Capítulo 9 (1): "¡Ángeles!".

27 4 0
                                    

Por la mañana desperté. No era tarde y estaba justo a tiempo.

Me sentía genial aunque solo durmiera tres horas, aunque mis pies me mataran, aunque mi corazón no dejara de amenazar con escaparse de mi pecho y correr frenéticamente de allí.

Todo era bueno.

Y...

¡Pum!

Me bastó mirar hacia un lado para ser ferozmente arrancada de mi ensoñación por unos enormes ojos amarillos exageradamente perfilados a solo centímetros de mi rostro. Grité cómo jamás pensé que podría llegar a gritar por la impresión inesperada.

Ángeles solo rió burlándose cruelmente de mí.

Entonces la enmarqué con la mirada entre mis pestañas, ella batió las suyas aun disfrutando de sacarme de mis casillas de una manera poco común para mí. No era que yo no tuviera temores, pero siempre sabía las cosas que pasarían antes de que estas sucedieran, por lo que no esperar algo era raro para mí.

Caí como un bloque de hormigón sobre mi almohada y suspiré. Eran dos sentimientos a los que no estaba acostumbrada: como ser amada de manera romántica y asustada de muerte, eso me irritaba, era difícil acostumbrarse a las cosas nuevas y dejar la seguridad de las cosas viejas. Esa era la misma razón por la que luego de tantos años aun deseaba volver a ser la guardiana sin importar cuan difícil fuera... porque ella era yo.

Ángeles estaba sentada a lado de mí en el piso con sus brazos en la colcha a pocos centímetros de mi, tenía su barbilla sobre el brazo izquierdo y no dejaba de mirarme.

¿Cuál era el protocolo de las mejores amigas luego de una cita?

Entrecerré los ojos pensando en ello, eso era lo que ella esperaba, o al menos eso era lo que yo creía.

Esa era la cosa sobre Ángeles, ella era diferente, tan diferente en un mundo lleno de cosas iguales, diferente en mi mundo.

No es fácil de explicar; pero aunque yo solía ser perceptiva, Ángeles lo era mucho más que yo, sabía cosas que quizá yo si sabía, pero no lograba entender. Lo más raro de todo es que a pesar de confiar ciegamente en ella era la única persona que no tenía una definición en mi mundo, porque yo no percibía su energía, aunque la mayoría de las veces ella la demostraba sin problemas.

No veía en Ángeles aura alguna, ella era trasparente y extrañamente fortificada a la vez, tenía una muralla impenetrable que me impedía percibir sus pensamientos, intenciones y sentimientos, pero no necesitaba hurgar en ello, ella ya me mostraba todo lo que necesitaba e incluso lo que no. Sabía lo que había dentro de su muralla sin tener que echar un vistazo dentro.

―Alguien tuvo un apasionado beso anoche.―Canturreó mi compañera de habitación.

La miré boquiabierta, no porque me sorprendiera, sino porque ella lo concluyera.

―Déjame adivinar, tú estabas espiándome.―Levanté mi índice y la señalé fijamente.

Ángeles solo sonrió de soslayo y de nuevo revoloteó sus enormes pestañas de manera coqueta.

―Sólo una persona podría caminar a las dos de la mañana frente al edificio con tacones; pude escucharte, me asomé por la ventana y vi desde mi palco la despedida de los pajarillos de amor,―se burló, yo de nuevo la reté con la mirada―. Ese chico sabe vender su producto, me convenció con lo de: "Tengo miedo de que si te beso, desaparezcas y todo haya sido un sueño".

De nuevo la miré boquiabierta, ella estuvo espiándonos todo el tiempo y se hizo la dormida cuando ingresé a la habitación.

Tomé un almohadón y lo lancé hacia ella. Luego lo recogí y la golpeé con él una y otra vez. La desgraciada fisgona solo se reía, ni siquiera se defendía.

― ¡Oh Jinx! ―exclamó, de nuevo procediendo a burlarse de mí mientras hacía pucheros de besar― ¡Hazlo de nuevo!

― ¡Ángeles! ―le grité indignada.

