Capítulo 15 (3): ¡Miau!

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Regresé a mi dormitorio, tras un episodio de ruegos y juramentos de parte de Ruach, quien quería asegurarse de que yo regresaría. Lo haría, no por él, sino por las respuestas. El guardián no debía saberlo.

Cuando ingresé a mi habitación me topé con la sorpresa de que Ángeles aun estaba despierta. En cuanto ingresé su mirada se congeló en mí, sosteniendo una cuchara en su boca. Tenía un enorme recipiente de helado en los muslos, así era como ella obtenía la figura voluptuosa que tenía. Cuando se descongeló, gruñó, giró sus ojos e hizo un sonido de irritación, como si le fastidiara verme.

Puso su gran recipiente de helado a un lado, enterrando la cuchara en él con tanta emoción que parecía querer asesinar a alguien.

Temí que nuestra hasta ahora fantástica amistad se arruinara por los acontecimientos de esta noche entre Edrei y Chiara

― ¿Estás enojada conmigo?

Ella inhaló, dando una exhalación profunda luego. Así me miró de nuevo.

No, no lo estaba, solo estaba preocupada por su hermano.

―No, no lo estoy.―Tomó el recipiente de helado, el que regresó a sus piernas―. Solo estoy preocupada por Edrei.

Tomó otra cuchara de su lado y la levantó en dirección a mí, sonreí de manera disimulada y tomé la cuchara. Así caí a su lado en la cama, con los cinco litros de helado entre nosotras.

― ¿Te quedaste para ver como mi hermano cometía el peor error de su vida? ―preguntó.

Yo negué con la cabeza mientras le daba una bocanada al delicioso helado de pastel pasión de lluvia de chocolate con nueces.

―Te seguí, pero no logré alcanzarte.

― ¿Dónde estuviste las últimas cinco horas? ―preguntó, arrugó su nariz y echó dentro de su boca el doble de helado que podía caber en mi boca.

―En la biblioteca ―respondí, enterrando mi siguiente cucharada.

―Pasas mucho tiempo allí últimamente.―Me miró, subió una ceja y golpeó su cuchara―. ¿Algo que deba saber señorita dejo-a-mi-novio-luego-de-un-día-porque-estoy-muy-confundida?

―Si lo que sospechas incluyen fantasmas.―Lamí mis labios.

―No me estarás hablando enserio, ¿o si? ―Frunció el ceño, acusándome mentalmente de ser una pésima bromista.

―No, realmente hay un fantasma allí; un guardián de bibliotecas.

― ¿Un guardián? ¿Cómo tú siendo guardiana de cementerios? ¿Esos guardianes? ―Asentí, Ángeles abrió sus ojos como platos, posteriormente, catapultó su rostro hacia el helado sorprendiéndome ligeramente, aunque me pareció mucho mas chistoso que extraño. Era ángeles, ese era el tipo de cosas que la hacían ser ella.

―Él me está ayudando a entender ciertas cosas sobre lo que es ser, o lo que es, un guardián.

―Este mundo.―Levantó su rostro del helado, ahora ella parecía un mimo chocolatoso con almendras―; está loco.

―Ángeles.―Me erguí y la miré, mientras ella limpiaba su rostro con sus dedos para luego lamer―. Tú no eres humana, ¿cierto?

―Cid siempre me pregunta eso desde que fui capaz de ver tus alas, N, no tengo la menor idea, toda mi vida he sido humana, normal, corriente, sin nada especial. No entiendo por qué puedo ver estas cosas, no lo sé.―Se encogió de hombros y regresó a comer helado de la manera tradicional.

―Sé que no lo eres, solo que no sé qué eres ―confesé.

―Apenas y entiendes qué es lo que sucede contigo, no intentes entender lo que sucede conmigo; realmente no importa, he vivido mi vida con la normalidad de todo ser humano, sé que no cambiará porque pueda ver ángeles ―aseguró.

―Si algo cambia, asegúrate de decírmelo―pedí.

―Lo haré, o de todas maneras me leerás, así que sé que lo sabrás de cualquier forma.―Sonreí, pasé mi brazo sobre sus hombros y la atraje hacia a mí para darle un abrazo de lado, mejilla con mejilla.

―Te quiero.

―Yo también te quiero ―correspondió, luego me llenó la nariz de helado.

Quise contraatacar, pero un traquido recurrente llamó mi atención. Era el familiar sonido de unas diminutas uñas siendo arrastradas por la madera, uñas que solo un pequeño amigo de cuatro patas podía tener...

Un gato.

Un maullido, y Ángeles y yo volteamos hacia la ventana. Allí estaba, el gato gris de ojos verdes que recordaba haber perseguido durante mi infancia. Otro maullido en mi dirección; Ángeles me miró.

―Creo que te habla a ti.―Si, así era.

Me deslicé fuera de la cama de Ángeles, abrí la ventana y el minino se deslizó hacia mí, se restregó en mi mientras ronroneaba de manera audible.

―Está enamorado de ti.―Ángeles rió, la manera en la que él lo hacía era singular, como si realmente necesitara de mí, me amara.

Rasqué su cabeza y barbilla, él cerró sus pequeños ojos y retractó sus bigotes con ternura.

Lo levanté, acunándolo en mis brazos, analizándolo con cuidado una vez más.

¿Era posible que fuera el mismo gato?

Le besé la cabeza, era tan suave y esponjoso, podría abrasarlo toda la noche.

―Creo que es hora de dormir.―Ángeles saltó de su cama mientras tapaba el recipiente de helado para devolverlo a la heladera; chupó sus dedos y luego se lavó las manos, rostro y dientes. Una vez lista, cayó de regreso en su cama, esta vez, acostada―. Buenas noches, veremos que desastroso día nos espera mañana cuando el sol salga. Apaga la luz, romance gatuno, algunos somos mortales, necesitamos descansar.

―Ya voy.―Reí, ella no necesitaba indirectas, con Ángeles todo era claro, al punto.

Dejé al gato en mi cama, encendí la lampara de la mesa de cama y luego apagué la luz del dormitorio.

Me acurruqué en mi propia cama, el gato se acurrucó en mí, aun sin una invitación para ello. Lo rasqué, apoyada sobre mi almohada, y lo hice hasta que me quedé dormida.

Puede que fuera una guardiana, o un ángel, pero amaba dormir.

Mejoraba por mucho mi humor.

Mejoraba por mucho el humor de cualquiera.

Soñaría con ángeles y demonios, guardianes y fantasmas, rocas misteriosas, gitanas y políticos del mil ochocientos, soñaría con el acogedor ronroneo y calor de un gatito acurrucado a mí.

Con frases hebreas, con reencarnaciones y dobles personalidades, con una chica adolescente desenfrenada y un adulto desesperado y resentido... con mis padres.

Y con él, el chico que amaba pero no me pertenecía...

Jinx. 

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora