni loca podría sentir ninguna clase de simpatía por él. Para él, ella es todo lo contrario a...