Ella le detuvo por los hombros y me miró fijamente a los ojos, subió una ceja y indagó:

― ¿Cómo fue? ―fue la primera vez que me tomé el tiempo de mirarla realmente, de ver su rostro y descubrir que de hecho ella era muy bonita.

―Perfecto,―confesé dando una enorme exhalación.

― ¡Fue todo un espectáculo! ―irrumpió con voz alta― Aun más cuando pasaron de un pequeño pico en los labios a intentar comerse las bocas mutuamente.

― ¡Ángeles! ―reclamé de nuevo sonrojándome y le lancé mi almohadón una vez más.

― ¡N! ―Cayó sentada en su propia cama, abrazando mi proyectil― Cuéntame el resto. ¿Dónde te llevó? ¿Qué hicieron? ¿Cómo fue él? ¡Dime!

Me jaló el brazo sentándome a su lado en contra de mi voluntad.

―Bien ―sonreí, rindiéndome―. Hicimos el amor en mi auto toda la noche...

Miré a Ángeles, casi me asesinó con la mirada pues sabía que estaba mintiéndole.

―Y yo soy gatubela todas las noches.

―Lo sé ―reí golpeando nuestros brazos, ella también sonrió―. Él tiene un hermoso patio trasero.

― ¡Ya dime algo que no sepa! ―interrumpió, abrió los ojos como platos y dos segundos después lo entendí:

― ¿Lo viste? ¡Esas pompas! ―Levanté sus manos y fingí apretarlos.

Ángeles se empezó a carcajear hasta doblarse de la risa, yo le seguí.

Jinx tenía uno de los mejores traseros que jamás llegué a ver en un hombre, yo realmente quería apretarlos y sentir si eran reales.

― ¡La cita! ¡La cita! ―insistió ella entre risa y risa contenida.

―A si, el patio trasero de-su-casa es asombroso; tuvo la delicadeza de adornarlo con faroles y candelabros, tenía comida lista para mí, todo un festival de delicias incluso mis galletas favoritas. ¿Tu se lo dijiste?

―No ―respondió de manera segura e inmediata―. Espera. ¿Cuáles son tus galletas favoritas?

―Las de arándanos rojos.―Tonta, yo jamás se lo había dicho.

―Ahora lo sé.

―Charlamos mucho, comimos mucho, bailamos ―suspiré―; fue perfecto para mí. Me trató como una princesa, bromeamos, no sé. ¿Qué más podría pedir?

― ¿Rosas? ¿Chocolates? ¿Un oso de peluche? ―Listó Ángeles, yo solo volteé mis ojos.

No necesitaba nada de eso.

―Estoy bien con lo que obtuve ―aseguró.

―De acuerdo, enamorada.―Ángeles saltó de su cama quedando de pie de un salto―. Yo no comí nada, a diferencia de ti, la del gran banquete. Así que necesito alimento, un desayuno real, yo iré al bar, quizá tu no quieras un desayuno pero supongo que habrá un pastelillo con buenos botones traseros de chocolate esperando por ti. ¿Vienes?

―Estoy en pijamas aun ―excusé.

― ¿Acaso eso te ha detenido antes? ―preguntó con un tono de ironía, tomó mi chaqueta de cuero de los clavos en el pasillo y me la lanzó en la cara.

Yo ni siquiera llevaba sostén esa mañana, veía mis pezones marcados en la blusa azul, la cual era dos veces mi talla, viejísima y tenía manchas de todo tipo en múltiples lugares. Llevaba unos pantalones bombachos de sedán con malla que tenía seis botones dorados al frente, bolsillos y me hacían ver ridícula aparte de que se me enrollaban y entonces todo era un completo desastre.

― ¡Arriba! ―gritó Ángeles.

Me hizo levantada de su cama y me echó al pasillo sin darme tiempo siquiera de ponerme los zapatos.

Ella plantó mis zapatillas de princesa en mi pecho y me hizo caminar aun mientras intentaba colocármelos.

Yo podía ser de aquel día en adelante la peor vestida de la universidad. 

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora