Capítulo 16: Porque te amo.

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Mauro:

—¡Toma tu bolso y vámonos ya! —exclamé a Vica en cuanto entramos a La Choza.

Sentía el temblor en mis manos aumentar a cada segundo, mas no podía darme el lujo de perder los nervios y caer presa de un ataque de pánico, a pesar de que lo sentía extremadamente próximo.

—¿Crees que nos hayan seguido? —me preguntó desde la habitación.

—Es muy improbable, pero mientras más rápido salgamos de aquí, más rápido podemos salir de la lista de sospechosos que dejaron ocho cuerpos tirados en el bosque.

Salió de la habitación con su bolso en el hombro y metiendo un nuevo cartucho de balas en la pistola, sus movimientos eran duros pero fluidos, todos fríamente calculados, como si el hecho de haber matado a un hombre la hubiera convertido en toda una mafiosa.

—Estoy lista —anunció caminando a la puerta.

La detuve en seco y extendí mi mano.

—Dame la pistola —exigí.

—No.

—No quiero que lleves una pistola, Vica, dámela ahora —agité la mano.

—Sí no hubiera traído esta pistola ahora estarías muerto, así que me quedaré con esta pistola —decretó y salió por la puerta.

Por una parte tenía razón. De no haber sido por la pistola que traía en sus manos jamás habría salido con vida de aquel altercado, aunque no me era fácil aceptar esa verdad, era de suponerse que después de lo que había vivido no andaría por la vida segura sin un arma.

—No servirá de nada pelear para hacerte cambiar de opinión, ¿cierto? —dije cerrando la puerta de la casa con el candado.

—Sabes que no.

Subimos al auto y arranqué de inmediato, con cuidado de no contagiar mis nervios a Vica, aunque sabía que ella estaba mil veces más nerviosa que yo. Acababa de matar a un hombre.

—Gracias, por cierto —murmuré entrando en el freeway.

Eché un vistazo por el espejo trasero en busca de perseguidores, pero el bosque se alejaba de nosotros en perfecta calma.

—¿Gracias por qué? —me preguntó.

—De no haber sido por ti ahora estaría haciéndoles compañía a los hombres de Chávez —apreté el volante con fuerza—. No sé cómo lo hiciste, pero en verdad te lo agradezco.

Ella me envió una sonrisa cargada de tensión, pero aun sí sincera. Sus ojos azules me daban un poco de calma dentro del mar lleno de emociones en el que habíamos decidido nadar juntos.

—Lo volvería a hacer —dijo.

Mi corazón dio un vuelco dentro de mis costillas. Estar con Vica nunca se sentía normal, siempre se sentía diferente y alarmantemente placentero, pero ese momento era distinto a los demás, plagado de emociones pasionales. Quería detener el auto y besarla, quitar su blusa, sus pantalones, hacerle el amor en ese mismo lugar. La necesitaba, porque ya no podía vivir sin ella.

—Iremos a casa de Charlie —anuncié enviando mis pensamientos pervertidos a un lugar lejos de mi cabeza.

Asintió con la cabeza.

—¿Ese que estaba con Charlie ayer en el hospital no era Chuck Murphy? —preguntó.

—Así es, ¿lo recuerdas?

—Completamente —dijo y un hermoso rubor cubrió sus mejillas—. Él y yo nos besamos un par de veces en la secundaria —mis ojos volaron hacia ella mandándole una mirada de asombro, ella solo se encogió de hombros—. En la secundaria no era una mojigata, ¿recuerdas? Tenía unos cuantos amigos y Chuck era uno de ellos. Perdimos comunicación cuando entramos a la preparatoria, pero nunca imaginé que trabajara para tu padre.

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