Capítulo 6: Odio y dolor.

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Mauro:

Me hubiese encantado tomar una fotografía del rostro de Vica en el momento en que grité mi primera oferta declarándole la guerra a Ailine. Hubiera dado lo que fuera por inmortalizar ese preciso instante. Bruno me envió una mirada de advertencia. Diana me encajó las uñas en el brazo, Erica, Peter y Charlie se reían sin parar desde un rincón del auditorio.

Vica se miraba tan confundida como yo me sentía internamente. Y sabía que no era fácil para ella asimilar lo que estaba pasando mientras bajaba del escenario improvisado y se detenía en el último escalón mirando hacia el suelo. Tampoco yo podía asimilar las cosas. No tenía idea de qué tipo de pensamiento retorcido me había impulsado para hacer algo tan estúpido como eso.

- ¿Te piensas quedar ahí parada toda la tarde? -pregunté. Y fue ahí cuando me di cuenta de que... en realidad me arrepentía de haberla comprado.

La chica se miraba tan pequeña y asustada. Sus puños cerrados con nerviosismo a ambos lados de sus diminutas caderas.

-Vamos -susurró extendiendo su mano hacia mí.

Fruncí el ceño.

-¿Qué quieres?

-¿No me pedirás que cargue tu mochila o algo así? -preguntó sin atreverse a levantar la vista.

Largué una carcajada sin poder retenerla. En verdad esta chica era patética, mirándose aturdida y avergonzada a más no poder.

-Cariño, a penas y tienes la suficiente fuerza para cargar tu propia mochila -dije tomándola de los hombros-. Tus huesitos son fuertes.

Ella se zafó bruscamente de mis manos y me miró por un instante, mostrando confusión. Probablemente nadie lo sabía, pero para mí era bastante obvio que Vica sufría una clase de desorden alimenticio, porque cuando la conocí en secundaria llevaba unos kilos de más encima. No fue hasta que entramos a la preparatoria, y mi pandilla comenzó a formarse, que ella bajó de peso abruptamente. Sus huesos se marcaban por todas partes, sus ojeras eran cada vez más oscuras contrastadas con esa casi enfermiza piel pálida que ella trataba de esconder bajo el maquillaje. Y todo gracias a Ailine y sus arpías, que seguían llamándole gorda sólo para verla tocar fondo.

Sin embargo, Vica creía que estaba gorda. Leí una vez que la mente de las personas con anorexia distorsiona su imagen frente al espejo, de esa forma, por más huesos y piel que fuera en realidad, su reflejo sólo mostraba grasa y carne de más. Era abrumador. Fue ahí cuando dejé de preocuparme por Vica. No quería meterme en rollos de gente loca.

-¿Entonces qué quieres que haga? -preguntó.

-Puedes acompañarme a la cafetería, es hora del almuerzo.

Ella respiró pesadamente.

-¿Con tus... amigos? -preguntó con la voz ahogada.

-Pues no creo que quiera almorzar solo contigo, idiota -dijo Diana poniéndose a mi lado.

Vica no levantó la mirada, y eso me desesperaba en demasía, pero no podía hacer nada para remediarlo. Quería que enfrentara a Diana por hablarle de esa forma, como cualquier otra chica normal. Pero todo lo que hizo fue quedarse ahí de pie y medio negar con la cabeza.

-Oye, no le hables así a la mercancía -le dije a Diana con una sonrisa que no pude evitar.

-¿Y se puede saber por qué la compraste a ella, Mauro? -exigió con las mejillas rojas.

-Para joder a Ailine, sabes que ella no me cae bien -miré de reojo a Bruno que llevaba de la mano a Ailine. Mi hermano me obsequió una mirada ácida.

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