Capítulo 18 (3): Únicamente a ti.

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Así que salí de la aglomeración y regresé al área de pasarelas que ya se hallaba completamente abandonado. Excepto por un chico de peluca blanca y toga al estilo de la corte suprema de justicia, como solían verse en las películas.

Él me daba la espalda, estaba sentado en una de las esquinas del final de la pasarela, así que no podía ver su rostro, y por su disfraz, no se me hacía fácil distinguir su figura e identificarlo por ella; además, él estaba bloqueado, no lo sentía y ni percibía sus pensamientos. Lo que reducía aquello a unos pocos chicos rockeros de la vecindad de la facultad. Un segundo más tarde ya había concluido quién era.

Tan pronto me puse en su campo de visión saltó de su lugar en la esquina de la pasarela y me miró embelesado.

Primeramente no recordé a que se debía esa nueva fascinación y luego lo recordé...

Estaba vestida como gitana...

Estaba vestida como Tod.

De pronto me sentí ridícula, todo este tiempo insistiendo y diciéndole e incluso gritándole que yo no era ella, y allí estaba, vestida exactamente como ella, llevándome la contraria a mi misma.

Me tapé la cara, avergonzada.

¿Cómo podía haber hecho esto?

Realmente nunca me molesté en pensarlo porque creí que él no me vería jamás con este disfraz.

¿Cómo no pude verlo venir?

―Está bien ―aseguró Jinx, jalando mis muñecas para quitarlas de mi cara y verme a los ojos.

Sonrió, y me transmitió su reparadora energía llena de tranquilidad, me envolvió con ella, la sentí cosquillear mi piel, pero yo era un bloque y en aquel momento mi sentimiento de culpa era superior a su poder.

―No, no lo está ―repuse―. Yo no soy ella y sin embargo lo hice, no entiendo por qué.

―Lo entiendo, no te preocupes ―insistió.

Se inclinó, quiso besarme en los labios, pero se retrajo en el último instante, por lo que besó mi mejilla.

Respetaba mi decisión de poner distancia entre nosotros, y aunque se perdió por un instante y se juró a si mismo ver a Tod, lo que reafirmaba su derecho a besarme de manera inconsciente, no lo hizo, porque no tenía mi permiso.

Mis ojos se aguaron tan repentinamente que no supe por qué.

Cada vez que estaba junto a él mi sistema se alteraba, deseaba mandar todo al diablo y dejarme ser suya, olvidarme de todo y perderme en él.

Jinx lograba lo que litros de alcohol y kilos de droga no podían: hacerme dudar, marearme, llevarme a cometer locuras y desconectarme del mundo.

Me tomé un momento para mirarlo, y fue inevitable echarme a reír, esto era bipolaridad.

―Nunca creí que esto fuera posible, ni que yo llegara a decirlo, espero que no te ofenda, pero, enserio, te vez horrible.―Jinx sonrió, divertido, en realidad alegre porque me causara gracia.

―Fue de último momento ―confesó―. Todos los demás disfraces estaba apartados.

―Eso me lleva a... ¿Por qué estás aquí? ―pregunté, no era que no me gustara que estuviera allí, me encantaba, él me encantaba, aunque ahora mismo, con ese disfraz, yo podía dudarlo seriamente―. Antes de que respondas nada, dime por favor que traes ropa por debajo de eso.

―Si, ¿por qué? ―preguntó perdido de mis intenciones.

―Necesitas deshacerte de eso, ahora mismo ―ordené.

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora