Vica:
Habían pasado ya tres días desde la última vez que hablé con Charlie, muchas cosas comenzaban a cambiar dentro de mí. Empezando por el creciente deseo que abandonarlo todo y dejar que la mafia mexicana me matara de una vez. También estaba el hecho de que, por alguna razón que no comprendía del todo, me sentía traicionada y abusada en miles de maneras, lo cual quise aunárselo al negocio que mi padre tenía con Chávez y que solo cerraría conmigo, pero una parte de mí, la parte realista, me decía que ese sentimiento de inferioridad era causado por Mauro y su reciente desprecio hacia mí.
Mi padre había regresado el día anterior pero no habíamos hablado porque de inmediato se metió a su despacho para ya no salir. Le dejé dicho con Josephine que toda la semana estaría durmiendo en casa de una amiga, que en realidad era la casa de Chuck. Que no me buscara. Aunque sabía que no lo haría. Poseía la certeza de que yo no tenía conocimiento de sus negocios.
Pobre iluso.
Me obligué a no mostrar mis sentimientos, a no permitir que nadie notara a aquella chica confundida, asustada, desesperada y rota, pero mi primer fracaso amoroso estaba martillando mi alma. Tenía que sufrir en silencio alargando mi agonía y observando como todas mis emociones humanas eran lentamente ahogadas en un mar de dolor.
—Señorita Hudson —dijo mi profesor de español cuando me senté en mi pupitre ese jueves—. ¿A qué debemos el honor de su puntual asistencia a clases?
Salí de mi ensimismamiento dándome cuenta de que me había encajado las uñas en las palmas de las manos. En los últimos días no parecía tener noción de mis movimientos involuntarios.
—Buenos días, señor Martínez —saludé con la sonrisa de perra que había empleado desde el martes anterior. Tal vez se debía a que era lo único que podía salvarme de venirme a abajo, pero esa sonrisa se me facilitaba mucho más que cualquier otra mueca—. Tuve una semana complicada, pero ya estoy de vuelta.
—Me agrada que haya regresado, señorita —dijo acomodándose el moño sobre el cuello de la camisa mientras caminaba hacia su escritorio.
Me mantuve quieta cuando escuché la estrepitosa risa de Diana por la puerta del salón de clases, porque sabía que él venía junto con ella, tenía la certeza de que estaban juntos de nuevo y aún no estaba lista para afrontar aquella realidad. Así que cuando los vi entrar, seguidos por Bruno, Ailine, Erica, Peter y Charlie, tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no pararme e ir al baño a llorar como una niña pequeña.
Inmediatamente recordé las palabras que me había dicho Chuck esa mañana al hablar por teléfono:
—Si lo ves no permitas que te vea débil. Tú eres fuerte, y peligrosa. Él no se meterá con esa chica, ¿comprendes? No merece tu atención.
Lo cierto era que en el último par de días, Chuck se había convertido en una de las personas más importantes que tenía. De alguna forma él logró alejarme de la soledad que me embargaba a ratos.
—Hola, Vica —escuché la voz de Charlie detrás de mí. Me giré instalando rápidamente mi mirada indiferente—. Te ves bien hoy.
Me decidí por eliminar todo complejo de mi cuerpo y comenzar a vestir cada vez más provocativa y a la moda. Es decir, tenía dinero, podía comprar toda clase de ropa de cualquier marca o diseñador que quisiera. Llevaba puesta una falda negra holgada, botines de tacón grueso, una blusa entallada y una chaqueta de mezclilla. También estaba pensando muy seriamente ir a comprar un Ferrari después de clases. Tal vez pedirle a Chuck que fuéramos por unos tragos, y comprar bebidas caras. Al fin, era mi cumpleaños.
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Cerca de la Luna
ActionPara ella, él huele a peligro, a riesgo, a locura. Es el chico al que no quisiera acercarse. El chico que le ha hecho la vida imposible desde hacia años. Y ni loca podría sentir ninguna clase de simpatía por él. Para él, ella es todo lo contrario a...