Capítulo 17 (1): Una estúpida pérdida de tiempo.

22 4 3
                                    

―De nuevo estás con ese gato horroroso.―Se quejó Ángeles al ingresar a nuestra habitación después de clases esa noche.

Yo terminé de lamer mi cuchara llena de avena antes de objetar.

―Es hermoso ―refuté, y con ello, rasqué su cabeza, entre las orejas, y su barbilla.

Él se limitó a ronronear, cerrar los ojos, y mover su cabeza en busca de más caricias.

―Es un oso ―dijo Ángeles, me detuve en seco para mirarla con los ojos entrecerrados mientras me preguntaba por qué diablos había llegado a aquella conclusión.

― ¿Un oso? ―le animé a proseguir, a ver si me sacaba de la duda.

―Yo digo horror-oso, tu dices herm-oso, yo replico, de nuevo, tenebr-oso; así que eso lo hace un oso.

Yo me eché a reír, escupiendo unas cuantas hojuelas recocidas en leche de avena.

―Es especial ―agregué, dándole un beso en la cabeza a mi gatito.

―Esa cosa, no es humana ―señaló con desconfianza al pobre minino.

―No es humana, es animal ―reí.

―Sabes a lo que me refiero ―agregó, bufó e hizo girar sus ojos.

―Es solo un gato ―insistí.

―Uno que es más viejo que tú ―debatió.

―No es que yo sea una anciana ―enserio, solo tenía diecinueve.

¿O eran veinte?

Fruncí el ceño, hacía rato ya que no registraba la fecha.

― ¿Al menos sabes que es un gato? ―preguntó, pronuncié mas mi ceño.

Tenía dos orejas peludas y puntiagudas, bigotes blancos y duros, maullaba, ronroneaba, tenía una cola larga y esponjosa, era pequeño, con cuatro patas, una nariz, dos ojos, garras y ternura digna de su especie.

¿Acaso no era obvio?

―Macho ―agregó ella.

Bueno, eso podía resumir las cosas.

―Si ―respondí, le di vuelta al gato, recostándolo de espalda y le jalé ambas patitas traseras para dejar expuestas sus partes intimas.

―Atrevida, no muestres así su bolitas ―me regañó ella, dándome una fuerte palmada por mis manos para que lo dejara ir; luego se inclinó sobre él y lo miró a los ojos, firme, amenazante―. Sé que hay algo raro contigo y voy a averiguarlo, sea lo que sea que estés ocultando.

―Estás loca ―afirmé entre risas.

―Mi mejor amiga, diagonal, compañera de piso es un "ángel guardián", como decidí llamar a tu... anormalidad. Luego descubro que mi novio es "como ella" y que sus amigos también lo son. Así que tengo derecho, firme, a creer que ese gato, puesto a su historia, no es un gato normal. ¿Me quitarás ese derecho, Akane Hënë Lissen?

De acuerdo, había demostrado su punto.

Yo alcé mis manos, señalando mi rendición.

―Y no olvidemos al fantasma de la biblioteca...

―Sí, ya lo entendí ―interrumpí.

―Ahora sé tan amable de ir a la cafetería y conseguirme una deliciosa cena.

― ¿Soy tu sirvienta ahora? ―pregunté, fingiendo estar ofendida.

―Soy tu mejor amiga y es mi trabajo hacer lo que es mejor para ti, aunque no te guste ―respondió.

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora