Mauro:
No podía dejar de ver sus ojos azules. Esa chica tenía algo adictivo que me resultada, más que interesante, abrumador. No era débil ni frágil. Era fuerte como el acero debajo de toda esa capa de inseguridades y miedos.
—Tengo que volver a casa cuanto antes —dijo levantándose de la mesa. Apenas había tocado su pan tostado y le había dado dos sorbos a su jugo.
—Primero termina tu desayuno —demandé.
Al parecer había cometido una equivocación porque inmediatamente me fulminó con la mirada. ¿Qué había dicho mal? Solo me preocupaba que comiera bien. En realidad quería comprenderla, su abuela acababa de morir y la única familia que le quedaba era un hijo de perra que la quería vender a un negocio sucio.
—No tengo hambre. Gracias.
Suspiré.
—Ok, entonces vamos —me puse de pie.
No quería llevarla a su casa. Quería tenerla en mi vista para poder protegerla. ¡Esa niña me estaba volviendo loco! En ningún momento de mis diecinueve años había experimentado ese sentido de protección que estaba embargándome en ese instante. Y llegó Vica, con su menudo cuerpo, sus profundos ojos, sus hermosos labios y sus sabias palabras.
Todo el antiguo Mauro se fue al carajo.
—Mauro —susurró. Me giré para verla y me percaté de que le temblaban las manos—. ¿Crees que mi plan funcione?
Cerré los ojos ante la frustración que me había causado su pregunta. Su plan era perfecto. Digno de una mente de la mafia. Era bien calculado y bien pensado. Y por más que quisiera negarlo sabía que su plan podía salvarle la vida.
—Sí, funcionará —contesté—. Sólo apégate a él y todo estará bien. Charlie y yo mantendremos un ojo siempre sobre ti.
Puse mis brazos alrededor de su cuerpo atrayéndola a mí. Estaba asustado como el infierno. Una chica como Vica no merecía pasar por tantas cosas. Ella era especial, hermosa, inteligente, talentosa, fuerte, valiente. Era tantas cosas. Pero la vida suele ser muy desgraciada con las personas buenas.
Levanté su mentón con mi dedo índice haciendo que me mirara cara a cara. Sus labios rosas me invitaban a besarlos, así que lo hice. Cuando mi boca se presionó sobre la suya todo a mi alrededor pareció esfumarse. Vica emitió un bajo ronroneo cuando mi lengua tocó la suya y no pude evitar morder suavemente su labio. Ella me devolvía el beso con tanta intensidad que mis pensamientos se convirtieron en bruma.
Puso sus manos alrededor de mi cuello pegándome más a sus labios, dando todo lo que tenía en aquel beso. Justo como yo. Entonces coloqué mis manos en su cintura y todo se volvió confuso.
Se apartó de un salto y me envió una mirada de enojo, como si la ira fuera su mecanismo de defensa. Fruncí el ceño al verla jalando su blusa hacia los lados.
—Ya debemos irnos —musitó.
Oh no, cariño. En este momento quitaré esos pensamientos de porquería de tu cabeza.
—¿Qué fue eso? —exigí—. El beso era perfecto. El que te di en la cama esta mañana también. Y en ambos tienes esa reacción de querer alejarte de mí cuando te toco. ¿Qué te ocurre?
Vi un destello en sus ojos que me pareció un despertar azul.
—¡Odio que me toquen! —gritó y se dio la vuelta para entrar a mi habitación.
La detuve tomándola del brazo con más fuerza de la que pretendía. Una de sus pulseras se reventó enviando decenas de cuentas blancas por todo el piso de la sala. Miré mi mano en su muñeca y algo captó mi atención. Unas cuantas pequeñas líneas rojas se asomaban debajo de la manga de su blusa. Ella capturó mi mirada y quiso zafarse rápidamente de mi agarre.
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Cerca de la Luna
ActionPara ella, él huele a peligro, a riesgo, a locura. Es el chico al que no quisiera acercarse. El chico que le ha hecho la vida imposible desde hacia años. Y ni loca podría sentir ninguna clase de simpatía por él. Para él, ella es todo lo contrario a...