Capítulo 12 (1): Segunda oportunidad.

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Mi domingo parecía ser interminable, estaba oscureciendo para cuando me encontré a medio camino de Dusseldorf y Essen; exhalé intentando escapar del frío una vez que estuve fuera de mi auto.

Me hallaba perdida, no sabía a quien ir o qué era lo que debía hacer ahora. No quería comentarles a mis padres lo que sucedía, no quería hacerlos pasar por esto de nuevo, no mas segundas veces.

Hice una mueca de inseguridad.

No hablé con él de esto nunca; pero ahora yo necesitaba una cabeza adulta que me conectara, no era la mejor opción, mucho menos alguien en que yo confiara ciegamente; sin embargo, él era la única persona de mi familia que sabía lo que yo fui, o podía aun ser, alguna vez. Me vi obligada a hacérselo saber, él jamás me vio igual después de eso e intento mantener la mayor distancia posible entre nosotros.

No lo culpé. Luego de lo que le hice, hasta yo estando en su lugar huiría de mí.

Trey había sido mi primer experimento de regresar un muerto a la vida. Estaba en coma luego se sufrir un espantoso accidente de tránsito, tenía respiración artificial, según los médicos, él estaba muerto.

Yo los escuchaba hablar de ponerle fin, le desconectarían el respirador y lo dejarían morir; solo faltaba el consentimiento de su familia. Ya todo estaba listo, la abuela Mona y el abuelo Gil estaban allí, escuchando a los médicos decir que no había salvación para él.

Todos se despidieron, incluso los que parecían odiarlo, lo que incluía mamá, quien parecía querer hacer los honores y sacar el tubo de la garganta de Trey aun sin el permiso de los médicos. Ella era muy mala en aquel tiempo, antes de que la maldición la liberara por completo.

Cuando menos lo supe, estaba yo allí, sola, con el tío moribundo que apenas llegué a ver un par de veces antes de ello. Ni siquiera me agradaba, él solía ser un idiota, un cretino, un imbécil. Todo señalaba a que merecía morir.

Pero era parte de mi nueva familia, mis nuevos abuelos estaban destrozados, Bram estaba muriendo de a poco, papá también, aunque se hallaba muy enojado también. Josh y Chiara eran mis mejores amigos, él era su padre, Anabelle lo amaba y esperaba un hijo suyo.

Yo no podía dejar que sucediera, así que lo hice.

Me subí a la camilla y, aun siendo una niña de siete años, saqué el tubo de su garganta, de inmediato empezó a asfixiarse.

Miré mis manos y me convencí a mi misma de poder lograr algo que ni siquiera sabía si funcionaría o no.

No perdería nada intentándolo, él de todos modos moriría; así que me quité los guantes y tomé su brazo.

Todo lo que la guardiana tocara moría.

Yo era la guardiana y todo lo que yo tocaba moría.

Eso fue justo lo que pasó, mandé a Trey directamente a la muerte sin pasar por la agonía.

Los monitores de signos explotaron, la luz del hospital se cortó, las bombillas explotaron.

Todo hizo... ¡bum!

No quité mis manos de Trey y me concentré, lo di todo. Él se retorció, se quejó, gritó y se dobló en ángulos anormales. Siguió así hasta que sus ojos se abrieron y arrancó su brazo de mis manos.

Me miró con esa expresión digna de trauma, me odió, me juzgó, e incluso quiso asesinarme como la bruja que parecía ser.

Le tomó mucho tiempo aceptar que yo lo traje de regreso a la vida y que salvé su existencia. Me aceptó, pero jamás llegó quererme.

Tormenta de antaño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora