Capítulo 15 (2): Muertos y Condenados

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―Déjame entenderlo,―pausé, sintiendo que en mi cerebro un río de información incontrolable se desbordaba con locura, llevándose todo a su paso. Aspiré profundo, quizá era demasiada información para una sola noche; y eso que apenas pasaban veinte minutos desde que dieron las 24 horas.

―Los guardianes, ¿son ángeles muertos? ―pregunté sosteniendo el libro abierto contra mis palmas abiertas, aun cuando había una mesa a solo tres centímetros del derecho de mis manos.

El guardián de la biblioteca seguía sin revelarme nada, aunque sabía las respuestas no era el camino que seguiría, al menos no si quería hacerme depender de él mucho más tiempo. Y sabía que aunque no pudiera revelarlo todo para mí, si podía guiarme a los lugares o libros que tenían la respuesta.

Sin embargo, todo guardián era astuto, este me mostraba información que sabía que me interesaría pero no la que yo específicamente buscaba. Sabía por qué, él intentaba despertar mi curiosidad y hacer mi camino mas largo, por lo tanto, prolongar mi estadía en la biblioteca, en consecuencia, mi compañía con él.

Aun no tenía ni un solo atisbo de información sobre Kuolema, Tod, o como estábamos conectadas mucho más allá de lo que sus nombres y mi estatus como guardiana de muertos en el pasado.

Pero si estaba descubriendo unas cuantas cosas sobre mí, sobre el pasado, cosas que me ayudaban a entender que era lo que sucedió conmigo, con mis padres.

―A diferencia de los humanos, que todo en ellos muere cuando dejan de respirar, los ángeles son espíritus, ellos no pueden morir; así que técnicamente, lo más cercano que llega un ángel a la muerte, es ser un guardián.―Pero, ¿por qué?

―Todos, ángeles o humanos, tenemos un precio que pagar.―respondió de manera rotunda.

Miré de nuevo el libro antiguo que se hallaba en mis manos, estaba escrito en un extraño idioma de antaño que no conocía antes de esa noche. Pero solo tenía que tocar un libro de ese idioma para aprenderlo y así entender este otro. Según el guardián, yo no debía por qué tener limitaciones; él quizá sabía con certeza por qué no, pero yo aun no lo entendía, ni siquiera sabía exactamente que era lo que yo era ahora.

Sabía que fui una guardiana, y que ahora tengo alas.

No entendía aun por qué fui un guardiana, tenías que ser un ángel antes de serlo; pero yo nací humana, y mamá también, así que aun tenía varias, o millones, de piezas perdidas sobre este concepto.

¿Y por qué solo a mí me salieron alas luego de liberada?

En todo caso, ¿no tendría mamá que tenerlas también?

―Tienes una guerra interior ―dijo el guardián, mirándome, él se hallaba con su mejilla derecha apoyada sobre el puño de su mano derecha, cual codo se hallaba apoyado en la mesa.

― ¿Por qué lo dices?

Él, en respuesta, usó su mano izquierda para recorrer la cadena que colgaba de mi cuello y levantar la roca, la roca que aun llevaba conmigo, la que desenterré del cementerio.

―Ella me lo dijo,―aclaró.

Yo dejé el libro y tomé la roca entre mis manos, el color cambiaba continuamente, colores oscuros, de sentimientos negativos, iban y venían, lo que demostraba que no sabía que sentir; pero lo menos que sentía era amor o felicidad por esto, ya que no me hallaba contenta de encontrar mas preguntas que respuestas.

― ¿Qué tiene que ver ella en todo esto?

Él hizo como si inhalara, pero era un guardián, simulaban ser humanos, pero estaban muertos.

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora