Capítulo 19: Discursos motivacionales.

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Mauro:

No podría explicar toda la abrumadora mezcla de emociones que se amotinaron en mi pecho al escuchar a Vica gritar mi nombre con tanta fuerza que pude sentir mi corazón contrayéndose con dolor.

Detuve el auto justo enfrente del Blue Fire y bajé sin perder un segundo más. El tiempo estaba en mi contra y debía hacer mis movimientos lo más rápido posible. Saqué unos dólares de mi billetera y los puse en la mano del cadenero sin detenerme a ver cuánto le había dado. Corrí en busca de Chuck enviando mi mirada por todas partes, pero no lo encontraba y mi desesperación crecía con cada milésima de segundo.

—Disculpa —dije con la voz agitada por encima de la música a la chica encargada en la barra—, ¿sabes sin un chico llamado Chuck Murphy hizo una reservación esta noche?

La morena de ojos color miel me envió una mirada lasciva antes de relamerse los labios. Estuve a casi nada de sacar mi arma y poner una bala en su hermoso rostro. No estaba de humor para coqueteos infantiles.

—Sí, Chuck está en el balcón derecho —dijo señalando las escaleras—. Oye, guapo, ¿te gustaría llevarme...?

—No, gracias —interrumpí antes de que siguiera hablando y me lancé escaleras arriba.

Cuando estuve en el balcón eché un vistazo a la mesa repleta de gente conversando y entre ellos Chuck reía a carcajadas. ¿A caso no sabía dónde se había metido Vica? ¿A caso no le importaba?

—¡Mauro! —gritó borrando la sonrisa de su rostro al ver mi ceño fruncido—. ¿Qué haces aquí?

—¿Dónde está Vica? —pregunté con la mandíbula apretada.

Se levantó de su silla y caminó hacia mí poniendo una mano sobre mi hombro.

—Oye, hermano, sobre Vica...

—¿Dónde está Vica? —repetí con ácido en mi voz.

—No lo sé —alzó las manos—. Supongo que en el baño.

—Estaba hablando con ella cuando alguien la secuestró, pedazo de idiota —dije entre dientes regresando mi camino por las escaleras en dirección al baño. Los nervios se arremolinaban en mi estómago, la culpabilidad de no haber cuidado de Vica me volvía loco.

—¡No pudieron llevársela! —gritó Chuck alcanzándome en la entrada del baño—. Mis hombres han estado observándola.

Empujé la puerta del baño con ambas manos. Varios gritos de chicas escaparon de la habitación al vernos entrar a Chuck y a mí, pero de inmediato entendí que sus gritos no eran solo por nosotros sino por la sangre en el filo del lavamanos. La respiración se me atoró en la garganta el imaginar alguna parte del pequeño cuerpo de Vica sangrando.

—¿¡Dónde están tus jodidos hombres!? —exclamé tomando a Chuck por el cuello de su chaqueta y empujándolo contra la pared.

—Mauro, tranquilízate... no puede estar lejos, mis hombres podrán localizarla.

—¿Como cuidaron de ella? Mejor lo haré yo solo —dije con la intención de regresar a mi auto.

Quería traer el infierno a la tierra con tal de encontrarla, no me importaba lo que costara, la necesitaba conmigo.

—No, lo haré contigo.

No dije nada más, no podía perder más tiempo y discutir con Chuck era lo último que quería en ese momento, porque los segundos corrían, Vica estaba más lejos, y yo estaba más desesperado. Caminé hasta la salida enviándole una mirada de aprobación a Chuck, me dirigí a mi auto, él se detuvo para hablar con un tipo, seguramente uno de sus hombres, y subió a su Royce Rolls con cuatro hombres detrás de él en los asientos traseros.

Cerca de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora