Capítulo 17 (3): Helado y disfraz

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―El punto es que luego de que Edrei se fuera Ruach se negó a mostrarme el libro de nuevo ―me quejé.

―Detente un momento...―pausó Evie antes de dejarse caer a mi lado en el taburete de la cabina de la heladería a un par de cuadras del campus; puso su copa de helado de caramelo en la mesa, lamió sus dedos y prosiguió―. ¿Me estás diciendo qué enserio hay un fantasma en la biblioteca?

―Si, Evie, si ―respondió Ángeles por mí.

―Bueno, no es exactamente un fantasma.

Ángeles gruñó y puso sus ojos en blanco.

― ¡Es lo mismo! ―espetó ella.

―No importa, igual, no me agrada la idea.―Evie encogió sus hombros, cohibida por el tema.

Mero temor sobre lo que conllevaba el tema de los fantasmas, los ángeles y demonios, y eso que aun no sabía todo sobre mí, no tenía idea de lo que pasaría cuando se enterara de todo.

―Una se acostumbra,―aseguró Ángeles, la miré y negué disimuladamente, intentando que Evie no lo percibiera, aun no estaba lista para ese caudal de información.

No superaba la idea, e incluso detestaba, saber que los fantasmas son reales no estaba preparada para enterarse de que la chica a su lado no solo había sido un fantasma, sino que tenía alas y no estaba segura de ser exactamente un ángel.

Ah, sin mencionar que había cinco más cruzando la calle, a unos metros de su habitación.

― ¿Podemos de hablar de otra cosa? ―preguntó incomoda, temerosa.

Evie prefería vivir en ignorancia un poco más de tiempo antes de enterarse de que sus temores no estaban tan lejos de lo que prefería.

Ángeles se limitó a sacar uno de los barquillos de su copa y lamer el helado en él esperando que yo decidiera con qué seguir.

―Uhm, mamá me envió unos catálogos ―mencioné, cogí mi bolso de mi lado del asiento y empecé a revolver su contenido para encontrarlos―. Quiere que escojan el disfraz que prefieran para la fiesta de celebración luego del desfile de la tía Tania; además de un vestido formal, para la pasarela.

― ¿Pasarela? ―preguntó Evie alarmada, abrió sus ojos tanto que estos peligraban de salirse de sus ojos.

―¿No pensarás que ella realmente quiere que te quiebres la nariz contra la pasarela frente a la prensa y toda esa gente importante? ―preguntó Ángeles, pregunta retorica, irónica.

―En realidad... ―dije, entonces tanto Evie como Ángeles me miraron desbocadas. Yo me eché a reír, ellas exhalaron con alivio.

―Casi pierdo mi corazón ―confesó Evie dejando su mano en el lado izquierdo de su pecho.

―Es solo para VER el desfile.―Reí, les pasé los catálogos, ellas los tomaron―. Deben dejar sus medidas, calzado, copa de sostén, pantalón, vestido, tanga, blusa, todo.

― ¿Te dije que amo a tu madre? ―preguntó Ángeles, de nuevo, de manera retorica.

― ¡Pero esto cuesta una fortuna! ―repuso Evie.

―Mamá pagará ―informé.

― ¿Por qué lo hace? ―preguntó Evie sorprendida.

―Créeme cuando te digo que esto no podría hacerla más feliz.

―Nadie hace estas cosas ―repuso Evie una vez más.

―Lo dice la que salió con un guardarropas nuevo de diseñador hace dos noches de su casa.―Ángeles me señaló. Evie de inmediato se puso roja como tomate debido a la vergüenza que le ocasionaba.

―No es como si le costara algo; mucha de esa ropa se queda en los depósitos de la agencia hasta que las polillas se la comen. Se venden miles de millones de prendas al año, pero las pruebas siempre se quedan allí hasta que se botan o alguien se las lleva ―mencioné, luego hice crujir mi waffle antes de llevarlo a mi boca y comerlo.

― ¿Recuerdas el primer vídeo que gravaron de N y las tres psicóticas oxigenadas? ―preguntó Ángeles, Evie asintió mirándola con atención mientras revolvía un barquillo en su copa de helado― Ellas querían reclutar a N por una sola razón. Sabían lo que ganarían con su amistad: primeras filas en los desfiles de moda, invitaciones a fiestas súper exclusivas, primeras planas en revistas, su cara en las redes sociales y ser famosas por asociación. Esas tres buitres desean eso, pero N no es quien ellas creían; no imaginaron que no tiene la cabeza apolillada como ellas.

― ¿Y cómo sabes que nosotras no te queremos por la misma razón? ―preguntó Evie.

Yo sonreí de soslayo.

―Solo lo sé,―aseguré, tomé uno de los catálogos y empecé a pasar las páginas, cerrando el tema.

Ángeles era transparente y aunque le fascinaba en asunto de los desfiles, la moda, las revistas y todo eso no inició su amistad conmigo por ello y sé que no es lo que mas le importa; puedo sentirlo. En cuanto a Evie, aunque tampoco es una gran fanática de mi mundo, no está del todo escéptica a ella; pero puedo ver lo que piensa, sentir sus intenciones. Está conmigo, aquí y ahora, por la misma razón que Ángeles:

Ser mis amigas, sin pretender nada a cambio.

―Siempre he querido disfrazarme como pirata ―expresó Evie, su espíritu desprendió chispas en cuanto encontró su disfraz soñado―. Siempre se ven tan hermosas y seductoras, quiero verme así.

―Anotado, soy un genio y cumpliré tu deseo ―bromeé.

Evie chilló y lanzó sus brazos alrededor de mi cuello, dándome un abrazo de emoción, mejilla con mejilla.

―Yo seré yo ―dijo Ángeles, Evie y yo la miramos con incógnita.

¿A que se refería exactamente?

―Soy Ángeles y soy negra ―prosiguió.

― ¿Serás un ángel negro? ―preguntó Evie.

―¡Bingo! ―respondió Ángeles, moviendo sus hombros y manos como si bailara una zamba.

Evie y yo nos miramos y reímos por lo bajo, encantadas con ella y su poca vergüenza.

La heladería completa la miraba como si fuera un fenómeno; nosotros la disfrutábamos.

― ¿Y tu que serás Hënë? ―preguntó Evie.

Ella quería decirme "ENE", tal y como lo hacía Ángeles; pero su acento era tan marcado que casi le era imposible.

Era todo un caos con el español. Dudé, había asistido a tantas fiestas que prácticamente ya había usado cada disfraz de cualquier catálogo.

No ansiaba disfrazarme de nada en especifico, escoger disfraz casi que era un pasatiempo tedioso y aburrido para mí. Continué pasando las páginas de los catálogos, completamente desinteresada en todo hasta que...

―Gitana ―escupí, me erguí en mi asiento.

Jamás me había vestido como gitana, era el único disfraz en el que nunca pensé.

―Me vestiré de gitana ―repetí.

―Serías un muy hermosa gitana ―comentó Evie, ahora echándole un vistazo a los vestidos normales.

Para ella era solo un comentario, pero para mí era mucho más. Quería hacerlo, quería verme en el espejo como ella y convencerme de que no éramos la misma persona.

Como Tod.

Aunque estaba segura de que jamás sería Kuolema, esa arrogante chica de los retratos por la cual no sentía simpatía alguna. 

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora