Capitulo 1 (3): "Saber más de mí."

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 ― ¡Akane Hënë Lissen! ¿Qué significa esto? ―reclamó mamá desde el umbral de la puerta de mi habitación.

Giré la mitad de mi cuerpo para mirarla, y mi boca hizo una mueca en cuando la vi, allí parada, con mis vaqueros, mi blusa y mi abrigo colgándole de las manos.

Estaban enlodados, completamente sucios.

¡Por Dios! ¿Qué hacía mamá revisando la ropa sucia?

¿Qué hacía mamá revisando la ropa sucia precisamente hoy?

Cabe destacar que mamá jamás tocaba la ropa sucia, si es que realmente usaba una prenda más de dos veces. En mi caso, si, yo la usaba hasta desgastarla.

La cuestión aquí es que tenemos una sirvienta, una que viene a lavar y limpiar cada dos días.

Mamá jamás ve la ropa sucia. Ni mucho menos la toca.

¿Cómo demonios llegó la mía a sus manos? ¿Acaso no estropearía eso sus bellas manos de porcelana?

―Son Gucci, Hënë ―se lamentó.

Mamá era algo así como una diosa del modelaje en Alemania, papá era mitad dueño de una gran empresa de diseño de ropa y mamá de una gran agencia de modelaje. Las mas grandes figuras alemanas en el mundo.

Las revistas de moda eran como la Biblia de mi madre y las marcas, incluyendo esos pantalones, eran como los santos que veneraba. Solo les faltaba el altar y las velitas.

Y rezarles.

Para mí, era solo ropa.

―¿Y bien? ―preguntó, ah si, yo debía dar una razón por la que estaban así.

―Atropellé un pájaro ―¿Enserio Hënë? ¿Cómo diablos atropellas un pájaro?―. Quise darle un entierro digno.

―Lo entiendo, pero no podías usar shorts Zawary o Forever 21 ―sugirió.

―Lo siento ―dije insegura.

Además, teníamos dinero de sobra para cien como esos. Yo tenía como cien de ellos en mi armario.

Realmente me llovían, como si fuera a necesitar tantos pantalones en mi vida. Ni siquiera los había pagado, prácticamente, toda mi ropa eran regalos de diseñadores y ropa olvidada de los desfiles de modas y las sesiones de fotos.

―No importa.―Exhaló, caminó hasta la papelera y los dejó caer en el basurero.

¡Hey! ¡Aun servían!

Solo había que lavarlos.

―Quiero llorar.―Bufó y volteó a mirarme mientras se abanicaba con los dedos de sus manos.

Solo eran pantalones.

¡Por Dios!

―No puedo creer que te vayas a la universidad la próxima semana.―¡Ah, era eso!

―No tengo por qué hacerlo, puedo hacer un curso de administración en Dusseldorf y unirme al negocio familiar ―sonreí, mostrándo mis pulgares en alto.

¡No quería ir a la universidad!

―Tienes que seguir tu propio camino ―insistió, yo bufé.

Podía seguir mi propio camino allí, en casa.

Mamá tomó un cepillo de mi coqueta, y caminó hacia mí, tomó una parte de mi cabello y comenzó a cepillarle en silencio.

Yo no tenía mucho que decir y demasiado que pensar.

―Me parece que fue ayer cuando yo iba a ingresar a la universidad, con tu padre, con Bram y Trey. Aun quiero que pruebes ser porrista de nuevo, quiero que le patees el culo a todas esas animadoras presumidas ―mencionó mientras empezaba a tensar un lado de mi cabello.

No era que hubiera mucho que trenzar, llevaba el cabello corto, apenas sobrepasaba mi barBrama de largo.

―Como si hubiera funcionado la primera vez.―Jamás fui a la secundaria, siempre estudié en casa.

De todas formas, mamá había insistido en que me uniera al equipo comunitario de animadoras para que socializara con personas de mi edad.

No duró mucho.

Tras el primer entrenamiento fui expulsada por quebrarle la nariz a la entrenadora.

Dicen las malas lenguas que eso de quebrarle la nariz a las porristas estaba en nuestra sangre.

Aun toda la familia hablaba de Trixie, quien coqueteó con papá y terminó sangrando por la nariz cuando mamá pasó sobre ella. Y también la expulsaron luego de ello.

Aunque bueno, duró toda una temporada en el equipo, yo no pasé de una hora.

―No importa lo que hagas, quiero que encuentres algo que te apasione, hagas amigos, tengas tu primer novio, encuentres el amor y si te parten el corazón, regreses a casa a llorar en brazos de mamá.―Apretó mis hombros, la miré y puse mis ojos en blanco, sin miedo a ofenderle.

¿Amor? ¿Enserio?

Nadie tendría un amor como el de mis padres. Y sinceramente, no quería tenerlo.

Era demasiado drama.

―Cuando te enamores pensarás diferente ―dijo, de nuevo, había escuchado esa frase unas mil veces.

De boca de mamá y de boca de papá.

Y fastidiaba un tanto, a veces.

―Intenté enseñarle a manejar hoy a Josh, pero es un desastre, casi me deja sin corazón durante todo el trayecto ―dije, intentando desviar el tema.

―Ya alguien le enseñará luego ―aseguró ella, luego lanzó sus brazos alrededor de mi y besó mi mejilla―. Odio que hayas crecido tan rápido.

―Bienvenida al ciclo de la vida ―dije, sonriendo de medio lado.

― ¿Por qué no tuve mas hijos? ―bufó, haciendo un mohín.

―Solo tienes cuarenta y uno, aun puedes darme hermanitos ―bromeé.

―No, de ninguna manera ―me dijo, sacándome la lengua.

―Entonces para qué te lamentas.―La empujé ligeramente con mi hombro y ella rió.

―Iré a ver a tu papá, quizá él pueda convencerme de lo contrario.

―No te pases ―reclamé, ella volvió a carcajearse y salió entre risas de mi habitación.

Miré mi reflejo en el monitor, mamá me había hecho una trenza cosida de solo medio lado de mi cabeza.

Treyé una de las bandas elásticas de mi escritorio y la amarré para que no se soltara.

Luego de ello dejé mi silla y caminé hasta la puerta, cerrándola con seguro.

Saqué mi ropa del basurero en el que mamá los había hundido y los tiré en el fondo de mi armario, mañana, luego de que se fueran a trabajar, los devolvería a la cesta de ropa sucia en el cuarto de lavandería.

Me incliné en el piso del armario y golpeé una tablilla suelta de la pared, tomé el trapo en el que había envuelto mi rubí y lo saqué.

Pasé el pulgar de mi dedo sobre la joya y la desempolvé con un trapo limpio que estaba en el piso junto con lo demás.

Después de todo si tenía una razón para ir a la universidad.

Averiguar sobre mi misma y mi misteriosa maldición.

Tenía una misión, mi rubí y yo teníamos un destino y lo encontraría.

Pero primero debía averiguar de dónde venía aquella preciosa roca.

Quizá eso fuera el inicio de todo. 

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora