Capítulo 6 (3): "¡Necesito una vida propia!"

37 5 2
                                    

Estaba claro que nada en mí era normal. Jamás lo fui, mucho menos en el pasado.

No tenía nada de normal tener poderes psíquicos, saberlo todo, predecir el futuro; por supuesto, no tiene nada de normal que toda cosa viva que tocara muriera, o si ya estaba muerta, que resucitara. Ese pequeño asunto sobre la sanación, el desvanecimiento de los dolores y las penas, pero no era ese al punto que quería llegar.

No era mi pasado como un personaje mítico, era yo ahora, mi forma de ser. Aunque puede que la manera en la que veías las cosas antes repercutiera mucho en lo que soy ahora, no lo niego.

Y aun fuera de todo eso, seguía siendo una chica poco común. O al menos eso era lo que tenía entendido.

Nunca creí en el amor, al menos no creí que funcionara en mí. Si, amaba a mis padres, a mis abuelos, a mis tíos y a los chicos que tenía como primos; pero no era lo mismo, en lo más mínimo. Sabía que existía ese tipo de amor que lo cambia todo, que te transforma en esa cosa dulce repugnante y empalagosa que ve la vida pintada de colores. Ese tipo de amor que cuando se acaba te convierte en una versión autentica de Satán y el mundo se convierte en un infierno lleno de maldad, lleno de oscuridad y de mucha mierda.

Claro, todos nos creemos invencibles hasta que llega el día en que nuestra forma concreta de amor idiota se presenta ante nosotros y hace de tu mundo una rueda de hipnotismo; empiezas a sentir cosas que no sabías que podrías sentir, empiezas a decir cosas que no querían decir y ha hacer cosas que no quieres hacer.

Y yo me creí invencible hasta que lo vi a los ojos. Él era mi rueda de hipnotismo, mi amor idiota.

En mis diecinueve años, jamás llegué a plantearme dicha posibilidad. No me permití enamorarme de otro hombre que no fuera mi padre.

Antes de él, aunque me esforzaba por ser una buena niña y no darle mucha lata a mis padres de acogida, pensaba que no existía el amor en ninguna de sus formas.

Cuando vas por ahí viendo las cosas atroces que la gente piensa, todo se vuelve muy oscuro. Pero él era diferente. Mi padre era algo fantástico, él realmente sabía amar y supe que me amó desde el primer momento en que me vio.

No podía leer sus pensamientos, no, porque él formaba parte de mi maldición en aquel momento. Sin embargo, emanaba una energía tan pura y limpia que no podía apartarme de su lado.

En cuanto a la versión estúpida de amor romántico, aun cuando mi padre llegó, no creí en él. Lo veía sufrir y me dolía a mi también, presencié y compartí sus sentimientos en su etapa de tormento de Josie vrs Susan.

Supe que el amor apestaba, que no quería que mi papá pasara por eso y que yo no quería sufrir el mismo destino jamás.

Las cosas cambiaron cuando sentí de Josie la misma energía pura de mi padre. Algo intermitente, un poco apagada y empañada. Percibía tantas cosas de ella, era un ataque de energía contradictoria.

Pero no para mí, cada vez que me tocaba, me miraba o me abrazaba lo sentía y no solo me amaba a mí, lo amaba a él y eso era lo que contaba.

Okey, dándole pausa a un momento a mi pasado, ahora lo entiendo.

¿Por qué siempre todo se resume a mis padres?

¡Demonios! ¡Ellos tiene razón!

¡Necesito una vida propia!

―Hënë―susurra Jinx apretándome las manos.

Dejé de lado mi análisis para mirarlo, aunque no había dejado de mirarlo, simplemente regresé a la realidad presente y abandoné mis pensamientos sobre el pasado.

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora