Capítulo 17: No siente lo mismo por ti.

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Vica:

Simplemente se me escapó la verdad de los labios. Le había dicho que lo amaba. Pero comenzaba a creer que había sido una equivocación habérselo dicho, porque él no reaccionó de la forma que yo esperaba, y lo peor era que ni siquiera me sorprendía. Es decir, digamos que estaba completamente preparada para que se riera en mi cara y me señalara con el dedo por ser otra chica enamorada de él. Su beso fugaz y distante no ayudó mucho.

—Créeme cuando te digo que te ama también —dijo Chuck detrás de mí haciendo que pegara un brinco. Había olvidado que tenía compañía.

—No quiero hablar de eso.

Chuck suspiró y me guiñó un ojo, haciendo que algo dentro de mí se retorciera, trayendo miles de recuerdos de secundaria. Cuando lo besaba después de los juegos de botella, cuando lo miraba caminar por los pasillos de la escuela junto a Mauro, siempre dedicándome sonrisas cautivadoras. Cuando mi vida era muchísimo mejor, tenía amigas, salía a fiestas, si tenía un poco de tristeza la ahogaba en alcohol y diversión, en fin, cuando todo era más fácil y no tenía que lidiar con una amenaza de corazón roto.

—Has cambiado bastante, Vica —habló Chuck sentándose en una silla frente a la mesa—. No solo físicamente sino también mental. Lo puedo ver en ti.

Sonreí negando con la cabeza y me senté frente a él.

—Supongo que con todo lo que está pasando no tengo otra opción —me encogí de hombros.

—Supones bien —replicó—. La gente tiende a endurecer su corazón cuando ve la maldad del mundo.

Lo miré a ceño fruncido.

—Mi corazón no está duro.

—Cariño, tu corazón duro se nota en la mirada que le das a toda la gente —me miró enternecido—. Lástima que esa gente lo confunde con indiferencia.

La verdad me cayó encima como un balde de agua helada. Claro que tenía un corazón duro, siempre lo tuve, porque jamás me importó una mierda lo que pasara con mi vida, siempre me comporté como una hija de perra con todos, alejándolos de mí y abandonándome a la deriva con mis emociones rotas.

—Chuck, como que no estoy de humor para hablar de eso —dije con miedo de que se me quebrara la voz.

Chuck asintió levemente con la cabeza.

—Lo sé, lo siento.

Nos mantuvimos unos minutos en silencio, yo pensando en Mauro y en toda la complicación que significaba, y Chuck perdido en su propio mundo. Tenía la urgencia de salir de ese lugar y hacer algo, odiaba quedarme ahí viendo los segundos pasar sin tener idea del motivo por el cual Charlie y Mauro habían salido, aunque una parte de mí me decía que estaba mejor así, probablemente si obedecía a mis instintos de novia sobreprotectora terminaría siendo un peso más sobre la espalda de Mauro y ni él ni yo lo soportaríamos.

—¿Qué has hecho de tu vida? —le pregunté a Chuck esperando que un nuevo tema de conversación alejara mis pensamientos de aquel portador de unos hermosos ojos verdes.

—Bueno, no mucho —sonrió—. Desde que salimos de la secundaria me he hecho con nuevos... compañeros. Ahora vivo en una de las mejores mansiones de California y me guío por el mundo de las pandillas y los negocios sucios. Carreras ilegales, venta de "polvo de ángel". Ya sabes, soy como Dominic Toretto.

Solté una carcajada.

—Eso suena interesante. ¿Has estado en prisión?

—Sólo dos veces, pero las fianzas se pagan solas cuando hay amenazas de por medio —hizo un ademán con las manos—. Ya sabes, entre más peligro irradies por los poros de tu cuerpo más respeto de ganarás por parte del mundo entero.

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