Mauro:
"Mauro, será de mañana cuando leas esto, y sé que estarás confundido y probablemente molesto. Solo quiero que entiendas una cosa: tú no mereces el futuro que yo podría ofrecerte.
Tal vez esto parezca extraño, pero es la verdad. Estoy jodida, mi amor, completamente jodida. Mi corazón y alma no tienen reparación, y yo ya no soy esa chica de la cual te enamoraste en la escuela. Soy una asesina, sin sentimientos que no sean odio y sed de venganza. Cariño, tú eres demasiado bueno para alguien como yo, porque naciste y creciste en la mafia. Yo solo soy una niña que tuvo que aprender a defenderse de la peor manera, pero no pertenezco a tu mundo. No soy una heroína.
Pero necesito que sepas algo: te amo. Y nunca dejaré de amarte, ni de agradecerte todo lo que has hecho por mí. Me salvaste. Del mundo y de mí misma. Así que por favor recuérdalo todos los días, que mientras respire te voy a amar, con cada una de mis fuerzas.
Estaré bien, me enseñaste a defenderme. No te preocupes por mí, y no intentes buscarme, por favor.
Me voy, creyendo en lo más recóndito de mi ser que no me guardarás resentimientos por esto. Sinceramente no creo poder vivir con eso. El dolor que supone alejarme de mi único amor es suficiente para toda una vida.
Tuya por siempre: Victoria."
Acaricié con mis pulgares las manchas de lágrimas secas en la hoja de papel, con ganas de estrujarla entre mis manos y romperla en mil pedazos. Me llevé la carta a mis labios y la besé, queriendo sentir la presencia de Vica una vez más, anhelando absorber su aroma de nuevo, sin éxito, sin ella.
Me puse de pie inmediatamente, haciendo que los músculos de mis piernas protestaran, pero ignore el dolor y me precipité fuera de mi habitación. Bajé las escaleras de dos en dos. Derrapé al llegar al primer piso. Mis dedos se torcieron cuando traté de tomarme de la barandilla. Mi ritmo cardiaco era un constante recordatorio del miedo que me significaba perderla.
—¿Dónde está Vica? —la pregunta escapó de mis labios con un tono desesperado que denotaba mis mayores temores.
Mi padre, que justo iba entrando, se quitó los lentes, los guantes de cuero y le entregó su pistola a Leonard, su guardaespaldas.
—Lejos de aquí —contestó, con voz tranquila.
—¿Cómo lo sabes? —me impulsé hacia enfrente con el propósito de salir de la casa en busca de mi chica—. Ni si quiera sabes si está segura... podría estar en cualquier lugar... el imbécil de Matthew podría estar buscándola...
—Mauro —dijo, esta vez con un poco más de autoridad—, primero: no saldrás a buscarla desnudo de la cintura para arriba —miré hacia mi pecho y me percaté de que no traía camisa. Ni zapatos—. Segundo: aunque intentes encontrarla, ella no volverá. Está en un lugar seguro, y está protegida. Acabo de encargarme de Matthew. El hijo de perra ni siquiera tendrá un maldito entierro digno.
—¿Por qué se fue entonces? —me sorprendió el hilo de voz con el que formulé la pregunta. Como si no terminara de creer que se había alejado de mí.
—Ella está muy afectada por lo que sucedió, hijo. Pero tal vez solo es cuestión de tiempo.
—¿Para qué?
Anthony sonrió con complicidad.
—Para que el destino haga su trabajo.
Acto seguido subió las escaleras y desapareció en el pasillo, dejándome desolado, confundido y lastimado en demasía.
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Cerca de la Luna
ActionPara ella, él huele a peligro, a riesgo, a locura. Es el chico al que no quisiera acercarse. El chico que le ha hecho la vida imposible desde hacia años. Y ni loca podría sentir ninguna clase de simpatía por él. Para él, ella es todo lo contrario a...